martes, 26 de agosto de 2014

In Memoriam FRANS BRÜGGEN


La música «con prácticas de época» está de luto. Ha perdido a Frans [Franciscus Jozef] Brüggen. El maestro holandés falleció el pasado miércoles 13 de Agosto, aunque llevaba enfermo ya un tiempo, según consignan medios en Internet. Brüggen puede no ser un apellido que «le suene» rápidamente a muchas personas, incluso las familiarizadas con la música clásica, pero eso se debe más que nada a cuestiones de divulgación —parte importante de la fama en nuestra sociedad publicitaria— antes que a peso específico. Porque Brüggen fue importante. Y mucho. Para empezar, como irreemplazable virtuoso de un instrumento bastante mirado en menos hasta su llegada, la flauta dulce (flauta de pico en España, en inglés recorder). Muchos lectores recordarán, tal vez, sus propias clases de música en el colegio tratando de aprender alguna melodía facilona en este instrumento de aspecto simple y técnica accesible. Durante mucho tiempo la flauta dulce fue eso, el pariente pobre de la flauta traversa.

Brüggen, explorando el repertorio y las prácticas musicales de antaño, enalteció este instrumento. Concierto tras concierto, disco tras disco, demostró musicalmente la maestría a la que puede llegar un verdadero artista sin importar la sencillez del medio empleado. En el ancho repertorio de la flauta dulce, secular pero cubierto de mayoritario desdén, este músico navegó con rigor y soltura, desarrollando una autoridad insoslayable.


Miembro de una generación de inquietos músicos europeos que trajo brisa fresca a la interpretación examinando las estéticas del pasado —Leonhardt, Bylsma, Harnoncourt, también Koopman...— Brüggen dio un paso adelante en su trayectoria el año 1981 y co-fundó, junto a Sieuwert Verster, la “Orquesta del Siglo XVIII”, notable agrupación dedicada a las prácticas musicales “de época”, empleando instrumentos originales —fabricados hoy pero a imagen de los que existieron siglos atrás— y funcionando como un colectivo, esto es, distribuyendo en partes iguales las ganancias obtenidas con sus conciertos.

Brüggen perseveró hasta su muerte en su faceta como director, que ejerció también frente a orquestas de mayor abolengo como la Orquesta del Real Concertgebouw, de Chicago, de Oslo, la Filarmónica de Viena, la Tonhalle de Zurich...

Yo conocí primero al Brüggen especialista en flauta dulce. Lo admito, en ese terreno me incliné siempre a favor de su joven colega danesa Michala Petri, por mucho que el holandés manejara el volumen sonoro con destreza superior. Fue el Brüggen director de orquesta el que me cautivó más. Su capacidad para agilizar, matizar y colorear las texturas sinfónicas es un obsequio para agradecer, en especial porque no es cosa fácil aportar novedad al repertorio clásico centroeuropeo. El gran mérito de estos revisionistas estéticos es justamente ése, «poner vino nuevo en odres viejos». La contención emocional del maestro holandés se equilibra con un temperamento recio y a la vez cuidadoso.

cubiertaAsí pues, les invito a disfrutar a Brüggen dirigiendo música de SCHUBERT, las Sinfonías número 1, en Re mayor, y la número 4 en Do menor, llamada «Trágica», en un registro live. En este apartado de su producción, Schubert seguía de cerca los modelos de Haydn y Mozart pero también el ejemplo renovador de su admirado Beethoven. A este último le ofrece un homenaje en su primera sinfonía, citando de manera muy exacta un tema común al ballet «Las Criaturas de Prometeo» y a la Tercera Sinfonía («Heroica») —semejante al testimonio que dará años después Brahms en su propia sinfonía núm. 1, citando el Himno de la Alegría de la Novena—.

La pasmosa facilidad creativa de Schubert es patente en la primera de sus obras sinfónicas, la cual escribió con sólo dieciséis años de edad, directamente sobre el papel pautado, mientras todavía era un escolar en el Internado para el coro de la corte. Un amigo suyo de esos años, Albert Stadler, nos dejó este cuadro: «Con toda calma y apenas distraído por el parloteo de sus compañeros de clase, se sentaba en su pequeño escritorio... escribiendo ágil y fluidamente, con escasas correcciones y dando la impresión de ser aquella la cosa más natural del mundo».

Y ya que mencioné antes a Brahms: el barbado compositor fue requerido para revisar las partituras de Schubert en su primera edición oficial, a fines del siglo XIX , pero en el proceso corrigió las indicaciones de volumen para conseguir un sonido orquestal equilibrado; ahora bien, Schubert es la espontaneidad encarnada y los retoques, aunque cautelosos, le quitan parte de su encanto. Versiones como las de Brüggen nos restituyen esa frescura.

A disfrutar, amigos y amigas, del gran maestro holandés interpretando esta música espléndida:


» D E S C A R G A

MP3 ABR 320 kbps 48 kHz | 8 tracks | RAR 117 MB

domingo, 3 de agosto de 2014

CHAIKOVSKY : Trío en La menor, Op. 50

PIÓTR CHAIKOVSKY (18401893) fue un músico genial de los que definen estilos y crean escuela; pero también un hombre herido por una sensibilidad enfermiza, pasto de crisis, angustias y depresiones recurrentes. El fragor de las batallas internas amargó los frutos cosechados en su brillante carrera —era favorito del Zar, aplaudido por el público, su fama internacional se acrecentaba rápidamente, invitado por prestigiosos escenarios de Europa y América, gozaba de mecenazgo particular...— además de socavar su desempeño social o exasperar sus reacciones frente a la menor adversidad. Aun así Chaikovsky, educado e indiscutiblemente talentoso, logró reunir junto a sí un buen puñado de amistades y admiradores leales. Algunos, como su hermano Modest, eran confidentes; otros, como Tanéyev o Nikolái Rubinstéin, eran colegas admirados y muy considerados en sus opiniones.

Nikolái (* Moscú, 2 Jun. 1835 – † París, 23 Mar. 1881) era especialmente querido por el compositor. Hermano menor del notabilísimo Antón Rubinstein, era un pianista tan descollante como él, y en opinión de Chaikovsky incluso superior. Nada poco, considerando que Antón era un genuino titán de su instrumento, famoso como el único rival digno de Franz Liszt —el mejor pianista de su tiempo y, hasta donde sabemos, de la historia—. Semejante pericia musical venía acompañada en ambos Rubinstein con probadas dotes para la organización (Antón formó el Conservatorio de San Petersburgo y Nikolái el de Moscú) y para la enseñanza, combinación feliz que los incluye entre los artistas más influyentes de su generación.

La familia Rubinstein vivió en Berlín entre 1844 y 1846. Allí los pequeños hijos del matrimonio judío recibieron lecciones de Theodor Kullak, concitando también la atención y apoyo de Mendelssohn y Meyerbeer. La formación musical no se interrumpió cuando volvieron a Rusia, luego de la repentina muerte del padre, pero aquí Nikolái estudió también Derecho y ejerció un oficio burocrático, dualidad común a la gran mayoría de sus colegas músicos. Eso no quitó ánimos a su tenaz voluntad de artista.

Chaikovsky le dedicó su famoso Primer Concierto para piano, pero el homenajeado reaccionó de manera agria —tenía un carácter explosivo—, descalificando la obra y negándose a interpretarla salvo se efectuaran una serie de cambios a la partitura. El compositor no hizo tal cosa y enfrió las relaciones con su amigo. A la postre, Nikolái, conociendo el éxito obtenido por la pieza y reevaluándola con calma, se retractó de sus opiniones y la presentó en París, durante la Exposición Universal de 1878. En la misma ciudad falleció algún tiempo después, enfermo de tuberculosis.

Chaikovsky dedicó a Nikolái una de las piezas de cámara más eminentes del siglo XIX: el Trío en La menor, subtitulado en francés A la memoria de un gran artista, para violín, violonchelo y piano. Este último instrumento se destaca en la composición, en tributo a la extraordinaria jerarquía pianística del amigo difunto.

Disfruten ustedes, queridos lectores de esta página, una composición inolvidable:

» D E S C A R G A

MP3 ABR 224 kbps 44.1 kHz | RAR 73,6 MB

 
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