miércoles, 28 de abril de 2010

[Poesía] VERLAINE se define



(fragmento)

“...el verso debe ser antes que nada música; una armonía de sonidos que hace soñar [...] la arquitectura sólida del poema, la elocuencia y el orden romántico o parnasiano resultan inútiles para traducir lo impreciso, el matiz, las sugestiones, las leves sensaciones [...]. Con un plan incierto, palabras vagas, grupos de sonidos inesperados y evocadores, se podría despertar la sensibilidad del lector y transferir en ella parte de la sensibilidad del poeta”.

Paul Verlaine,
definiendo su concepto poético

Un Video apuntado por Elgatosierra


He padecido días intensamente laborales que juegan contra el blog, robándome el tiempo con que renovar las entradas. Tengo artículos listos para subir, sólo falta el precioso momento para hacerlo. Pero no hay mal que dure cien años, y por mientras Elgatosierra se hace presente y nos apunta el video que pueden ver bajo estas líneas. ¡Atención!

sábado, 24 de abril de 2010

MOZART [arr. Lichtenthal]: RÉQUIEM, K. 626 [Cuarteto Kuijken]

angel of grief


por Ernesto Nosthas y Elgatosierra


Trate el lector por un momento de recrear dos escenarios: primero, en pleno siglo XXI un amante de la música tiene el repentino deseo de escuchar el Réquiem de Mozart. Como primera opción, revisa su Ipod y encuentra que allí tiene la versión de 1974 de Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín. Luego revisa su estante de discos; allí esta la versión de 1984 del mismo Karajan pero ahora con la Filarmónica de Viena, más la lectura de Norrington de 1991, pero no basada en la “terminación” de Franz Xavier Süssmayr sino en el arreglo hecho por Duncan Druce y del cual el flemático maestro inglés, en esa grabación, daba la primicia.

Luego, nuestro melómano encuentra en su ordenador que ha descargado de la web tres grabaciones más que aún no ha incorporado a la Ipod: Herreweghe, Böhm y Jochum. Como nuestro melómano vive en una ciudad con cultura musical, rápidamente identifica que en un par de semanas se ofrecerá un concierto en vivo en el Teatro de la Ciudad, en la cual el gran maestro holandés Edo de Waart estará dirigiendo dicha obra… Y esperen: en su próximo viaje de negocios, en ruta a las ciudades visitadas, Ingo Metzmacher estará dirigiéndola en el Concertgebouw de Ámsterdam… y suerte… hay boletos disponibles en la Web.

Ahora retrocedamos los calendarios unos cuantos decenios y ubiquemos a nuestro melómano en cualquier día de abril de 1837 en Linz, una importante ciudad austríaca muy cercana a Viena. Nuestro melómano recién ha descubierto la belleza del Réquiem en una cena en casa de un importante empresario local, quien ha contratado a un Cuarteto de Cuerdas vienés para ofrecer un concierto durante la velada. Como es un tipo muy curioso, esa hermosa música que escuchó por primera vez fue objeto de su estudio las siguientes semanas. Dedicó todo un fin de semana para viajar en carruaje a Viena e investigar en la casa que publicó la partitura usada por el Cuarteto… y se dio cuenta que no había escuchado la obra original, sino un “arreglo” —de un músico apellidado Lichtenthal— de una obra más monumental creada por un compositor relativamente poco conocido en esos días, de apellido Mozart.

Mozart

Sorprendido, se dio cuenta que el Réquiem es una obra para gran orquesta, coro y solistas. En los siguientes meses viajó varias veces a Viena para buscar alguna pista de cuando esa obra iba a ser interpretada sin grandes resultados, hasta que el hijo del dueño de la imprenta vienesa, que casualmente había regresado de un viaje de estudios a Leipzig, trajo consigo un original de la partitura completa que le había obsequiado su Maestro con las referencias a que, próximamente, el gran director de orquesta y compositor Felix Mendelssohn había programado la pieza para el día de Todos los Santos (1 de noviembre) en el augusto Gewandhaus de Leipzig ese mismo año.

Pacientemente, ahorró lo que pudo y gracias al dueño de la imprenta (con quien cultivó una gran amistad a partir de estas circunstancias) y su hijo, viajó a Leipzig, alojando en el apartamento de estudiante del hijo, para la gran noche del concierto. Desafortunadamente, ese día cayó una inesperada nevada en la ciudad y el concierto fue aplazado. Con mucha tristeza, nuestro melómano vio frustrados sus deseos de escuchar el Réquiem. Sin embargo, un inesperado golpe de suerte le hizo conocer en la ciudad al Doctor Lichtenthal, arreglista del Réquiem para Cuarteto de Cuerdas, quien se había convertido en amigo cercano de la familia Mozart, y gracias a un nieto del compositor, pudo enterarse que el Réquiem sería interpretado, con especial dedicatoria a Mozart, el Día de los Santos Inocentes en la Iglesia de Cothen. En esta oportunidad, nuestro melómano tuvo suerte y pudo por fin escuchar su amado Réquiem en Concierto…

requiem mozart Lychakiv

Jejeje… Ahora díganme, amigos lectores, si no somos afortunados de vivir en estos días. ¿Tienen idea de lo que significaba la oportunidad de escuchar un concierto en el Siglo XIX? Ahora, nosotros en un tris podemos no sólo escucharlo una y otra vez, sino que disponemos de una miríada de alternativas. No en balde Celibidache renegaba de grabar sus interpretaciones; odiaba el hecho de que la sacrosanta impronta de un concierto se vulgarizara (según su idea) en una cinta magnetofónica.

Hasta principios de siglo XX, con la llegada de los medios de reproducción fonográficos, esta anécdota ficticia de una obra adaptada a un conjunto instrumental más modesto era la costumbre usual. Los arreglos de las grandes sinfonías, conciertos, óperas, etc., fueran para piano o pequeños conjuntos de cámara, eran el medio para dar a conocer masivamente una obra. Sólo la iglesia y la nobleza podían permitirse el lujo de mantener una orquesta o una compañía de ópera. Los propios compositores (Mozart, Beethoven, Brahms…) a petición de sus editores se prestaban a estas reducciones, ya que les permitía una mayor difusión de sus obras y una entrada de dinero adicional, que nunca era mal recibida. ¡A nadie le amarga un dulce!

Son afamadas y frecuentemente interpretadas las versiones para piano que Liszt hizo de las Sinfonías de Beethoven, de la Sinfonía Fantástica de Berlioz, de muchos lieder de Schubert, Schumann, Chopin, arias de ópera de Rossini, Donizetti y Verdi, e incluso de obras sacras como el Ave María de Arcadelt o el Miserere de Allegri.

Hace unos días los autores, en uno de sus frecuentes diálogos cibernéticos, se compartieron la escucha de un disco notable, correspondiente a una de esas “transcripciones” de una obra maestra a un pequeño conjunto instrumental: el venerable Réquiem de Mozart adaptado para Cuarteto de Cuerdas. Ambos melómanos acordaron que su disfrute hedónico debe ocurrir con la mente limpia, tratando de aislarse de la obra original.

Mozart Chambers

La muerte de Mozart, por Ch. E. Chambers (1919)

Este magnífico regalo era acompañado de un sustancioso artículo de Peter Vermeersch aparecido en “Andante”, ‘Sounds to Cherish — Down Here and Up in Heaven’, y que parece ser una reseña crítica al concierto celebrado el viernes 16 de noviembre de 2001, en el Teatro Real de la Moneda de Bruselas, donde el Cuarteto de Cuerdas Kuijken (Sigiswald Kuijken y François Fernandez [violines], Marleen Thiers [viola] y Wieland Kuijken [violonchelo]) interpretaban la versión para cuarteto de cuerda del Réquiem hecha por Peter Lichtenthal. Este médico croata fue un músico aficionado que llegó a trabar amistad con la familia Mozart y a firmar un buen ensayo en dos volúmenes sobre el compositor, además de componer algunas obras.

Los autores han tomado el citado artículo como una referencia de base para las presentes notas. Todos conocemos el Réquiem de Mozart en su versión original, y no diremos aquí nada de él, excepto que, en puridad, se trata de la decimonovena y última misa escrita por el compositor, quien murió antes de terminarla, y que la versión más tradicionalmente interpretada es la que terminó su alumno Süssmayr, aunque en los últimos años se está imponiendo con fuerza la del reputado musicólogo, director de orquesta y violista Kurt Beyer.

Sigiswald KuijkenEn 1982 Sigiswald Kuijken con Matthias Holle, Ingrid Schmithusen y Neil Mackie y La Petite Bande ya habían grabado el Réquiem original para ACCENT, en nuestra modesta opinión, con un buen resultado. A primera vista pareciera que esta obra no fuera la mejor música para hacer precisamente una reducción para cuarteto de cuerdas, pero Lichtenthal, a partir de la edición de Süssmayr, lo intentó, y el resultado nos parece altamente satisfactorio. En 1997 el Cuarteto Aglàia había grabado esta versión para el sello STRADIVARIUS DULCIMER; a partir de este trabajo Sigiswald Kuijken hizo su propia revisión, utilizando los últimos hallazgos musicológicos. A nosotros nos parece que el resultado obtenido es espléndido.

El Réquiem en esta versión para cuarteto de cuerdas toma una nueva y propia vida. Su enfoque no puede ser más clásico, sobrio y humanista. Sólo ha quedado música, la que a nosotros nos gusta llamar música purísima, tan difícil de encontrar. No haremos aquí un análisis pormenorizado de esta versión por dos cuestiones fundamentales: no queremos contaminar la audición de esta maravillosa versión con nuestros criterios y perspectivas, cada uno que saque sus propias conclusiones desde su propia escucha; y a los interesados en el mismo les remitimos al artículo de Vermeersch antes citado, mucho más documentado y versado que nosotros.

En cambio, sí diremos que la interpretación se levanta como una potente y segura cabeza jánica, que mira tanto hacia atrás, hacia el Bach de El Clave Bien Temperado, El Arte de la Fuga o La Pasión según San Mateo; como hacia adelante, hacia el Beethoven de las últimas Sonatas para Piano, la Misa Solemnis, la Novena Sinfonía o los últimos Cuartetos de Cuerda.

Y ahora simplemente queda cumplir con el consejo… ¡A DISFRUTAR!

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Manuscrito del Réquiem

miércoles, 21 de abril de 2010

SCHUMANN / FANTASIA PARA VIOLIN, OP. 131

Joachim y ClaraJoseph Joachim y Clara Schumann en concierto, por Adolph von Menzel (1854)

En 1853, un joven violinista trajo un raudal de inspiración a Robert Schumann. El nombre del muchacho sería célebre: Joseph Joachim. Húngaro, judío, genial, Joachim se alzaba ya a sus veintidós años como una estrella europea. Schumann lo había escuchado a principios de aquel año en el Festival del Bajo Rin interpretando el Concierto para violín de Beethoven, la misma pieza con que visitaría Düsseldorf entre el 28 y 31 de Agosto.

El siempre generoso Robert saludó los méritos del joven prodigio, le abrió las puertas de su casa y escribió para él dos obras. No sabían los nuevos amigos que el tiempo les sería breve. Pronto el genio y la razón de Schumann se marchitarían juntos...

Pero los grandes se suelen despedir con grandeza. Aquellas dos últimas obras orquestales inspiradas en el violín de Joseph Joachim (la Fantasía en Do mayor y el Concierto en Re menor), sin ser culminantes, son todavía las hijas de un genio.



Hoy comparto con Uds. la Fantasía para violín y orquesta en Do mayor, Op. 131, escrita entre el 2 y el 7 de septiembre de 1853 y obsequiada a Joachim cuando éste regresó a Düsseldorf el 23 del mismo mes.

En música, como en todas las artes, hay creaciones donde prima la inspiración y otras donde prima el oficio. Esta obra tiene más de lo segundo. La ambigüedad de su denominación (Phantasie) corresponde al afán romántico de acuñar nuevas formas musicales (como sucede en las Rapsodias o los Caprichos). Estamos ante una estructura unitaria, autoconclusiva, cuyas secciones internas contrastadas aportan variedad. El inicio en modo menor, con su ternura sazonada de tristeza, evoca al gran liederista que un día fuera Schumann. El violín introduce su canto y su virtuosismo, derivando luego hacia ritmos de danza [02:54 etc.]. El solista dialoga con los tutti de la orquesta (admitamos que sin la misma claridad de antaño) hasta desembocar en la cadenza. Aquí la influencia del querido Mendelssohn se percibe en los rápidos arpegios [13:00] que bordan la melodía de la orquesta, como sucede en el Concierto en Mi menor de aquél. Una cita en modo mayor al tema inicial [13:31] nos pone en la coda, que concluye cíclicamente sin estridencia (la pieza entera alcanza pocas veces el forte).

D E S C A R G A

domingo, 11 de abril de 2010

VICTORIA: TENEBRÆ RESPONSORIES

Zurbarán

por Fernando de León y Elgatosierra


Jorge: el dios de la música, Apolo, ha escuchado tus súplicas, y por medio de sus dos más humildes servidores te envía este regalo”

Se suele hablar de Tomás Luis de Victoria como parte de un doble triunvirato, en general como gran representante de la música renacentista europea junto a Giovanni Pierluigi da Palestrina y Orlando di Lasso, y en particular como adalid de la polifonía española de su época junto a Francisco Guerrero y Cristóbal de Morales.

Pero ellos no fueron los únicos músicos importantes del Renacimiento, quedando toda una pléyade que algún día habrá que recordar para hacerles plena justicia.

Según parece Victoria nació en Ávila (España) alrededor de 1548. Con diez años entró como niño cantor a la catedral de Ávila, donde permanecería hasta los dieciocho. Allí comenzó sus estudios musicales, ejercitándose además, como era costumbre en la época, en el teclado, sobre todo en el órgano. Hay quienes creen que allí llegó a conocer al gran compositor y organista Antonio de Cabezón.

Al finalizar su etapa como niño cantor, y debido a sus grandes cualidades, Victoria fue enviado en 1567 al Collegium Germanicum de los jesuitas en Roma. En 1571 sucedió a Palestrina como maestro de capilla del Seminario Romano.

En 1578 se retira como capellán a San Girolamo della Carità. En este periodo verán la luz diversas colecciones de motetes y misas. En 1585 se publica la más ambiciosa y magistral creación de Victoria: el “Officium Hebdomadae Sanctae”, una colección que incluye 18 Responsorios, 9 Lamentaciones, dos coros de pasiones, un Miserere, Improperios, Motetes, Himnos y Salmos para la celebración de toda la Semana Santa.

En 1587 Victoria regresó a España, y hasta 1603 fue capellán y maestro de coro del Real Convento de las Clarisas Descalzas en Madrid, luego permaneció allí como simple organista, hasta morir, casi en el más absoluto olvido, el 27 de agosto de 1611.

Expolio

El Expolio, cuadro de El Greco


Tomás Luis de Victoria es considerado el compositor español más ilustre del Renacimiento. Su música, 20 misas y 44 motetes, combina a la perfección la continuidad en el perfecto empleo del contrapunto y una hermosa textura polifónica, con una innovadora expresión profunda del texto en sintonía con la intensa mística española del momento, representada ejemplarmente en arquitectura por Juan de Herrera, en escultura por Alonso Berruguete, Alonso Cano y Juan de Juni, en literatura por Sta. Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y en pintura por El Greco.

Todas sus obras y en especial sus misas alcanzaron gran fama, y caso único en su tiempo, fueron todas ellas publicadas en vida del compositor, lo que acredita irrefutablemente su fama.

Agnus Dei Zurbaran

Agnus Dei, por Zurbarán


Los Tenebrae Responsories (Responsorios en la oscuridad) se publicaron por primera vez en Roma en 1585 bajo el título Officium Hebdomadae Sanctae. Esta grandiosa obra encierra y sintetiza lo que siempre caracterizó a Victoria, a saber, la perfecta amalgama en la absoluta sencillez y el estilo más directo. Los Tenebræ Responsories y el Réquiem a seis voces, con el que vendremos más adelante, cimentaron la actual fama de nuestro admirado compositor.

La obra consta de dieciocho salmos, titulados sucesivamente:
1. Amicus meus
2. Judas mercator pessimus
3. Una hora
4. Unus ex discipulis meis
5. Eram quasi agnus
6. Seniores populi
7. Tamquam ad latronem
8. Tenebræ factæ sunt
9. Animam meam dilectam
10. Tradiderunt me
11. Jesum tradidit impius
12. Caligaverunt oculi mei
13. Recessit pastor noster
14. O vos omnes
15. Ecce quomodo moritur
16. Astiterunt reges
17. Æstimatus sum
18. Sepulto Domino

Penitente

En un principio, en los días de Semana Santa, los responsorios se cantaban por la mañana temprano, durante los Maitines. Más tarde, estos oficios se celebraron durante la tarde y casi a oscuras, con la única luz en la iglesia de quince cirios (que representaban los once apóstoles, las tres Marías y Cristo), situados en una plataforma triangular, más las seis velas en el altar. Al concluir el canto de cada salmo se apagaba una vela, para que después del salmo decimocuarto sólo la más alta vela (que representaba a Cristo) siguiera ardiendo.

Durante las recitaciones finales del Cántico de Zacarías, las seis velas del altar también se iban apagando una a una hasta que el único cirio que continuaba encendido quedaba oculto tras del altar, por lo que la iglesia quedaba en tinieblas, en la oscuridad. El rito simboliza, tanto la oscuridad que cubrió la tierra cuando Cristo fue crucificado, como su entierro. Después de la última oración los fieles hacían ruido para remedar el estado de agitación de la naturaleza por la muerte de Jesús. Una vez cesaba el ruido, el cirio que quedaba encendido se sacaba de detrás del altar, en signo de resurrección, luego se colocaba en el estrado y, finalmente se apagaba, con lo que el rito se daba por terminado.

La versión que aquí traemos, de parte de Apolo, para nuestro gusto excepcional, es del año 1990, y está a cargo de Peter Philips con The Tallis Scholars para el sello GIMELL, una absoluta referencia.

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Para los curiosos amantes de la pintura, les informaremos que el precioso cuadro que aparece en la portada del disco (y este post) fue pintado por el gran Francisco de Zurbarán en 1635, llevando el título de El velo de Santa Verónica, y se encuentra en el Museo Nacional de Estocolmo, en Suecia.

sábado, 10 de abril de 2010

BRAHMS: Variaciones HÄNDEL orquestadas por RUBBRA


Brahms jovenCuando Johannes Brahms aún no salía de sus veintes se permitió dictar cátedra en el arte de las variaciones con sus “Variaciones y Fuga sobre un tema de Händel”. Eran los años en que la generación romántica redescubría el legado de los maestros antiguos. Brahms convertiría ese pasado reiluminado en una de las banderas de su propia estética, algo que muchos criticaron como anacronismo sin notar que el hamburgués no copiaba sino que renovaba, es decir, le daba nuevo uso a formas que algunos consideraban caducas. Perseguía, como siempre, la “conciliación imposible” entre el rigor del pasado y la libre expresividad del Romanticismo. Además, como cualquiera de nosotros, se quedaba con su música favorita, y le gustaba Bach. También, y mucho, Händel, de quien tomó una Sarabanda (HWV 434) para formular 25 variaciones, a las que añadió como remate una Fuga.

HändelAsí nació en 1861 una de las páginas pianísticas más memorables del siglo XIX. O más aún; para el musicólogo británico Donald Francis Tovey, las “Handel” figuran en la media docena de variaciones más grandes de todos los tiempos. Por cierto, la “variación” forma parte esencial del arte compositivo brahmsiano y podemos rastrearla en cada momento de su trayectoria artística, culminando en la impresionante Passacaglia de la Cuarta Sinfonía. La admirable reelaboración de los temas y motivos, signo de una mente polifónica, permite a Brahms, el “último clásico”, sentar sus producciones junto a Beethoven (variaciones “Diabelli”) o Bach (variaciones “Goldberg”).

Permitámonos también nosotros una “variación”: les ofreceré esta obra… en la versión orquestal preparada por el inglés Edmund Rubbra en 1938 (y dejaré para otra entrada la versión original con su análisis). El piano de Brahms fue considerado muchas veces “poco idiomático” a raíz del planteamiento más bien “orquestal” de sus posibilidades. Esta impresión, quizá cierta en los inicios de su carrera pero falsa en el tramo final, se debe al intenso trabajo en las “voces interiores”, a la rica polifonía y contrapunto que se apoderan del teclado, el cual expande además su sonoridad al extremo de ambos registros, reclamando el uso de octavas y acordes duplicados. Tales rasgos tientan la mano de los orquestadores. Ya conocieron Uds. el arreglo de Schönberg para el Primer Cuarteto con Piano; Rubbra, por su parte, nos brinda una instrumentación que sin imitar el “sonido brahmsiano”, es eficaz, imaginativa y brillante. Opta por repartir los timbres sonoros en grupos instrumentales para moldear cada variación, reservando los tutti para momentos específicos.

Disfruten las Variaciones (25) y Fuga sobre un tema de Händel, Op. 24, de Johannes Brahms, en orquestación de Edmund Rubbra... AQUÍ.
Brahms ante la orquesta

domingo, 4 de abril de 2010

FELIZ PASCUA


Uno de los Huevos de Pascua creados por Fabergé


Quiero desear a todos una feliz Pascua, en especial si algún visitante proviene o está familiarizado con la cultura eslava (sí, Carlos, es una alusión directa).

Allá la Pascua de Resurrección tiene un particular brillo y expresividad, y el huevo, símbolo de vida, es adornado con colores o diseños y ofrecido luego como regalo. En la segunda mitad del siglo XIX, el joyero ruso Carl Fabergé llevó esta tradición a una cima de esplendor, al diseñar una serie de “huevos” para ser regalados por los Zares Alejandro III y Nicolás II. Cada una de estas creaciones deslumbra con su inagotable fantasía, buen gusto y riqueza. Fabergé, qué duda cabe, fue un genio entre los joyeros.

Aquí, lejos de aquellos esplendores y tradiciones, nos queda al menos el delicioso consuelo de los huevos de chocolate... que espero hayan encontrado y disfrutado. ¡Un abrazo a todos!

viernes, 2 de abril de 2010

Música para VIERNES SANTO


En un día tan cargado de significado religioso como el Viernes Santo, realizar una visita a la música sacra es algo natural. Para quien les escribe, sin embargo, no cualquier música le hace justicia a las emotivas y trascendentales dimensiones del acontecimiento que hoy conmueve al mundo cristiano; al margen de los grandísimos méritos musicales que puede uno descubrir en todo el repertorio sagrado, yo diría que los maestros antiguos —precisemos: los polifonistas— parecen dueños de las llaves para abrir determinados rincones de nuestro corazón. Algo así como el secreto del barniz de Stradivarius, pero aplicado a las combinaciones sonoras. Ni siquiera es cuestión de compartir la fe de los compositores, aunque tal posibilidad beneficiará al oyente.

Quisiera haberles propuesto hoy algo de Palestrina; o mejor aún algo de Tomás Luis de Victoria, quizá el mayor compositor español. Por desgracia no los tengo a mano. Avanzaré un poquito en el tiempo, hasta el gran Schütz.

SagitariusEl año pasado les compartía en estas mismas fechas el breve oratorio (más bien proto-oratorio) titulado “Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz”, iniciador del linaje de las grandes Pasiones barrocas, aquellas que culminan en Johann Sebastian Bach. Esta vez les dejo aquel disco pero con las tres partes faltantes: la “Misa Fúnebre alemana” (algo así como la católica Misa de Réquiem adaptada a la confesión luterana), un motete a doble coro y el “Cántico de Simeón”; todas ellas, síntesis entre el gregoriano, la influencia latina y el coral alemán. El disco incluirá nuevamente “Las Siete Palabras”.

Feliz fin de semana y nos vemos el Domingo. Suerte con los chocolates.


S C H Ü T Z
mp3 • 4 tracks • RAR 83 MB

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jueves, 1 de abril de 2010

SIBELIUS: CONCIERTO para VIOLÍN [Versión original]

El Concierto para violín en Re menor de Jean Sibelius se ha consolidado en el repertorio estándar de este instrumento. Suele ser programado como compañero de otras grandes páginas nacidas en el siglo del Romanticismo, aunque cronológicamente haya aparecido después (1903/1904), constituyéndose en uno de los grandes conciertos del siglo XX. Sin embargo, esta obra maestra necesitó tiempo y una revisión para conquistar la fortuna, que le fue muy esquiva el día de su estreno en Helsinki.

En 1905 Richard Strauss y la Filarmónica de Berlín (casi nada...) ofrecieron el estreno de la versión revisada por el autor, quien suprimió numerosos pasajes, concentrando las ideas y en general mejorando la obra. Las dificultades técnicas que entraña son célebres, pero a diferencia de otros grandes compositores, Sibelius conocía personalmente las posibilidades del violín —alguna vez pretendió la carrera de virtuoso— y no necesitó un “consultor técnico” como Brahms, Beethoven o Mendelssohn.

Mientras la versión definitiva se asentaba, la familia Sibelius mantuvo en su poder el manuscrito con la versión de 1903 (vetada por el compositor). En 1990 permitió que se la volviera a interpretar y a grabar.

Un examen mucho más acabado y lúcido de esta partitura original lo encontrarán visitando este LINK.

Hoy les ofrezco el Concierto para violín en Re menor de Sibelius en su versión original, interpretado por Leonidas Kavakos en el violín, la Orquesta Sinfónica de Lahti y la dirección de Osmo Vänskä... AQUÍ

A MI ABUELA

abuela

El famoso dueto para piano imaginario interpretado,
como siempre, por la abuela y el nieto.

En horas de la mañana del pasado martes 30 de marzo falleció mi querida abuela. Se llamaba Otilia Giusto y tenía 103 años. Partió discretamente, por fin ajena a los dolores que agobiaron sus últimos meses. Fue una mujer llena de firmeza, pero también capaz de ternura, gracia y afecto ilimitado. Murió en su cama, con su familia, junto a los suyos; raro privilegio en estos días.

Había algo de niña en mi abuela, como suele haberlo en todos nuestros viejos. En su mirada traviesa asomaba una expresión limpia, no con la ingenuidad del niño que ignora el mal, sino con la indulgencia de quien lo ha perdonado muchas veces.

Vivía ya esos años en que los detalles, las pequeñas cosas, han recuperado su importancia. Ya no hace falta perseguir al tiempo, porque se ha sentado a nuestro lado; y desde ese discreto lugar la vida comienza a tomar dimensiones de eternidad. Su mente no se conformaba con la exactitud del presente, y recuperaba el pasado para entretener el paso de las largas horas.

Mi abuela nació cuando existían aún los imperios de Europa; supo de dos guerras mundiales; presenció el alzamiento y caída de regímenes de todos los signos; amó los cerros de su Valparaíso natal. Se casó dos veces, y enviudó dos veces. Tuvo dos hijos, y estuvo presente en el funeral de ambos. Tuvo hermanos, y los sobrevivió a todos.

Fue una mujer de fe robusta y sencilla, que pasó la vida entera con el nombre de Dios en los labios. Y en su corazón viejo habitó hasta el final el amor que no envejece. Lo derramó en sus nietos, bisnietos y tataranietos, y permanece como su más consistente legado.

Con ese amor en mente, retratado en la sonrisa bondadosa que recuerdo tan bien, escribo estas pequeñas líneas de homenaje.

Hasta la eternidad, abuelita, saludos a mamá.

abuela y tío alberto

Mi abuela junto a tío Alberto.
Ahora ya se reunió con su querido hermano.

Abajo, el vals que a ella le encantaba:
Olas del Danubio, de Ivanovici.

 
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