viernes, 11 de diciembre de 2009

EL HEREDERO DE BEETHOVEN (I)


Bartók: un viaje a su microcosmos

por Ernesto NOSTHAS

NOTA al NAVEGANTE: La serie limitada de artículos que inicia con estas líneas abordará los Seis Cuartetos de Béla Bartók. La integral musical pueden descargarla AQUÍ.


“Heredero de Beethoven”. Con este título los estereotipos que nos hemos construido mental y educativamente a lo largo del tiempo nos situarían de inmediato en el post-romanticismo. Nuestro anfitrión en este Blog estaría colgando en seguida la imagen de nuestro querido amigo el “Barbudo” Brahms...

Sorpresa: sí es una B, pero no de origen alemán ni vienés. Estrictamente hablando, esta B es de origen rumano, pero con el tiempo y la inestabilidad de las fronteras centro-europeas, el pequeño pueblito rumano de Sinnicolau pasó a dominio húngaro bajo el nombre de Nagyszenmiklos. ¿De quién estamos hablando, dirán ustedes?

Esta historia es sobre Béla Viktor János Bartók, nacido el 25 de marzo de 1881. Gracias a la vena musical que le heredó su madre (una pianista semi-profesional), al iniciar su adolescencia empieza sus primeros estudios musicales en Pozsony —ciudad cercana tanto a Viena como a Budapest— bajo la dirección de Lászlo Erkel. Más tarde, en 1899 el joven Bartók ingresa en la Real Academia de Música de Budapest, donde continúa estudiando piano y composición con István Thomán y János Koessler, aunque debe suspender sus lecciones en 1900 debido a una fuerte neumonía. Con todo, 3 años después toma clases con Ernő Dohnányi en Gmunden. Ese mismo año ya se registran sus primeras composiciones: el poema sinfónico Kossuth y la Primera Rapsodia para Piano y Orquesta.

¿En qué mundo cabe vincular a Beethoven con Bartók? ¿En dónde quedan Schubert, Schumann, Brahms, Liszt? La respuesta es sencilla pero admirable: en el género de los Cuartetos para Cuerda.

En ello quiero ser claro y directo, y a la vez conciente de que luego de estas líneas he de recibir pedradas de todos lados: NO EXISTE ningún compositor u obra entre los Últimos Cuartetos de Beethoven y los Seis Cuartetos de Béla Bartók que pueda considerarse al mismo nivel creativo que lograron ambos maestros.
En el período de tiempo transcurrido desde el último Cuarteto de Beethoven y el primero de Brahms hay obras muy bellas (destaco los Cuartetos de Schubert y Dvořák), pero en mi modesta opinión ninguna alcanza los niveles creativos establecidos por el sordo insigne… hasta llegar a los Cuartetos de Bartók.

Necesario es decir que Brahms tiene su punto más débil con sus Cuartetos. Quizá sus Cuatro Sinfonías sean naturales herederas del talento de Beethoven; sin embargo, con sus Cuartetos es otro cantar. Mi querido amigo Elgatosierra matiza sabiamente mi comentario al señalar que “…los eslabones entre los cuartetos de cuerda de Beethoven y Bartók son los siguientes: Schubert - Cuarteto en sol mayor, D. 887; Smetana - Cuarteto en mi menor, ‘De mi vida’; y Dvořák - Cuarteto nº 14 en Sol mayor, Op. 105 — ¡todos ellos grandísimas obras maestras!…”.

Luego de los Cuartetos de Bartók, se tienen los espectaculares esfuerzos realizados en este género por Shostakovich y más tarde por Alfred Schnittke y Wolfgang Rihm. Contemporáneamente a Bartók también son destacables las obras escritas para este género por los tres maestros de la Nueva Escuela Vienesa (Berg, Schoenberg y Webern). Con todo, insisto en mi humilde opinión: la cúspide del género durante el siglo XX la alcanza Bartók con sus seis joyas.

Para entender el arte de Bartók es necesario contextualizarlo considerando tres grandes aspectos:
  • Primero, su faceta de pianista-concertista;
  • Luego, la de compositor;
  • Por fin la de etnógrafo-investigador musical, la cual no se expande hasta que une sus talentos con Zoltán Kodály en 1905.
Cada una de estas facetas están íntimamente asociadas, sin que se las pueda abordar por separado en la vida artística de Bartók.
  • Tómese el caso que sus dos primeros conciertos para piano, compuestos para uso del propio compositor en su carrera de concertista. Son dos obras a la medida de su potencial interpretativo. De la misma forma, desde su debut en dueto con su propia madre, constantemente se le vinculó a otros artistas en obras para dos pianos o piano a cuatro manos, en particular con su alumna y posterior segunda esposa Ditta Pasztory.


Otros dúos famosos lo formó con el joven prodigio del violín Ferenc Vecsey, con el que realizó una gira por España en 1906; con el también violinista Joseph Szigeti, y con el clarinetista Benny Goodman, para los que compuso obras adaptadas a los conjuntos instrumentales formados por estos grandes músicos y el propio Bartók como pianista (como por ejemplo los Contrastes para violín, clarinete y piano).

Sighişoara, en los Cárpatos transilvanos

  • Como etnomusicólogo, junto con Kodály reunió y analizó de forma sistemática expresiones musicales del folclore de su país y de otros orígenes que recogió en una admirable obra de investigación. De esta colaboración surgieron más de 7.000 partituras repartidas en 12 volúmenes (de las cuales 2.700 son de origen magiar, 3.500 magiar-rumanas y varios cientos de origen turco y del norte de África), llegando a incluir registros fonográficos tomados con los artistas vernáculos originales.

Pese a este enorme recurso de referencia, Bartók sólo de forma ocasional incluyó directamente melodías folclóricas en sus composiciones. Más bien usó este antecedente como base para estructurar un estilo personal dotado de gran fuerza y energía, con entornos melódicos inusuales y ritmos asimétricos y a contratiempo, según los conceptos y esquemas propios de la música folclórica de los Balcanes y de Hungría.

  • Su música, dentro del contexto de la primera mitad del siglo XX, no sigue los caminos de la atonalidad, sino que con mucha creatividad mantiene un núcleo tonal personalizado bastante alejado de los modelos tradicionales. Gran parte de su música es cromática (es decir, usa las notas contiguas a una de referencia). Al igual que las últimas obras de Beethoven usa muy a menudo formas muy contrapuntísticas, entretejiendo distintas líneas melódicas y sirviéndose artísticamente de la disonancia. Le gustaba el uso de acordes por su sonoridad y era muy hábil para encontrar atmósferas y colores musicales, tanto en el piano como en conjuntos orquestales de cámara y de gran sinfonismo.


Todo lo anterior se hace especialmente notable en los Cuartetos para Cuerda. Estas obras maestras son una expresión artística que integra mucho de la herencia musical del pasado, mezclado con la faceta musical etnográfica y con la audacia de las técnicas compositivas de Bartók en las cuales, sin llegar a los extremos modernistas del dodecafonismo y las técnicas seriales, aborda con gran ingenio la introducción de patrones matemáticos en su composición (con las series de Fibonacci y la Proporción Áurea) combinados con una paleta cromática muy variada. En ello, es el único compositor que logra resultados musicales con frescura e ingenio semejantes a lo conseguido por Bach en su propia época.

El proceso creativo de Bartók en sus cuartetos casi abarca la totalidad de su vida musical creativa. Entre el Primero y el Sexto transcurren 30 años y se erigen como la columna vertebral de su genio musical dentro de su acervo de composiciones, que integran algo más de un centenar de obras (catalogadas por el musicólogo Szollosy). En sí mismos, los cuartetos bartokianos poseen enorme unidad y coherencia, y visualizan en su desarrollo todas las etapas expresivas de su arte.
En la siguiente entrega, Ernesto analizará en detalle los cuatro primeros cuartetos del creador húngaro. Gente del Siglo XX, sonrían: aquí se acuerdan de ustedes.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

No sabes hasta qué punto coincido contigo en la entrada. Ya era hora que alguien se atreviese a decir lo que tú has afirmado.

Para cuartetos, Beethoven, Bartok y... Si me lo permites, Shostakovich.

Seguiré muy de cerca esta serie tuya.

Un fuerte abrazo, Joaquín

Anónimo dijo...

Perdona, Joaquín, no había leído el resto de la entrada ¡Qué lujo!

¡Ay, Brahms! Pero, bueno, nos dejó un excelente quinteto para clarinete. Algo es algo.

Extraordinaria tu disertación para entender a Bartok. Me ha encantado.

Saludos de nuevo y perdona por mis repetidos comentarios.

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Leiter! Qué gusto recibirte por estos lados... Mira, en esta entrada sólo soy el editor; los méritos se los lleva Ernesto Nosthas, mi amigo y redactor invitado. Se caracteriza por su visión de conjunto, en la cual da a cada cosa su lugar.

Yo concuerdo en que los Cuartetos de Brahms —por mucho que me pese— no se remontan tan alto como sus sinfonías, pero como tú dices, está el Quinteto. Y los Tríos. Y las Sonatas para clarinete, y ... pero claro, no son cuartetos. Bartók se impone en esa área. Amén, Ernesto, amén.

(Prefiero a Dvorák... jaja)

Una amiga magyar... dijo...

Lo único que puedo decir es que tengo el lujo de tener al redactor y al responsable musical como amigos. Bartok... ¡Vaya lujo escucharlo en ésta versión!... Sus cuartetos reflejarán entonces su transición en la vida y un extraordinario amor a la tierra. Inicia la travesía en el primer movimiento del primer cuarteto. Es la obra de quien inicia el tránsito por la vida... En el último movimiento del sexto por última vez regresará a la tierra que en breve le espera esta vez para siempre... Tal vez ése sea el encanto de Bartok, que aún al final
no blasfema...

Arnoldo dijo...

Con respecto a Brahms y sus cuartetos para cuerdas, yo creo que no hay que hacerle absolutamente ningún reproche en cuanto a que sus cuartetos no son "beethovenianos" o algo así,cada uno en su contexto y no por ello los cuartetos de Brahms se los puede menoscabar, en cuanto a Beethoven en los últimos cinco alcanza cimas casi metafísiscas que solo en la última obra de Bach también las encontramos, es un espíritu muy alemán que llevaría más tiempo analizarlo.
Gracias
Arnoldo

Elgatosierra dijo...

Jamás pensé que algo así podría llegar a suceder. Ya me parecía raro que alguien fuera capaz de subir los Cuartetos del GIGANTE de Bonn, como para que se atrevieran a subir los de Bartók. ¡La locura!
Y quién podría haberlo hecho sino nuestro amigo Ernesto, auspiciado por nuestro estimado anfitrión QUINOFF. Su valentía es encomiable.
Como cualquier melómano aficionado a la música de cámara he escuchado cientos de veces estos maravillosos cuartetos de cuerda, y los tengo colocados en el pedestal de las obras maestras. Extrema concisión, experimentación técnica, collages musicales, atrevidos ruidos y clusters... Las novedades que aporta Bartók son preciosas y precisas.
Amigo Ernesto, no te tiraré yo piedras por las cosas que dices, sino antes bien bombones y pétalos de rosas por igual.
A los nombres de Berg, Rihm, Schnittke, Schoenberg, Shostakovich y Webern que tú apuntas, yo añadiría, dentro de aquél periodo, los de Hindemith, Janácek, Simpson, Szymanowski y Villa-Lobos, y más recientemente los de Babbit, Cage, Carter, Krenek, Ligeti, Lutoslawski, Schnittke, Scelsi y Wuorinen.
Poco a poco voy a disfrutar, muy a mi sabor, de esta maravillosa integral del Cuateto Takács que nos regalas, y que tengo por la mejor que hay actualmente en el mercado.
Y la edición del post por QUINOFF, una vez más, y como ya nos tiene acostumbrados, de MATRÍCULA DE HONOR.
Amigos Leiter y Arnoldo, se os saluda muy cordialmente.
Amiga magyar, estoy seguro que si usted se animara podría ofrecernos una maravillosa serie con Bartók como protagonista. Qué le parecería, por ejemplo, el Concierto para Orquesta, los Conciertos para Piano y Violín, el Mandarín Maravilloso, la Música para Cuerda, Percusión y Celesta, la Suite de Danzas para Orquesta, lo más selecto de su Música para Piano, y, si pudiera ser, incluso El castillo de Barba Azul. Estoy seguro que por aquí muchos le quedaríamos eternamente agradecidos.
Salud, paz y unas sonrisas para Béla, Ernesto y Quinoff.
Elgatosierra

 
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