Ha muerto un gran creador: Wojciech Kilar. El maestro polaco sucumbió este 29 de diciembre tras una larga batalla contra el cáncer. Perteneció a la insigne floración musical de los Gorécki y los Penderécki —la vanguardia polaca de los años 60— y aquél fue el período más experimental de su carrera. Aunque permaneció ligado toda su vida a la, digamos, “música pura” —su obra más reciente y ahora la última fue un Concierto para piano—, cultivó otra faceta por la cual se hizo también muy conocido: compositor de cine. A esta labor aportó su formación culta, su aprecio por el minimalismo, pero también un arraigado romanticismo otoñal y un notable don melódico.
«Predicación del Padre Kolbe» / del filme polaco «Vida por Vida» (1991) y masificada en «The Truman Show» (1998)
Firmó maravillosas partituras que, por desgracia, no lograron siempre un buen “maridaje” con la película a la que estaban destinadas: música extraordinaria para filmes que no llegaban a tanto. Notabilísima excepción fue el “Drácula” de Coppola (1992) o su contribución a “El Pianista” de Polanski (2002); sobre este último filme vale la pena corregir algo que circula por los medios estos días, atribuyendo al maestro la autoría de la banda sonora completa. No. Polanski buscó a Kilar para que así fuese, es verdad, pero el ya anciano músico se hallaba comprometido en otros proyectos, de los cuales sacó tiempo para al menos componer alguna cosa dentro de los plazos de producción. Así nació esa página breve pero extraordinaria titulada Moving to the Ghetto Oct 31, 1940, de inspiración klezmer y contenido sentimiento trágico.
«Moving to the Ghetto Oct 31, 1940» / del filme «El Pianista» (2002)
La pluma inspirada de Kilar firmó varias bandas sonoras más, pero deliberadamente asociadas a la industria fílmica polaca o a sus cineastas más importantes. Quizá por ello no cosechó mayor popularidad en el rubro; pero sí dejó mucha música que trascendió a la película original. Prueba de ello es la inolvidable Vocalise que forma parte de la banda sonora escrita para La Novena Puerta, otra película de Polanski. Con esa música despido al genial Wojciech Kilar, a quien siempre habré de admirar.
A todos y todas quienes visitan esta página durante el año, quiero desearles las más felices fiestas de fin de año en compañía de los suyos. Si pudiera saludarlos personalmente a cada uno y cada una, lo haría; dado que es imposible, puedo dedicarles el arreglo para piano del “Stille Nacht” realizado por el músico bávaro MAX REGER. Él lo introdujo en su colección “Aus der Jugendzeit”, de 1902, y su brevedad disimula muy bien las demandas técnicas que plantea. Nunca el volumen sonoro sobrepasa una moderada suavidad, y los adornos de la mano derecha generan esa “ensoñación” que quiso describir el compositor.
¡Con muchísimo cariño para Uds., queridos amigos, y deseando la mejor prosperidad y paz en el seno de sus hogares!
Máscara mortuoria de Ludwig van Beethoven / (c) Daniel Walsh
Para festejar al enorme BEETHOVEN les comparto hoy un disco con las sinfonías Cuarta y Quinta, en versión de la orquesta Anima Eterna de Brugge, dirigida por Jos van Immerseel. Este notabilísimo equipo neerlandés grabó la integral sinfónica del genio alemán hace pocos años, recreando el sonido de la época en que estas obras fueron escritas, pero sin ceder un ápice de la pasión turbulenta que sacude estos pentagramas.
La Quinta sinfonía debe ser la pieza clásica más popular, a juzgar por el número de registros que se han hecho de ella, sin hablar de sus adaptaciones a los medios más variados. Ese motivo breve y lapidario que se repite a lo largo de toda la obra quizá sea también el tema musical más conocido del mundo. Así y todo, es una composición que no sufre desgaste. Perdura con todo su poder de conmoción, emoción y trascendencia.
En cambio la Cuarta sinfonía suele pasar “desapercibida” entre sus poderosas vecinas, la Tercera y Quinta; a diferencia de ellas, aquí Beethoven despliega cualidades líricas —tenía cualidades de sobra para la poesía y la dulzura... cuando quería— que confieren otra tersura a la obra. La gracia y equilibrio de sus ideas recuerda a la Segunda sinfonía y adelanta las que brillarán en la Sexta. ¡Disfruten esta interpretación renovadora y emocionante!
Hoy es el cumpleaños de Beethoven. No se me ocurre un resumen adecuado para la grandeza musical de este artista, algo que lo atrape en una sola frase. Ameritaría un artículo amplio y entusiasta, pero no dispongo de él en este momento. Sólo les ofrezco magia, pura magia: el Allegretto de la Séptima sinfonía. Una de las músicas más inspiradas, inimitables y trascendentes que se hayan escrito. No exagero. Celebremos oyéndola en el reproductor bajo estas líneas, en la versión magistral del añorado Carlos Kleiber.
Adiós a uno de los actores más extraordinarios que hayamos tenido el placer de disfrutar en pantalla. Un gigante que sólo se despide a medias, porque su arte inmenso quedará junto a nosotros.
Para abrir Diciembre en el Blog tenemos a uno de los grandes maestros rusos: Chaikovsky. En el presente registro, el antaño concertista y ahora director Vladímir Ashkenazy encabeza a la extraordinaria Filarmónica de San Petersburgo en una selección de famosas páginas de su compatriota.
En todas ellas disfrutarán el sensacional talento de Chaikovsky para combinar los timbres (sonido específico) de los instrumentos. No se apoyó en cualidades singulares como Rimsky-Korsákov o Rajmáninov, ambos dotados de sinestesia y un acabado entendimiento de las asociaciones entre sonido y sensación. No; Chaikovsky tenía algo diferente: buen gusto. Percibía la belleza de ciertas combinaciones y sobre todo lo que mi añorado amigo Leiter llamaba “esa orquesta que cada ruso parece tener dentro de la cabeza”, dada la naturalidad con que aprenden a mezclar bien los instrumentos. Por otra parte, el ancestro francés del compositor asoma en su “voz instrumental” mediante la transparencia y sentido de medida que equilibran su gusto eslavo por lo trágico.
1. »CAPRICHO ITALIANO« Op. 45
2. »ROMEO Y JULIETA« Obertura-Fantasía, sin número de opus
3. »FRANCESCA DA RÍMINI« Fantasía sinfónica Op. 32
4. »1812« Obertura solemne Op. 49 — Segmentos corales incluidos por Andrew Cornall
Muy satisfecho podría estar hoy Chaikovsky si comprobara la aceptación de su música. Pese a los críticos que le clavaron banderillas en algún momento del siglo XX, acusándolo de “lirismo fácil” y ramplón, hoy su vigencia es indiscutible en el afecto de los auditorios. Un caso de auténtica “consagración popular”.¡Disfruten estas obras en las estupendas versiones de Vladímir Ashkenazy al frente de la Filarmónica Real de Londres [1-3] y la Filarmónica y Coro de Cámara de San Petersburgo con la Orquesta Militar de Leningrado!Dante meditando sobre Francesca da Rímini y Paolo / (c) Bury Art Museum
Boda campesina en la Baja Austria / F. G. Waldmüller, 1843
«Todo gran creador se alza en hombros de otros» decía una frase que leí alguna vez. Cuando avistamos una cordillera, nuestra atención se fija primero en las cimas más altas y deja pasar las otras, más pequeñas; pero éstas también forman el paisaje y sostienen la altura de las mayores. Además, la belleza cabe muy bien en la modestia.
Del mismo modo, cuando uno se familiariza con un período en la historia de la Música o con la biografía de un creador en particular no tardará en encontrarlo rodeado por otros nombres de menos impacto que ejercieron influencia sobre él, compartieron su fama, fueron un contrapunto artístico y a veces tuvieron mejor fortuna.
Hoy les comparto un buen ejemplo. En la Alemania del siglo XIX, cuya música se dividía entre dos amores —a la tradición y al porvenir—, contamos un ramillete de músicos magníficos que la posteridad ha descuidado. Uno de ellos fue Karl [Károly] Goldmark(* Keszthely, Hungría, 18 Mayo 1830; † Viena, 2 Ene. 1915). Era un entusiasta de Wagner y a la vez adepto de Mendelssohn y Brahms. Con este último llegó a trabar amistad, aunque luego la relación se enfrió debido al pésimo carácter de la “Tercera B alemana”.
Goldmark nació en una numerosa familia judía (eran 20 hermanos). Su padre se desempeñaba como jazán, esto es, encargado de guiar los cantos de la sinagoga. El pequeño Károly comenzó temprano su educación musical, aunque los modestos recursos familiares impidieron una instrucción metódica; y este fue un signo de lo que vendría, porque el resto de su larga trayectoria artística avanzó por las sendas del “aprender haciendo”, recolectando las enseñanzas más valiosas en la práctica profesional antes que de estudios formales. Quizá esto preservó en Goldmark una notoria espontaneidad expresiva, sin impedir verdadera maestría en la técnica orquestal. Cosechó fama en la sala de conciertos y en el teatro, fue un apreciado pedagogo y recibió bien ganados homenajes en la Europa de su tiempo.
SINFONÍA «BODAS CAMPESINAS» / OBERTURAS «EN PRIMAVERA» Y «EN ITALIA» por la SINFÓNICA NACIONAL DE IRLANDA dirigida por el maestro STEPHEN GUNZENHAUSER —
Las aptitudes coloristas y descriptivas de Goldmark quedan de manifiesto en estas páginas orquestales. Las dos oberturas ofrecen el atractivo de su imaginación y vitalidad, amén de su ingenio tímbrico. Con todo, la pieza memorable de este disco es la Sinfonía, en realidad un híbrido de cinco movimientos que obedece formalmente a la estructura sinfónica, pero cuyo espíritu se zambulle en el Poema sinfónico. Goldmark recupera toda la belleza de la vida rústica centroeuropea en las escenas-movimientos, firmando una obra que merece ser mucho más conocida y apreciada.
¡Disfruten en el link bajo estas líneas, amigos y amigas!
Sta. Cecilia, mártir y Patrona de la Música / estatua en un altar
Un gran felicitación a quienes visitan esta página atraídos por el Arte de los Sonidos, quizá el más conmovedor de todos y vehículo privilegio para la expresión humana. Les dejo una breve ilustración músical con el arte luminoso de Händel y su “Oda para el día de Santa Cecilia”: el coro “From Harmony”.
Si hay un compositor capaz de inyectar ánimos, ése es el gran Rossini. Y más con su “receta personal”: los crescendi de sus geniales oberturas, es decir, el aumento progresivo del volumen sonoro y la masa instrumental hasta alcanzar una detonación/catarsis. Aun cuando este recurso técnico no ofrezca hoy la novedad de su día, sigue provocando efecto en esas páginas chispeantes. Asombra enterarse que su autor las escribía a toda carrera y además aconsejaba hacer lo mismo; según él, la extrema urgencia acicateaba la creatividad... El caso es que Rossini, maestro de la música teatral, supo calar en sus auditorios; llegó a ser un pop star de talla europea, acaparando más fama que gigantes contemporáneos como el mismísimo Beethoven. Famoso a los 20 años, Rossini se retiró de la composición a los 37, en la cúspide de su fama, cuando había dado a la ópera bufa el mismo nivel de exigencia vocal que su variante seria. El suyo será uno de los más extraños silencios de la historia musical...
Pero nos queda su música. Fue un autor prolífico y extraordinariamente dotado para la melodía, para el efecto preciso en el momento justo, de inspiración rápida y habilidoso orquestador que dedicó tiempo a estudiar las partituras de los clásicos alemanes (Haydn, Mozart...), lo cual sorprendía a sus colegas italianos y le mereció el apodo de il tedeschino (el alemancito). Esta curiosidad autoformativa benefició su estilo y lo situó varios peldaños arriba de sus rivales. La bullanga festiva de sus oberturas en realidad nunca sale de madre, aunque lo aparente.
Justamente esa virtud —el descontrol bien planificado— es explorada por el legendario director húngaro Fritz Reiner, músico genial aunque también cruel, que tanto sabía pulir el talento de sus dirigidos como atormentar sus debilidades. Su obra maestra fue la Sinfónica de Chicago, convertida en una verdadera máquina de virtuosismo infalible.
Esta combinación nos legó una selección de oberturas de Rossini grabadas en 1958. La perfección técnica y la belleza musical de la orquesta de Chicago es asombrosa, firmando interpretaciones ejemplares de estas obras como pocas veces habrán oído. Hay, eso sí, una cuota de “ferocidad” emanada del gran director que puede alterar un poco el estilo, pero que no enturbia el altísimo quilate de sus resultados. Disfrútenlo ustedes, queridos amigos y amigas, y tenga un excelente fin de semana.
(fragmento)Si no nos dejamos tocar por lo que nos rodea no podremos ser solidarios con nada ni nadie, seremos esa expresión escalofriante con que se nombra al ser humano de este tiempo, “átomo cápsula”, ese individuo que crea a su alrededor otras tantas cápsulas en las que se encierra, en su departamento funcional, en la parte limitada del trabajo a su cargo, en los horarios de su agenda. No podemos olvidar que antes la siembra, la pesca, la recolección de los frutos, la elaboración de las artesanías, como el trabajo en las herrerías o en los talleres de costura, o en los establecimientos de campo, reunían a las personas y las incorporaban en la totalidad de su personalidad. Fue la intuición del comienzo de esta ruptura la que llevó a los obreros del siglo XVIII a rebelarse contra las máquinas, a querer prenderles fuego. Hoy los hombres tienden a cohesionarse masivamente para adecuarse a la creciente y absoluta funcionalidad que el sistema requiere hora a hora. Pero entre la vida de las grandes ciudades, que lo sobrepasan como un tornado a las arenas de un desierto, y la costumbre de mirar televisión, donde uno acepta que pase lo que pase, y no se cree responsable, la libertad está en peligro. (...)Si cambia la mentalidad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. Podremos recuperar esta casa que nos fue míticamente entregada. La historia siempre es novedosa. Por eso a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, son las que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida.
El gran director inglés John Barbirolli (1899-1970) fue un consumado intérprete de la música de Jean Sibelius. Aptitud bastante británica, por lo demás, dada la ilustre afinidad de músicos de la isla con el compositor escandinavo; pero el don de Barbirolli era la maestría en amalgamar tempi amplios con una enorme potencia emocional y ojo lúcido para cuidar el detalle, surcando las partituras con el instinto seguro de los marineros ingleses de otrora. Quizá la única «marca de otra época» en sus registros sea el concepto orquestal, con los timbres mucho más empastados de lo que hoy se estila al interpretar la música de Sibelius.
Retrato de Sibelius por Albert Edelfelt, 1904
El disco que hoy les comparto fue un imperdible en la década del 60 del siglo pasado: Obras Orquestales de Jean Sibelius a cargo de Sir John Barbirolli y su emblemática Orquesta Hallé de Manchester. El maestro inglés revive aquí algunas de las páginas más célebres del escandinavo, como su tópica «Finlandia», op.26, los tres movimientos de la Suite «Karelia», op.11, los poemas sinfónicos «La hija de Pohjola», op.49 y «El regreso de Lemminkäinen», op.26, o el nostálgico Valse Triste, op.44.
Sibelius era un fervoroso patriota en una época especialmente álgida para los de su condición: Finlandia pugnaba por abandonar la órbita del Imperio Ruso. En ese intríngulis, todo patriota finés acudía a la fuente más pura de su identidad, la gran epopeya mitológica Kalevala, para abrevar en ella sus sentimientos. De este cantero literario el compositor tomará los temas para algunos de sus mejores títulos.
La historia de la Música recuerda a Sibelius como genuino maestro de la Sinfonía. No obstante, al inicio de su carrera despuntó como autoridad de la orquesta y de la narración instrumental merced a sus poemas sinfónicos o su música incidental para el teatro. En este disco pueden ustedes encontrar la razón de tan justa fama. ¡Disfrútenlo, queridos amigos y amigas!
En el calendario de la Iglesia Romana hoy es el Día de los Difuntos. Romerías de gentes acuden a los camposantos para dedicar algún gesto de recuerdo a quienes duermen en pacífico silencio, que será roto el futuro día de la Resurrección (dies irae, dies illa…). Este artículo del Credo ha inspirado perdurablemente a los artistas durante siglos, desde los orígenes mismos de nuestra cultura occidental. Sin tiempo suficiente, por ahora, para confeccionar un post nuevo en estas fechas, debo republicar un artículo colgado en esta página el año 2009. Queda dedicado esas personas que nuestro corazón todavía recuerda pese a la ausencia, y en el caso de este blog, a mi inolvidable amigo Javier “Leiter” Menéndez. ¡Tengan todos y todas un excelente fin de semana!
VOLVEMOS CON LOS MUCHACHOS DE VIENA, es decir, la “Sociedad de Conciertos Privados”(Verein für musikalische Privataufführungen) que fundara Arnold Schönberg para interpretar la música de avanzada. Uno de los discípulos del maestro, Erwin Stein, preparó una reducción de la Sinfonía nº 4 en Sol mayor de Gustav Mahler para un contingente instrumental mínimo. La sinfonía, así reducida a su estructura elemental, podía ser apreciada analíticamente por ese público inusual de compositores y músicos de oficio; aparte, en una época sin nuestros medios para reproducir el sonido, aquella solución cumplía una finalidad práctica: permitir la audición de música.Ya que en un post reciente les compartí sinfonías de Mahler en reducción para piano a cuatro manos, sigamos en esa estela. La transcripción de Erwin Stein, bajo la atenta orientación de Schönberg, hace rendir de manera ejemplar el puñado de instrumentos elegidos y además —como apunta la excelente crítica de Anne Ozorio— deja aflorar el carácter ingrávido y juguetón de la sinfonía, sin renunciar con ello a la penumbra o la profundidad tan propias de su autor. Steintuvo algo a su favor: una sinfonía cuya instrumentación original coquetea a menudo con la música de cámara, aligerando texturas, concediendo episodios solistas a algunos instrumentos o dándose a fragmentar la orquesta sinfónica en “orquestinas” que ora entrechochan, ora colaboran.
SINFONÍA nº 4 en Sol mayor, por la THOMAS CHRISTIAN ENSEMBLE y la soprano Christiane Oelze — Este registro ha sido aplaudido como una de las mejores lecturas de esta «versión de cámara» preparada por Stein. La voz cristalina de la soprano añade una fascinación especial al último movimiento, ese que mira el cielo desde los ojos de un niño (canción que proviene de ese cantero popular llamado «Cuerno Mágico de la Juventud», tan importante en la obra del compositor). Ya el justamente célebre movimiento lento, «Ruhevoll», está imbuido de evocación: Mahler confesó cierta vez a su amigo Bruno Walter que al escribirlo, recordaba las estatuas de santos medievales, con sus sonrisas y su actitud contemplativa, ajena a este mundo.
¡Disfruten la obra en el link bajo estas líneas, y tengan un muy buen fin de semana!
Hoy les comparto dos ambiciosas transcripciones al piano. Sinfonías de Mahler, nada
menos, ¡todo un desafío! Pues quien pretenda reducirlas se enfrentará a un
autor que ambicionó contener mundos enteros en sus pentagramas
— y podemos concordar en que lo consiguió.
Sus obras expandieron los límites formales,
instrumentales, conceptuales hasta entonces conocidos, aproximándose como
ninguno antes de él al quiebre de la tonalidad. La rica vestidura instrumental
es a menudo consustancial a la propia exposición de ideas (como sus elecciones
de instrumentos “raros” en varias sinfonías: cencerros, látigo, martillos...).
Con todo, un creador de la talla de
Gustav Mahler es
poliédrico, siempre nos reserva sorpresas.
En este caso, abordado bajo el enfoque de la reducción pianística, sucede algo
parecido a las fotografías monocromáticas (sepia o blanco y negro), en las
cuales
la ausencia de color intensifica de algún modo la expresividad. Sin duda que estas transcripciones nunca jamás desplazarán los suculentos
originales sinfónicos
—y realmente poquísimas transcripciones pueden jactarse de equiparar o
hasta superar su modelo—
pero son útiles para profundizar en ellas, o mejor, para zambullirse en la
mente de su creador. En este caso, siendo
Mahler un brillante pianista
en su juventud, es probable que el teclado “se infiltre” en su manera de
pensar la música.
A continuación les comparto la
Sinfonía nº 6 en La menor, «Trágica» (1903-1904), en reducción para piano a 4 manos de
Zemlinsky, y la
Sinfonía nº 7 en Mi menor, «Canción de la Noche»
(1904-1905), adaptada para los mismos medios por el maestro italiano
Alfredo Casella.
Mahler había iniciado desde 1901 otra andadura
artística, renunciando al uso de «barandas» tomadas de la literatura para
explicitar sus intenciones. En este período netamente instrumental escribió
tres sinfonías sin canciones ni voz humana: la
Quinta, Sexta y Séptima. No obstante,
dos de ellas llevan subtítulos a modo de ambigua pista de interpretación;
son estas dos obras, complejas y de popularidad esquiva, las elegidas para
el repertorio de hoy por las pianistas alemanas
Silvia Zenker y Evelinde Trenkner.
La Sexta es llamada
Trágica no sólo por su tonalidad, sus
desgarros típicamente mahlerianos o su escritura tensa e intrincada,
sino por su conclusión única, funesta, hasta nihilista, donde no cabe la
habitual victoria o trascendencia que el compositor apuntó en todas las
demás sinfonías.
La Séptima guarda otras complejidades. Es la
menos popular pero probablemente la más debatida de las sinfonías compuestas
por Mahler. Consta de cinco movimientos, dos de
ellos (segundo y cuarto) compuestos primero y denominados
Nachtmusiken (“músicas nocturnas”). Su
estructura es quizá la menos equilibrada y definitivamente no ofrece unidad
de inspiración, pero también es la de lenguaje más “modernista”, corre más
riesgos y los vence muy bien. El compositor albergó muchas dudas durante la
escritura de esta pieza, alternó la disposición de sus movimientos
interiores, corrigió la orquestación, y al dirigir su estreno sólo obtuvo
del auditorio una educada tibieza.
Para mí fue la primera sinfonía de Mahler que oí conscientemente (no en este
arreglo, claro) y por eso, me atrae. La adaptación al piano de
Alfredo Masella —músico extraordinario que comienza a ser redescubierto—, aunque menos efectiva que la anterior, no deja de ser un deleite para
quienes aprecien la literatura pianística.
Queridos amigos, disfruten:
Fragmento de la
Sinfonía nº 7, “Canción de la Noche”
La gata entra en la sala donde estamos reunidos.No es de Angora, no es persa
Ni de ninguna raza prestigiosa.
Más bien exhibe en su gastada pelambre
Toda clase de cruces y bastardías.Pero tiene conciencia de ser gata.
Por tanto
Pasa revista a los presentes,
Nos echa en cara un juicio desdeñoso
Y se larga.No con la cola entre las piernas: erguida
Como penacho o estandarte de guerra.Altivez, gatidad,
Ni el menor deseo
De congraciarse con nadie.Duró medio minuto el escrutinio.Dice la gata a quien entienda su lengua:
Nunca dejes que nadie te desprecie.
Fragmento de la Quinta Sinfonía, mov. final. Se dice que Sibelius concibió este segmento al contemplar el paso de una bandada de cisnes (otros dicen que fueron grullas)
Las dos sinfonías más bienvenidas de Jean Sibelius han sido siempre la Segunda y la Quinta, si tomamos como indicador su popularidad. Por supuesto que no pretendemos la “canonización artística”: la cúspide del sinfonismo sibeliano se halla más bien en otras producciones de la serie. Pero, a lo que parece, estas dos obras han sabido robarse el corazón de los auditorios.
El ascenso de Sibelius en el reconocimiento de su país y el mundo coincidió con el cambio de siglo y la ebullición nacionalista que cundió en el Gran Ducado de Finlandia, entonces súbdito de Rusia. La nación en ciernes encontró en el gran músico su cantor nacional, el artista que interpretaba su hondo sentir, más o menos como Italia se celebró a sí misma en el arte de Verdi. Y sin duda que el compositor nórdico “tradujo” su querida tierra natal en música de impresionante calidad.
No obstante, existe un elemento que me llama la atención en este risorgimento finlandés, tan distinto del italiano: la recurrencia a la ancestralidad del mito para asentar su propia identidad. El Kalevala, ciclo mitológico compilado por Elias Lönnrot a partir de la tradición oral todavía vigente en el siglo XIX, es, como dice la Wikipedia, una “reminiscencia y conceptualización metafísica de la generación mítica del pueblo finés, a la manera de los cantares de gesta medievales”.
Es decir, aunque en términos formales Finlandia adoptara la concepción del Estado acuñada por la Revolución Francesa, en términos psicológicos buscó sus arquetipos en las tradiciones autóctonas más venerables. Sibelius sacó gran provecho de este cantero creativo, ya en sus poemas sinfónicos, ya en sus sinfonías; estas últimas, aun sin ánimo descriptivo, demuestran un capacidad evocadora que nos remite, digamos “por afinidad espiritual”, a un pueblo notoriamente receptivo de su naturaleza agreste.
Dos bardos fineses salmodiando el ancestral Kalevala / Era costumbre que los bardos, al tiempo que recitaban, mecieran sus cuerpos adelante y atrás, sentados uno frente al otro como en la fotografía. Gran parte de la poesía popular era cantada del mismo modo.
Hoy les ofrezco las Sinfonías 2 y 5 de Sibelius, exponentes rotundos de lo que podríamos llamar el estilo heroico del compositor, en donde el pensamiento musical abstracto refleja a la vez su talento «pictórico», su arte para generar grandes frescos mediante ideas fragmentarias que crecen en nitidez sucesivamente, obedeciendo una lógica interna muy meditada, o también, claro que sí, su consumada habilidad como instrumentador.
Cito a José Luis Comellas:
«Aliento épico, orquesta poderosa (puede recordar a Wagner, también a los mejores rusos, pero siempre con rasgos de originalidad muy personal), un descriptivismo muy vivo que nunca sabremos lo que describe, algunos fragmentos líricos que recuerdan canciones populares, pero, por mucho que busquemos, no encontraremos canciones populares parecidas, ni en Finlandia ni en ninguna otra parte. Podemos imaginarnos bosques umbríos, lagos helados, desenfrenadas carreras de trineo en noches de luna... (...) Lo cierto es que con aquella poderosa capacidad expresiva, utilizando todos los recursos de la orquesta, encontrando siempre frases originales que no parecen tener solución y alcanzan finalmente una desembocadura gloriosa y deslumbrante, se convirtió en el gran cantor de Finlandia, en el símbolo de su patriotismo irredento.»
Sus años de aprendizaje en Alemania dejaron huella en su música, y junto al ejemplo de Wagner (cuyo manejo de los instrumentos de metal le admiraba), Sibelius asimiló elementos de Bruckner, como el característico murmullo de las cuerdas antes de lanzar un tema.
Les dejo estas admirables sinfonías en versión del director Jukka-Pekka Saraste al frente de la Sinfónica de Radio Finlandia. Este equipo firma versiones ejemplares de las dos obras, capaces de competir de igual a igual con otras de mayor nombradía (como las de Maazel u Ormandy) y comprendiendo como pocos el personal universo sonoro de Sibelius. ¡Disfrútenlas!
La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo
sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,
bulbos conmovedores,
en el subsuelo
durmió la zanahoria
de bigotes rojos,
la viña
resecó los sarmientos
por donde sube el vino,
la col
se dedicó
a probarse faldas,
el orégano
a perfumar el mundo,
y la dulce
alcachofa
allí en el huerto,
vestida de guerrero,
bruñida
como una granada,
orgullosa,
y un día
una con otra
en grandes cestos
de mimbre, caminó
por el mercado
a realizar su sueño:
la milicia.
En hileras
nunca fue tan marcial
como en la feria,
los hombres
entre las legumbres
con sus camisas blancas
eran
mariscales
de las alcachofas,
las filas apretadas,
las voces de comando,
y la detonación
de una caja que cae,
pero
entonces
viene
María
con su cesto,
escoge
una alcachofa,
no le teme,
la examina, la observa
contra la luz como si fuera un huevo,
la compra,
la confunde
en su bolsa
con un par de zapatos,
con un repollo y una
botella
de vinagre
hasta
que entrando a la cocina
la sumerge en la olla.
Así termina
en paz
esta carrera
del vegetal armado
que se llama alcachofa,
luego
escama por escama
desvestimos
la delicia
y comemos
la pacífica pasta
de su corazón verde.
Glenn Gould (1932-1982) cuando fascinaba al mundo con su talento
AYER, 25 DE SEPTIEMBRE,Glenn Gould habría cumplido 81 años. Se han multiplicado los homenajes en la Web y, verdaderamente, su genial talento combinado con su excentricidad siguen siendo tan cautivadores como siempre.Mucho se ha dicho de Gould y, como ocurre con los genios del arte, siempre habrá algo más que decir y descubrir. Su destreza al teclado se benefició con una especie de “superioridad técnica innata”, gobernada por una mente brillante que absorbió el contrapunto más allá de la esfera musical: él mismo fue un contrapunto humano, a la vez misántropo y simpático, tímido y comunicador, apasionado y distante, dionisíaco y analítico.Murió en 1982 a causa de un infarto cerebral, cuando comenzaba a incursionar en la dirección orquestal en desmedro de su concentración pianística. Cosa curiosa, porque a mediados de 1964, en pleno fulgor de su carrera internacional, anunció que abandonaba los escenarios, hastiado de tocar en directo. A partir de ese momento se recluyó fructíferamente en las salas de grabaciones, dejando un legado sustancial.El pianista canadiense está identificado con una obra en particular: las Variaciones Goldberg de Bach, obra que comprendió e interpretó de manera inigualada. Sin embargo, esta vez quiero retroceder a 1957. La Filarmónica de Berlín iniciaba su “período Karajan” sin haber sido objeto aún de las modificaciones de la década siguiente —en pos del sonido que su director ansiaba conseguir— pero en plena posesión de su categoría internacional. Este año, Glenn Gould ofreció un concierto en la dividida capital germana a las órdenes del gran director austríaco. Ambos artistas, aunque muy diferentes en sus personalidades, supieron apreciarse y complementarse de manera profunda. El fruto de esa colaboración ha quedado felizmente registrado en disco.
La tarde del 26 de Mayo de 1957 el público berlinés pudo disfrutar música de Hindemith, Beethoven y Sibelius por cuenta de estos músicos estelares. El presente registro incluye las dos últimas partes de la velada, es decir: Glenn Gould interviene como solista del Concierto para piano número 3, en Do menor, de Beethoven, y a continuación la Filarmónica interpreta la Sinfonía número 5, en Mi bemol mayor, de Sibelius. ¡Disfrútenlo, queridos amigos y amigas!
»El triunfo del emperador Maximiliano«, colección de escenas pintadas sobre madera / Copia española anónima de un
original de Hans Burgkmair
Decir “vientos de metal y madera” suena nerudiano… pero se refiere aquí a algo bastante específico: instrumentos musicales que funcionan al soplar en ellos, y denominados a partir del material con que están construidos. El sonido que generan tiene un “color” característico y muy atractivo. Aunque los violines y sus parientes (“la familia de las cuerdas”) hayan sido los primeros en alcanzar un canon de formas físicas y técnicas de uso, estos otros instrumentos tendrán su momento no mucho después.
Durante la Edad Media Tardía y el Renacimiento los “vientos” habían encontrado gran campo de difusión en las numerosas ceremonias que matizaban la vida social. El barroco prefirió los bronces, pero las refinadas cuerdas impusieron su prestigio en los salones y las primeras orquestas estables. Por mientras, las bandas militares mantenían el uso más tradicional de los instrumentos de metal y de la percusión —avivar el ímpetu guerrero— y desde allí, asociadas a la nobleza mediante sus notorios comandantes, esas mismas bandas fueron trabajadas para obtener una agrupación de capacidades más pulidas. El experimento era simple: asociar instrumentos de viento cuyos timbres empastaran bien y distribuir las diferentes alturas del sonido entre ellos. Eso dio origen a combinaciones variadas, que no cuajaron en un paradigma como el Cuarteto de Cuerdas, pero sí lograron una entidad definida para la cual se compusieron piezas específicas o adaptaciones de obras celebradas.Así, este género instrumental conoció gran auge en Europa desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados de la centuria siguiente. Se las llamó Harmonie (Bandas de Armonía) y a su repertorio específico, Harmoniemusik. El propio Mozart les rindió una forma de homenaje incluyéndolas en el Acto Final de su “Don Giovanni”, cuando el burlador disfruta un banquete mientras escucha una selección de óperas famosas convertidas en Harmoniemusik. (También Mozart, con su oído para la orquesta, tonificó el color instrumental mediante las maderas).
Y hablando del rey de Roma: Mozart será hoy nuestro invitado. Colecciones de dos óperas justamente célebres, “Die Zauberflöte” (La Flauta Mágica) y “Così Fan Tutte” (Así hacen todas) adaptadas a Conjunto de Armonía e interpretadas por el Linos Ensemble— integrado por dos oboes, dos clarinetes, dos cornos, dos fagotes y contrabajo—. Las transcripciones pertenecen a dos períodos diferentes: “La Flauta Mágica” fue arreglada en 1792 por el desconocido músico Joseph Heidenreich; “Così fan Tutte”, en cambio, fue trabajada por Andreas Tarkmann en 1991, quien también hizo algunos necesarios retoques al título anterior. La sonoridad es preciosa, algo que pueden comprobar por sí mismos en el enlace al final de estas líneas. ¡Disfrútenlo!
Charlie Parker en plena ejecución del saxo, en una imagen de 1954 EL JAZZ celebra hoy a uno de sus grandes nombres: CHARLIE PARKER, audaz renovador del género a través del “be-bop”. Hombre de talento brillante y vida atribulada, nos abandonó demasiado pronto, a los 34 años, pero dejándonos su potente estilo y sonido para no olvidarlo más. Disfruten abajo su versión del clásico tema “Summertime”, de Gershwin. ¡Feliz cumpleaños, Mr. Parker!
Les comparto uno de esos descubrimientos que alegran el día o la noche o el resto de la semana. Un talentoso músico y usuario de YouTube exhibe en esa página sus “iluminaciones”, para darle un nombre, de la música de grandes maestros. Recuerden lo hecho por Disney con la Toccata y Fuga de Bach en la película “Fantasía” y podrán captar mejor la idea: asignar un grado de visibilidad a un arte abstracto como es la música pura.Hoy por hoy, un auditor promedio no está para nada habituado a percibir varias capas de música en relación unas con otras, navegando parámetros de armonía y ritmo cuidadosamente elaborados y arrojando como resultado una totalidad artística. Pero ése, ni más ni menos, era el nivel de exigencia que un músico se imponía a sí mismo para aspirar a la consideración pública en tiempos de antaño. Y los asistentes a los conciertos también gozaban de cierta instrucción para evaluar esas destrezas. Es lógico: la música es un lenguaje, y eso supone comunicación, es decir, el encuentro de varios en el marco de un código común.Las líneas de colores destacan los temas que Bach desarrolla siguiendo técnicas de fuga y contrapunto. Pero cualquier explicación es letra muerta: vean ustedes mismo cómo estas habilidades compositivas cobran vida propia. Adentrémonos en el pensamiento musical de Bach:
Nuevo aniversario de Claude Debussy, que Google homenajeó mediante su “doodle”. Hoy basta con abrir la página del buscador para maravillarse ante esa breve animación del mágico París finisecular, una noche de luna llena imbuida con la melodía quizá más famosa del compositor francés.De mi parte, le recordaré con otra de sus obras, “En bateau”, parte de la Pequeña Suite para piano a cuatro manos que luego orquestaría él mismo. Esta vez, sin embargo, prefiero la versión de Nóra Mercz para flauta y arpa. La pieza y el poema que la origina refieren las sensaciones nacidas al navegar durante la noche, y Debussy logra crear ese clima de manera muy, muy efectiva. ¡Felicidades, monsieur Debussy!
...y a modo de “bonus track”, el justamente célebre “Claro de Luna” de Debussy, en su logradísima transcripción orquestal:
GOETHE ocupa la cima de la cultura alemana por la multiplicidad de sus talentos. Ha sido el mayor literato que haya escrito nunca en alemán; también científico, hombre de Estado, profundo pensador e incluso alquimista; como alguien dijo, “el último hombre universal que caminó sobre la Tierra” —y mediante el “Fausto”, autor del último relato de alcance mítico gestado por Europa—. En suma, una lumbrera analizada en términos actuales por la psicóloga Catherine M. Cox en su libro Early Mental Traits of Three Hundred Geniuses, en el cual encabezó la lista de genios con un coeficiente intelectual de 210 (lo normal se sitúa entre los números 90 y 110).Pues bien, por lo visto este superdotado era un nulo irremediable a la hora de evaluar el talento ajeno. Si no, cómo puede uno explicar la cerrazón que manifestó siempre ante los lieder compuestos por Franz Schubert a partir de sus poemas, canciones que el compositor se tomó el trabajo de hacer llegar al propio Goethe y para las cuales este hombre descollante no tuvo ni la más elemental de las cortesías: contestar.Allá él y sus oscuros motivos. El veredicto de la Historia sigue laureando la sensacional inspiración de Schubert en el arte de llevar versos al pentagrama. Y ya que hablamos de habilidades extraordinarias, también este músico puede asombrarnos: con sólo 17 años de edad compuso el lied“Margarita en la Rueca” sobre la gran figura femenina presente en el mencionado “Fausto”, imagen virginal que encarna el amor puro, arrastrada a la desgracia por Fausto y Mefistófeles, y finalmente salvadora del protagonista en ultimísima instancia. Wikipedia nos ofrece un análisis accesible de esta canción.
Schubert es capaz de reconstruir al personaje, el desasosiego que la trastorna, el girar de la rueca, el anhelo apasionado...Se los comparto más abajo, en la voz privilegiada de Kiri Te Kanawa (personalmente, me encanta el efecto flautato usado por la soprano neozelandesa en la expresión Mein Herz).
Texto original en alemán
Traducción al español
Meine Ruh’ ist hin, Mein Herz ist schwer, Ich finde sie nimmer Und nimmermehr.
Wo ich ihn nicht hab Ist mir das Grab, Die ganze Welt Ist mir vergällt.
Mein armer Kopf Ist mir verrückt, Mein armer Sinn Ist mir zerstückt.
Nach ihm nur schau ich Zum Fenster hinaus, Nach ihm nur geh ich Aus dem Haus.
Sein hoher Gang, Sein’ edle Gestalt, Seine Mundes Lächeln, Seiner Augen Gewalt,
Und seiner Rede Zauberfluß, Sein Händedruck, Und ach, sein Kuß!
Mein Busen drängt sich Nach ihm hin. Ach dürft ich fassen Und halten ihn,
Und küssen ihn, So wie ich wollt, An seinen Küssen Vergehen sollt!
Desapareció mi sosiego y me pesa el corazón, nunca conseguiré hallar la paz.
Soy como una muerta si él no está junto a mí. El mundo entero carece de atractivo.
Enajenada tengo mi pobre cabeza, y todos mis sentidos deliran incoherentes.
Si miro por la ventana, sólo a él mis ojos buscan. Únicamente por encontrarlo salgo fuera de casa.
Su caminar altivo, su noble figura, la sonrisa de su boca y el fuego de su mirada.
El fluir encantador de sus palabras, la caricia de sus manos, ¡Oh! ¡Y sus besos ardientes!
Mi pecho hacia él se enarca en poderoso impulso. ¡Si pudiera tomarlo, retenerlo junto a mí,
y besarlo, hasta saciar mis ansias, hasta quedarme muerta bajo sus labios!
Margarita y la rueca / Grabado de August von Kreling
Este corto de animación ya es célebre pero no me resisto a colgarlo aquí. Me parece un genial acierto de caracterización psicológica con increíble economía de medios. Su autor principal, Bruno Bozzetto, ya tiene un laureado currículum como dibujante de animación (y en este blog hemos posteado antes alguna obrita suya). Huelga decirlo: es una mirada llena de humor a las diferencias entre las distintas formas de ser que conviven en Europa, así que nadie pretenda ofenderse ni interpretar las cosas a rajatabla. ¡Disfruten!
Sigamos con SCHUBERT pero esta vez en una variedad aun más fresca (si cabe) de su catálogo: las canciones para coros de voces masculinas.El canto coral es una toda una institución —robusta y pletórica— en los países de habla germánica, más o menos como parece ocurrir con los solistas en el mundo latino. No sólo el consabido coro mixto (mezcla de voces masculinas y femeninas) sino agrupaciones vocales “de un solo color”, entregadas en exclusividad a alguno de ambos géneros. Recordemos, por ejemplo, cómo Brahms fue director de coros femeninos (fundó uno en Hamburgo y aceptó dirigir otros en Viena), además de adaptar al canto coral muchas canciones sencillas y populares. Tanta propensión al canto conjunto se explica no sólo por una facilidad innegable, sino por el fomento recibido tras pacientes siglos de crecimiento cultural, en donde los monasterios cultivaban el canto, las universidades y batallones tenían sus himnos, los gremios y corporaciones también, las familias numerosas hacían lo propio en las múltiples fiestas que iluminaban el transcurso del año, etc.
Con idéntico ánimo festivo procedió el gran Franz SCHUBERT. Conocía íntimamente el canto coral gracias a sus años como niño cantor (integró el Coro de la Capilla imperial, institución que hoy conocemos como Niños Cantores de Viena). Y su enorme facilidad para la expansión melódica se manifiesta también en este apartado, imbuida con ese sabor folclórico que nunca faltó en su inspiración.Canciones sin otro empeño que celebrar las tantas felicidades de la vida corriente, compartir sus nostalgias o sus entusiasmos... pero canciones nacidas de la chispa genial de un gran compositor, ejemplo de cómo antaño se supo conciliar maravillosamente lo grande y lo pequeño.
SCHUBERT: CANCIONES para CORO MASCULINO por los »ROBERT SHAW CHAMBER SINGERS« — En este registro podrán disfrutar varias de las canciones compuestas por Schubert para coro masculino con añadiduras ocasionales de piano o guitarra, con secciones destinadas a tenor solista, etc. La calidad coral de los intérpretes queda fuera de discusión; el maestro Robert Shaw ha logrado crear en su carrera coros impecables, y esta agrupación despierta entusiasmo con su musicalidad.Creo que la mejor perspectiva para apreciar este repertorio la define un usuario de Amazon, Jeff Abell (traducido con algunas licencias):
Podemos enfatizar la cualidad sublime de la Novena Sinfonía de Schubert, pero su propósito es justamente la grandeza. En cambio, cada una de estas pequeñas obras para coro masculino poseen la sencilla satisfacción de ser lo que son y nada más. No fueron escritas como profundos discursos sobre el sentido de las cosas, sino para reuniones de amigos o el cumpleaños de una muchacha. […]. Schubert se hallaba muy unido a su círculo de amigos en Viena; me agrada pensar que cantaban juntos estas mismas canciones.
Aprecien este delicioso repertorio Biedermeier en el link de abajo: