viernes, 18 de noviembre de 2016

prosa | MARCEL SCHWOB

Marcel Schwob

“Vidas Imaginarias”

(fragmento del Prólogo)

El arte es lo opuesto a las ideas generales, no describe sino lo individual, no desea sino lo único. No califica, descalifica. Por más que nos preocupen, nuestras ideas generales pueden ser parecidas a las que están en curso en el planeta Marte, y tres líneas que se cortan forman un triángulo en cualquier punto del universo. Pero observen la hoja de un árbol, con sus caprichosas nervaduras, sus colores que varían por efecto de la sombra y el sol, la hinchazón levantada por la caída de una gota de lluvia, la picadura que le deja un insecto, la huella plateada del pequeño caracol, el primer dorado mortal que ha marcado el otoño; y busquen una hoja exactamente igual en todos los grandes bosques de la tierra: los desafío a que lo hagan. No hay ciencia del tegumento de una hojuela, de los filamentos de una célula, de la curvatura de una vena, de la manía de una costumbre, de los rodeos de un carácter. Que tal hombre tenga la nariz torcida, un ojo más alto que el otro, la articulación del brazo anudada; que tenga la costumbre de comer a tal hora una pechuga de pollo, que prefiera un vino generoso al château-margaux, eso es lo que no tiene parangón en el mundo.

(…) Las ideas de los grandes hombres son el patrimonio común de la humanidad; lo único que cada uno de ellos posee son sus extravagancias. El libro que describa a un hombre con todas sus anomalías será una obra de arte, como esas estampas japonesas en que se ve eternamente la imagen de una pequeña oruga captada alguna vez a una hora determinada del día.

(…) El pintor Hokusai esperaba alcanzar, cuando tuviera cien años, el ideal de su arte. En ese momento, decía, toda línea y todo punto trazado por su pincel estarían vivos. Nada más parecido que los puntos y las líneas: la geometría se funda sobre este postulado. El arte perfecto de Hokusai exigía que nada fuese más diferente. Así, el ideal del biógrafo debería diferenciar ínfimamente el aspecto de dos filósofos que hayan inventado, más o menos, la misma metafísica. (...) El arte del biógrafo consiste justamente en elegir. No se debe preocupar por ser verdadero; debe crear, dentro de un caos, rasgos humanos. Leibniz dice que, para hacer el mundo, Dios eligió entre lo mejor de las cosas posibles. El biógrafo, como una divinidad inferior, sabe escoger, entre las cosas humanas posibles, aquella que es única. No debe engañarse sobre el arte, como Dios no se engañó sobre la bondad. Es necesario que el instinto de ambos sea infalible. Pacientes demiurgos han reunido para el biógrafo ideas, movimientos de fisonomía, acontecimientos. Su obra se encuentra en las crónicas, las memorias, las correspondencias y los escolios. En medio de esta grosera reunión, el biógrafo prefiere aquello con lo que ha de componer una forma que no se parezca a ninguna otra. No es útil que se asemeje a la que en el pasado fue creada por un dios superior, con tal de que sea única, como toda creación distinta.
Marcel Schwob (André Mayer)

viernes, 11 de noviembre de 2016

In Memoriam :: LEONARD COHEN

CohenLeonard Cohen, inolvidable

Una leyenda nos ha dejado: ayer 10 de noviembre supimos de la muerte del poeta, novelista y cantautor canadiense Leonard Cohen (* Montreal, 21 Sep 1934 ~ † Los Ángeles, EE.UU., 7 Nov. 2016).

No deja de ser una sorpresa. Aunque tuviera ya 82 años, Cohen no estaba retirado; es más, su último álbum lo lanzó hace menos de un mes atrás (You Want It Darker, 21 Oct. 2016). En ese álbum, el cantautor cultiva un tono especialmente oscuro y melancólico que lo dejó personalmente muy satisfecho y encontró eco entusiasta en público y crítica.

¿Con qué materiales construyó su obra artística? Este genial descendiente de rabinos lituanos sintió predilección por tres temas principales: el amor, la religión y las relaciones de pareja. Con su voz de registro grave impregnó de melancolía las reflexiones incesantes sobre dichos tópicos, resultando en letras que la Wikipedia describe como “muy emotivas y líricamente complejas”.

Despido a este músico y a la vez poeta consumado con una de sus grandes canciones —de hecho, mi favorita— que lo muestra en su esplendor, “Dance Me to the End of Love”. Obedece a la estructura de una canción de amor pero el violín acompañante asume el estilo característico del klezmer. No es por capricho, pues la canción está inspirada en el Holocausto. El propio autor comentó su significado:

“Es curioso cómo nacen las canciones. El origen de cada una está en una especie de grano o semilla que alguien te entrega, o que el mundo te da, y por eso el proceso de escribirlas es tan misterioso. Esta canción en particular nació tras escuchar o leer o saber que en algunos campos de concentración, al lado de los crematorios, un cuarteto de cuerdas era presionado a tocar mientras sucedía aquel horror. Tocaban música clásica mientras sus compañeros de prisión eran asesinados y quemados. Por tanto, esa frase «llévame bailando hasta tu belleza con un violín ardiente» significa la belleza como consumación de la vida, el final de la existencia y el elemento pasional presente en esa consumación. Pero utiliza el lenguaje con que nos entregamos a la persona amada. Por eso no importa conocer el origen de la canción: si su lenguaje proviene de ese recurso apasionado, será capaz de abarcar toda acción apasionada”.

martes, 8 de noviembre de 2016

In Memoriam :: ZOLTÁN KOCSIS (1952-2016)

KocsisZoltán Kocsis, maestro húngaro del piano

El 6 de noviembre pasado no sólo fue la fecha en que murió Chaikovsky, sino desde ahora también será el día en que nos dejó Zoltán Kocsis (Budapest, * 30 Mayo 1952 ~ † 6 Nov. 2016).

Kocsis tenía 64 años, edad aún temprana para una carrera como la musical, que puede extenderse largamente... pero su salud cardíaca venía decayendo desde hace algunos años. Genial maestro del piano y músico de inmensa versatilidad, fue compañero de generación del reconocido director Iván Fischer, con quien fundara en 1983 la Orquesta Festival de Budapest. Precisamente ayer Fischer utilizó las redes sociales para enaltecer a su colega y amigo: Kocsis, escribió, “era un gigante de la música, uno de los pocos genios. Su influencia en su generación fue inmensa”.

Zoltán Kocsis se sentó ante un piano con sólo tres años de edad, llegando a dominar el instrumento con las virtudes de un gran maestro. No por nada, aquella legendaria colección de discos aparecida a fines de la centuria pasada bajo el título “Grandes Pianistas del siglo XX” incluye al pianista húngaro en el volumen 59. Ahí fue donde yo pude escucharlo conscientemente por primera vez, y me impresionó el control extraordinario del color gracias a una pulsación magistral. No sólo resolvía las dificultades técnicas sin mayor alarde, sino era capaz de imbuir su interpretación con inmensas dosis de variedad tímbrica y mucha introspección, algo que me hacía relacionarlo con su paisano András Schiff.

Así pues, hoy recordaré al premiado maestro húngaro con Debussy, primero, en su delicadísimo Clair de Lune de la Suite Bergamasque. Y luego Schubert, en el primer movimiento (Molto moderato) de la monumental Sonata en Si bemol, D. 960.

domingo, 6 de noviembre de 2016

CHAIKOVSKY :: Sinfonía # 5 en Mi menor

Tchaikovsky


Fragmento del Andante - Allegro con anima que abre la 5ª Sinfonía

Hay acuerdo en considerar a Chaikovsky como el mayor sinfonista ruso del siglo XIX, cuando menos en la vertiente occidentalizada de la Escuela Rusa (esa vertiente ligada a los centros de instrucción formal establecidos en Moscú y San Petersburgo, donde la enseñanza impartida tomaba muy en cuenta el modelo de Europa central). En la otra vereda, la de la vertiente nacionalista, refractaria a toda influencia extranjera, la sinfonía también encontró maestros: Mili Balakirev y sobre todo Aleksandr Borodín. Pero, aun con los hallazgos creativos de estos últimos, Chaikovsky fue el mejor de todos. El veredicto del tiempo ha sido claro.

De las seis obras firmadas por el ruso, las últimas tres son las que han acaparado siempre más prestigio y mayor número de interpretaciones. Stravinsky lo resumió en su estilo cáustico: «Chaikovsky sólo tiene tres sinfonías: la cuarta, la quinta y la sexta».

En su Sinfonía nº 5 —en Mi menor, Op. 64— el maestro evocará esa sensación de fatalidad que parece rasgo común del mundo eslavo en general, explotando la idea del Destino tal como hiciera antes Beethoven en su propia quinta sinfonía. Pero, si el alemán se declara triunfador al cabo de sus cuatro movimientos, el ruso no culmina su manifiesto sonoro con igual convicción. En su lugar asoma la atemorizada resignación que la sinfonía siguiente —su famosa Patética— dejará en evidencia.

La Quinta, que algunos siguen considerando su mejor sinfonía pese a las ácidas críticas que recibió en Rusia el día de su estreno y la poca estimación del propio compositor, concentra lo más elevado de su inspiración en los primeros tres movimientos.

  • El fantástico primer movimiento inicia en Mi menor con la voz de los clarinetes bajos, los que cantan el tema del Destino con oscura melancolía. Este tema regresará una y otra vez durante toda la sinfonía para generar un efecto de cohesión estructural y psicológica. Eso delata el cuidado puesto en la construcción formal —detalle que siempre causaba inseguridad en el de por sí dubitativo Chaikovsky—.

  • El lírico segundo movimiento regala uno de los solos de trompa más hipnóticos de toda la literatura musical, una larga melodía cuya inspiración nunca decae, marca de genio de este «maestro de momentos inolvidables». Marcado como Andante cantabile, con alcuna licenza, el movimiento constituye por sí solo una obra maestra aparte.


Fragmento del Andante cantabile

  • El tercer movimiento es un Vals —refinado, perfectamente adecuado a la trama sinfoníca como los minuetos de Haydn y Mozart— que ofrece una alternativa al scherzo patentado por Beethoven.

  • Y llegamos entonces al Finale. Esta parte de la sinfonía no tiene el magistral acabado de los movimientos precedentes... pero aun así, un maestro sigue siéndolo en todo momento. Chaikovsky imita la ocurrencia de Beethoven en su 5ª (el final en tonalidad mayor) y lleva su propio Tema del Destino a un luminoso Mi mayor, despejando las penumbras del principio y lanzándose pronto a una desbocada secuencia donde la orquesta exhibe combinaciones tímbricas extraordinarias y un empuje vehemente. En los acordes finales Chaikovsky se permite juegos rítmicos y tímbricos que regocijan al oyente y lo empujan al aplauso.

El compositor plasmó buena parte de su alma en las páginas efervescentes, dramáticas, soñadoras y anhelantes de esta Sinfonía extraordinaria, cuya suerte no fue la mejor en Rusia al estrenarse, como ya dijimos, pero en cambio fue acogida con asombro y fervor en Europa y Norteamérica.

carátula

La Quinta de Chaikovsky es una de mis sinfonías favoritas. Y aquí la comparto con ustedes en una versión que le hace total justicia: Herbert von Karajan, que fue un GRAN intérprete de Chaikovsky, al frente de la Filarmónica de Berlín en la década del 60 del siglo pasado, cuando enriqueció la historia del disco con interpretaciones de calidad sin igual (dicen las malas lenguas que ni siquiera él mismo volvió a visitar las mismas cumbres en las décadas que vinieron).

La orquesta se comporta como una máquina de virtuosismo estremecedor. Los bronces, en particular trompetas y trombones, desgarran las texturas de las cuerdas —nervio mismo de la filarmónica— o bien se desvanecen en las voces graves de las maderas, que tienen importancia tímbrica en esta sinfonía. El temperamental genio ruso encontró un traductor en el gran director austríaco. Por fin, y a modo de bonus, completa el disco el famoso Capricho Italiano, en Mi mayor, de cuya interpretación aquí puedo celebrar las mismas virtudes instrumentales.

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domingo, 16 de octubre de 2016

FURTWÄNGLER · Conversaciones sobre Música

El reciente Nobel de Literatura concedido a Bob Dylan, al margen de las encendidas disputas que sigue alentando en las redes sociales, me ha dado la idea de compartir aquí algo de literatura —en su acepción amplia y verdadera— venida de un músico extraordinario, esta vez Wilhelm Furtwängler hablando sobre música con Walter Abendroth:

El compositor y la sociedad


Abendroth: Hoy la política pretende que el arte se adapte a ella, que la sirva. En cualquier caso, no se puede negar que, hasta cierto punto, el arte está sujeto a limitaciones nacionales.

Furtwängler: Es cierto que el arte, y en particular la música, que en mayor grado que cualquier otro arte da noticia de la realidad interna de los pueblos, está sujeto de alguna forma a limitaciones nacionales. No obstante, lo está de una manera diferente de la que suelen imaginarse los políticos. El arte no tiene nada que ver con mercados de consumo, doctrinas, democracia, comunismo, etcétera. Tampoco habla de los pueblos que practican una política imperialista y llevan a cabo conquistas. No tiene nada que ver con el odio entre los pueblos, sea cual sea la razón, el lugar y el modo en que aparezca. Nada dice de la política de una nación—política siempre efímera—, pero sí de su eterna esencia. No habla del odio de una nación, sino de su amor. Habla de las personas, cuando son «ellas mismas», cándidas, confiadas, sencillas, orgullosas, partes de una humanidad feliz que abraza a todos. Por diferentes que sean las naciones europeas—tan diferentes como sólo pueden serlo las verdaderas individualidades—, las une un vínculo común, invisible, subterráneo. En este sentido podemos incluso decir de la música, este «último» arte de Europa, que tiene una eminente función política. La música, al parecer la más irreal de las artes, nos ofrece, más que cualquier otra, la prueba más profunda y definitiva de que «Europa» no es una manía, ni la invención de un cerebro ocioso. En ninguna otra parte el alemán se acercará al italiano más abiertamente, con menos reservas, nunca lo comprenderá mejor que en las obras maestras de Rafael, Ticiano, Verdi. En ninguna otra parte parecerá el ruso más inteligible y amable que en sus grandes escritores y músicos. ¿Y dónde el enigmático alemán se comprenderá mejor a sí mismo, dónde será mejor conocido y... amado que en Bach y Beethoven, en Schubert y Mozart?

A: A pesar de todo no se puede negar que la división en naciones, tal como se ha ido configurando en el curso del tiempo, se hace notar con más y más fuerza también en la vida musical. La música alemana y la francesa son muy diferentes hoy una de otra, tanto en la forma como en el fondo.

F: Por supuesto, como debe ser con las individualidades. Hay separación, conflicto y tensión entre ellas, pero también muchas cosas en común, esferas en las que no se tienen por extrañas una a la otra, sino como un complemento. Lo demuestra la historia de la música en Europa. ¿No conquistaron el «mundo» igualmente Wagner, Bizet y Verdi? Y hablando de Alemania, músicos puramente alemanes como Bach, Beethoven y en cierto modo más recientemente también Brahms, ¿no se convirtieron en figuras comunes a toda Europa?

Overbeck Alegoría de Italia y Alemania (1828) / Friedrich Overbeck

Desde luego, toda nación, como todo individuo, tiene tendencia a afirmarse a sí misma. Y si un día se creía y se esperaba que los modernos medios de transporte y las actuales posibilidades de contacto para un mutuo acercamiento pondrían fin a la separación de las naciones y al chovinismo, se equivocaban. Más bien parece que la existencia de numerosos puntos de contacto entre los pueblos ha tenido como consecuencia exactamente lo contrario a un mutuo entendimiento, esto es, el miedo a la influencia extranjera y con ellos una excesiva afirmación de la propia identidad. Esta autoafirmación—sea cual sea la base que pueda tener—no es lo que pretende ser, es decir, una señal de fuerza.

(…) No vamos a tener a menos el amor de los franceses por Debussy ni el de los alemanes por Bruckner. Pero, aunque fuera cierto que Debussy sólo puede ser enteramente apreciado por un francés y Bruckner, con su particular modo de ser, sólo por un alemán, esto no los haría mejores. Tendría más sentido concentrarse en los aspectos en los que ninguno de ellos es un simple exponente de una nación limitada, sino que los dos son músicos de toda Europa.

Furtwängler en el blog

lunes, 10 de octubre de 2016

BORODIN :: Sinfonía nº 2 etc. / Loris Tjeknavorian

Bilibin Príncipe Igor

BORODIN es un apellido conocido y respetado en la música clásica. Está asociado al exotismo dentro del exotismo, vale decir, a una radiante vena asiática dentro de la música rusa. Aleksandr Porfírievich Borodín —tal fue su nombre— llevaba en su propia sangre ese ingrediente “exótico”: culturalmente ruso, era hijo ilegítimo de un príncipe georgiano, Luka Gedevanishvili, que según las costumbres de entonces registró al vástago con el apellido de un sirviente suyo, pero se ocupó siempre de él y no lo olvidó en su testamento.

La esmerada educación del joven Borodín incluyó lecciones de piano y música que develaron pronto su innata facilidad, a la que él mismo no prestó demasiada importancia. En cambio eligió la carrera de medicina y la especialización de química. En este campo contribuyó de manera brillante: en 1861 descubrió la llamada reacción de Borodín-Hunsdiecker; al año siguiente sintetizó el primer compuesto orgánico fluorado, el fluoruro de benzoílocon; y en 1872 llegó al descubrimiento de la reacción aldólica, hasta hoy una herramienta fundamental para la industria química.

Pero la música persistía en su interior. Seguía siendo un amado pasatiempo —siempre se consideró un científico aficionado a la música— hasta el día en que tomó contacto con el puñado reunido en torno a Mili Balákirev. Eso alimentó por fin su llama creadora: junto a su amigo Mussorgsky, Borodín fue quien mejor perfiló una nítida personalidad artística, firmando obras extraordinarias que, por desgracia, no fueron muchas; el músico sólo aparecía cuando el científico descansaba (y esto no sucedía a menudo). Para colmo de males, su frágil salud fue fulminada repentinamente durante un baile en la Academia de Medicina, el 27 de febrero de 1887, por una rotura de aneurisma de aorta. Tenía 53 años de edad.

Destellos de Oriente en la Escuela Rusa

En su catálogo —donde la alta calidad compensa, y mucho, la brevedad— Borodín logró cualidades notables que lo diferenciaron de sus colegas. En primer lugar, fue el miembro del Grupo de los Cinco que más se orientó hacia la “música absoluta” o abstracta, escribiendo sinfonías (dos completadas y una tercera inacabada) y música de cámara (tríos, cuartetos, quinteto con piano y sexteto para cuerdas, canciones y música para piano).

No desdeñó el poema sinfónico (“En las Estepas del Asia central”) ni la ópera (“Príncipe Igor”).

En todas partes dejó la huella de una segunda gran característica: la belleza de su inspiración melódica, llena de un profundo lirismo. Su producción abunda en episodios inolvidables; hasta Hollywood se fijó en ellos. ¿Ejemplo? La famosa canción que entona el personaje masculino en esta película de 1955...

Quitando el exceso de almíbar y la refundición de estilos made in America, subsiste aún la inspiradísima melodía de las Danzas Polovtsianas. El filme se llama “Kismet”, de 1955, y se basa en el musical homónimo de 1953, con adaptación musical de Robert Wright y George Forrest a partir de música de Borodín. Ambos supieron ver la idoneidad del compositor para ambientar una trama oriental; justamente ahí está un gran aporte de nuestro músico a la Escuela Rusa, como precisa Josep Pascual:

“Borodin fue artífice de una música netamente nacionalista, fiel al ideario de los Cinco, inspirándose a menudo en el folclore eslavo en general y ruso en particular (entendido éste de un modo amplio, incorporando en sus obras un exotismo, en absoluto superficial, que bebe de las tradiciones orientales y que influyó considerablemente en su lenguaje armónico, considerado con razón como precursor del impresionismo francés).”

Tjeknavorian Vamos a la música. Esta vez escucharemos música de Aleksandr Borodín en versión del maestro armenio-iraní Loris Tjeknavorian dirigiendo la National Philharmonic Orchestra.

Sobre esta orquesta hay que saber que no existe... o más bien, sólo se reunió en estudios de grabación del sello RCA a contar del año 1964. Utilizó también otros nombres, como «RCA Victor Symphony Orchestra» o el más conocido «London Promenade». En los años que duró, mantuvo siempre un alto estándar de calidad; reclutó sus componentes de las mejores orquestas británicas, particularmente la Filarmónica londinense, y conoció ilustres batutas en su podio.

discoEl presente registro se compone de una memorable selección de música de Borodín, comenzando con la Sinfonía número 2 en Si menor, considerada la mejor de las tres que alcanzó a escribir. A continuación oirán el cuadro orquestal «En las estepas del Asia Central», significativamente dedicado al creador del poema sinfónico, Franz Liszt. Aquí Borodín despliega de manera magistral sus capacidades como fino orquestador —mucho más transparente en sus combinaciones que los demás maestros rusos, salvo Chaikovsky—, su ya mentada belleza melódica y una mano muy segura para crear efectos como el inolvidable contrapunto de temas en la sección final.

Por fin, el registro concluye con una selección instrumental de la ópera «El Príncipe Igor», obra maestra inconclusa del compositor que fuera terminada por dos geniales amigos, Rimsky-Korsakov y Glazunov, quienes habían acompañado su largo proceso de gestación (de 1869 a 1887). Aquí están presentes la Obertura —cuenta la leyenda que Glazunov salvó para la posteridad esta pieza gracias a su memoria excepcional: en los papeles de Borodín no apareció la obertura de la ópera, pero Glazunov la había escuchado al piano tocada por el difunto compositor para sus cercanos, y así pudo reconstruirla cabalmente...— seguida por una poco escuchada Marcha polovetsiana, que condensa el barbarismo del pueblo nómada al que debe derrotar el protagonista; por fin, el registro concluye con las célebres Danzas polovetsianas, sumándose a los intérpretes el «John Alldis Choir».

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martes, 4 de octubre de 2016

Día de la Música (en Chile)

Los Jaivas

Hoy se celebra en Chile el “Día Nacional de la Música Chilena”, que coincide con el natalicio de Violeta Parra Sandoval, inmensa artista popular que supo darle formulación universal a las melodías que brotan en la sencillez de los campos y paisajes del país; melodías que ella salió a buscar en su momento, embebiéndose de autenticidad (una hazaña que me recuerda siempre las aventuras tan similares de Bartók y Kodály a la caza del folklore de su propio país, allá en Europa).

Sumándome al festejo cuelgo en esta página la canción “Mira Niñita” de Los Jaivas, mítico grupo chileno de proyección internacional. Difícil elegir una sola etiqueta que pueda resumir su estilo, aunque su nicho más frecuente es el folk-rock con una calidad que lo sitúa fácilmente en el rock progresivo. Esta canción en concreto recorre apenas tres acordes, Fa-Do-Sol, en una hipnótica repetición que abre espacios para el lucimiento de guitarras y percusión, además del piano. A eso se suman otros timbres como la flauta dulce y el sintetizador con sonido de campanas que evoca una ronda infantil. La críptica letra fue escrita por el propio vocalista, el “Gato” Alquinta, sin nunca develar el trasfondo de su inspiración. Este conjunto de elementos les alcanza a Los Jaivas para firmar una de sus más inolvidables creaciones:

lunes, 3 de octubre de 2016

In Memoriam Sir NEVILLE MARRINER

Sir Neville MarrinerSir Neville Marriner se mantuvo siempre lejos de la imagen de divo de la batuta

Nos deja otra leyenda de la dirección orquestal: ha fallecido Neville Marriner (* Lincoln, [Inglaterra] 15 Abr. 1924 ~ † 2 Oct. 2016). Tenía 92 años de edad y aún seguía activo, protagonizando una de las trayectorias más longevas de su oficio. Vital, optimista, entusiasta, su perdurable juventud desmentía los años que acumulaba.

Su nombre está grabado a fuego junto a su famosa creación, la orquesta de cámara Academia de St. Martin in the Fields, formada con amigos de la Sinfónica de Londres cuando el propio Marriner era un violinista de profesión. No era director; aquel pequeño conjunto de cuerdas estaba formado por amigos que hacían música por puro placer. Sólo después comenzaron a ofrecer sus interpretaciones ante el público en la iglesia anglicana consagrada a San Martín, cuyo nombre acabarían adoptando.

Marriner merece figurar entre los artistas que marcaron rumbos en la música clásica del último medio siglo. Grabó incontables discos (todos quienes amamos el repertorio clásico tenemos al menos un registro suyo) demostrando siempre una portentosa calidad. Especialmente cercano para él fue Mozart, tanto, que supervisó la propia banda sonora de la película Amadeus —banda sonora que es uno de los muchos méritos del filme de Milos Forman—.

Con pesar despido a este gran maestro que se marchó súbitamente la madrugada del sábado pasado, pero nos enriqueció con un legado cuantioso. Eterna gratitud por eso, Sir Neville Marriner.

lunes, 19 de septiembre de 2016

SCHUBERT se sentaba junto al arroyo

En sus canciones, Schubert alude a menudo al agua que fluye. Hace un tiempo comentamos esta característica. Siempre habrá un arroyo, un lago o una orilla de océano en su producción. Las aguas que pasan recogen el lamento, animan la contemplación, despiertan el ensueño, inducen el reposo.

Esta vez nos sentaremos con Franz Peter cerca de un curso de agua. Les comparto cuatro videos con sendas canciones que sitúan al protagonista junto a un riachuelo; la primera de ellas pertenece al ciclo «Viaje de Invierno» y se titula Auf dem Fluße («En el Arroyo»). Así la resume Wikipedia:

El caminante se encuentra a orillas de un río, hoy helado y silencioso, en el pasado, alegre y sonoro. Escribe sobre el hielo el nombre de su amada. Su corazón se le parece, pues bajo la corteza helada late un rugiente torrente. El comienzo recuerda a “Buenas noches”, y es de nuevo un lied en ritmo de caminante. El recuerdo del pasado está de nuevo en tono mayor. La última estrofa está muy acentuada, para indicar que bajo su apariencia helada, el caminante está intensamente emocionado.


Sigamos con una canción famosa: Die Forelle («La Trucha»). Su alegre melodía (de neto sabor popular) es una de las más recordadas del fecundo compositor. Tomo descripciones del Blog de Atticus y el de Santiago Rusiñol:
El Lied La Trucha (op. 32 / D 550) fue escrito en la primavera de 1817 sobre un texto del músico y poeta Christian Friedrich Schubart. Las dos primeras estrofas narran la observación de una trucha feliz en un riachuelo. En la tercera estrofa, un pescador la atrapa jugando sucio. La pieza, a pesar de su estructura sencilla, fue una de las más trabajadas por el compositor, y rápidamente se volvió una de las más queridas del público. El piano sugiere en su acompañamiento el discurrir y balanceo de las aguas, mientras que la línea melódica representa a la inocente y despreocupada trucha que nada en el arroyo.


El último ciclo de canciones de Schubert fue publicado póstumamente bajo el título Schwanengesang (“Canto del Cisne”), sugiriendo una especie de testamento musical. En realidad fue una idea del editor, quien decidió organizar los últimos lieder schubertianos en el marco de una colección atractiva. Pese a lo arbitrario de su origen, el resultado logra unidad temática. “Canto del Cisne” incluye varias joyas de la música universal, como Abschied (“La Despedida”), Am Meer (“Junto al Mar”), Die Stadt (“La Ciudad”) y por supuesto, la celebérrima Ständchen (“Serenata”).

Pero si traigo a colación este ciclo es porque el maravilloso lied de apertura se refiere precisamente al agua que corre. Titulado Liebesbotschaft (“Mensaje de amor”), con poesía de Ludwig Rellstab, es un instante de gozo que la Wikipedia describe en estos términos:
El cantante invita a la corriente de agua a que lleve un mensaje a su amada; la música fluye como el agua en el arroyo.



Complemento la versión anterior con esta otra, inmensa, que nos traen Peter Schreier en la voz y András Schiff en el piano:

Para concluir, una aportación espléndida y reveladora de nuestro amigo por tanto tiempo, Elgatosierra. Le consulté a este querido y bailarín melómano, firme devoto de los lieder de Schubert (“Schubi”) por una sugerencia para esta entrada y me recomendó Auf dem Strom («En el río») D. 943, canción que enriquece el habitual binomio voz/piano con la presencia del Corno francés. Es una de las últimas maravillas escritas por Schubert antes de dejar este mundo, y el solo del corno aporta brillo esplendoroso. Tomo las palabras de mi amigo para completar la presentación:

Hay una bonita y pequeña historia sobre este lieder. Según parece SCHUBI compuso este lied para un concierto dedicado por entero a música suya, posiblemente el último en vida del maestro, y que gestionó su círculo de amistades. Se celebraría el 28 de marzo de 1828 (él murió poco después, el 19 de noviembre) en una sala de la Sociedad Filarmónica de Viena. Algunos expertos afirman que el poema de Rellstab provenía de la biblioteca de Beethoven, hecho que da peso a la teoría de que este lied, con su referencia a la Marcha Fúnebre de la “Heroica”, intentaba ser un homenaje al gran maestro, que había muerto el año anterior, más o menos en el mismo día.

El lied trata de la separación, la unión y el discurrir de la vida hasta la muerte. Schubert, como cualquier romántico, podría hacerse identificado con esos pensamientos en cualquier momento de su vida, así que no sería equivocado asumir que esta vez vio en ellos la premonición de su propia desaparición, para reunirse en el más allá con su admirado Beethoven. Hay quien llega a identificar el sonido de la trompa con la llamada de la muerte.

Hay una versión en YouTube con tres monstruos monstruosos que le hacen plena justicia: Peter Pears en los gorgoritos; Dennis Brain soplando la trompa; y Noel Mewton-Wood acariciando las teclas del piano. ¡No tengo palabras para ponderar tanto arte!
Texto original en alemánTraducción al español
Nimm die letzten Abschiedsküsse,
Und die wehenden, die Grüße,
Die ich noch ans Ufer sende,
Eh' dein Fuß sich scheidend wende!
Schon wird von des Stromes Wogen
Doch den tränendunklen Blick
Zieht die Sehnsucht stets zurück!
Eh' dein Fuß sich scheidend wende!
Und so trägt mich denn die Welle
Fort mit unerflehter Schnelle.
Ach, schon ist die Flur verschwunden,
Wo ich selig Sie gefunden!
Ewig hin, ihr Wonnetage!
Hoffnungsleer verhallt die Klage
Um das schöne Heimatland,
Wo ich ihre Liebe fand.
Sieh, wie flieht der Strand vorüber,
Und wie drängt es mich hinüber,
Zieht mit unnennbaren Banden,
An der Hütte dort zu landen,
In der Laube dort zu weilen;
Doch des Stromes Wellen eilen
Weiter ohne Rast und Ruh,
Führen mich dem Weltmeer zu!
Nimm die letzten Abschiedsküsse,
Und die wehenden, die Grüße,
Die ich noch ans Ufer sende,
Eh' dein Fuß sich scheidend wende!
Schon wird von des Stromes Wogen
Doch den tränendunklen Blick
Zieht die Sehnsucht stets zurück!
Eh' dein Fuß sich scheidend wende!
Kann des Auges sehnend Schweifen
Keine Ufer mehr ergreifen,
Nun so schau' ich zu den Sternen
Auf in jenen heil'gen Fernen!
Ach, bei ihrem milden Scheine
Nannt' ich sie zuerst die Meine;
Dort vielleicht, o tröstend Glück!
Dort begegn' ich ihrem Blick.
¡Recibe los últimos besos del adiós
y los saludos vibrantes
que envío de nuevo por la ribera,
antes de que tu pie la abandone!
Las ondas rápidas del río
arrastran la barca
pero la nostalgia no cesa de recoger
las lágrimas que colman los ojos.
Así me llevan las olas
a una indeseable rapidez.
¡Ah, han desaparecido los campos donde
tuve la dicha de encontrarla!
Perdidos para siempre aquellos días de felicidad,
sin ninguna esperanza se pierden los lamentos
por el hermoso país
donde encontré el amor.
Mira cómo se desliza veloz la playa
y cómo aspiro regresar allá,
con inefables lazos que me atraen
hacia la cabaña, bajo la bóveda,
donde me gustaría tanto detenerme.
Pero las aguas del río,
sin tregua ni reposo,
me llevan hacia el océano.
Un escalofrío de horror me estremece
a la vista de este oscuro desierto,
alejado de toda grata ribera
donde ninguna isla aparece.
Ningún canto venido de la orilla
podría traerme dulces lágrimas de melancolía.
Sólo sopla el viento frío de la tempestad
sobre el lomo de las olas pardas.
Mis ojos errantes plenos de nostalgia
no perciben ya ninguna orilla
elevo ahora la mirada hacia las estrellas
en esas lejanías sagradas.
¡Ah, fue ante su dulce semblante
que la declaré mía!
Allá, quizás, ¡oh felicidad confortante!
encontraré su mirada.

sábado, 17 de septiembre de 2016

poesía | AJMÁTOVA



Hay en la intimidad un límite



Hay en la intimidad un límite sagrado
Que trasponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?.


Anna Andréyevna Ajmátova (Górenko)


martes, 13 de septiembre de 2016

“Leopold!”: Pequeña Fuga en Sol menor de BACH en transcripción orquestal

Bugs Leopold

¿Vieron ese cartoon en donde Bugs Bunny se disfrazaba de director de orquesta y caminaba al podio mientras los músicos, al verlo, exclamaban «Leopold!»? Pues bien, aquella era una parodia de un director real: Leopold... Stokowski. Aquí comparto un video en el que lo veremos dirigiendo uno de sus famosos arreglos orquestales de la música de Bach. La aparición ocurre en un programa de divulgación de música clásica emitido por la televisión de EE.UU., cuyo creador y presentador fue nada menos que «Leonard!». Sí, Leonard Bernstein.

Un poco más abajo encontrarán también el dibujo animado que aludí al principio. Los clásicos son los clásicos...

domingo, 4 de septiembre de 2016

ANIVERSARIO de BRUCKNER

BrucknerJosef Anton Bruckner

Se cumplieron 192 años desde el nacimiento de Bruckner, el gran sinfonista austríaco que llevó a nuevos (y culminantes) territorios la forma sinfónica en la segunda mitad del siglo XIX. Humilde y devoto hombre de pueblo venido de la “Austria profunda” —esas regiones interiores de los países donde aún perdura el alma de sus gentes—, fue un caso único: recién pasados los cuarenta años decidió volcarse a la composición, dando un giro a la carrera desarrollada hasta ese momento como consumado organista de iglesia y profesor de música.

Tan repentina determinación provino de un “rayo” que lo golpeó mientras tomaba clases con su segundo maestro, Otto Kitzler, violonchelista de la ópera de Linz. Ese “rayo” tenía nombre: Richard Wagner. Bruckner admiró al autor de la Tetralogía con sentimientos cercanos al culto religioso. Precisamente el estilo de Wagner fecundó el espíritu del tímido aldeano, impulsando en él una atrevida imaginación armónica y temática, en particularísimo equilibrio con su acendrada reverencia hacia las técnicas tradicionales de construcción formal.

  • A seguir dejo una obra que respira aún el clima de la tardía etapa de aprendizaje junto a Kitzler. Por entonces Bruckner escribió sus primeras obras orquestales. Los espíritus de Mendelssohn y Schubert custodian de cerca la “Obertura en Sol menor”. Aun así las señas de identidad se perciben rápidamente. Es que tratamos aquí con un artista de amores firmes. Su estilo nunca se vio adulterado. Progresó, cierto, pero siguiendo los rieles de su propia lógica. No en vano se ha bromeado con que escribió nueve veces la misma sinfonía. La pertinacia musical del gran compositor me parece como un artículo del Credo; es para él una convicción íntima que nunca abandonó. Interpretan esta obertura la Sinfónica de Pittsburgh dirigida por William Steinberg:

  • Si la obra precedente viene de las etapas iniciales de Bruckner como compositor, cierro este post con la última obra terminada por el maestro: la cantata “Helgoland” para coro masculino y orquesta, que vibra con la intensa fuerza de un creador dueño de todos sus recursos. Fue compuesta en abril de 1893 para el Coro Masculino de Viena, que celebraba entonces 50 años de existencia. El patriótico texto se debe a August Silberstein. Versión de Orquesta y Coro sinfónicos de Chicago bajo la dirección de Daniel Barenboim:

lunes, 29 de agosto de 2016

Reparando enlaces :: Agosto 2016

reposiciones link

Toca reponer enlaces en las “entradas pinchadas”, atendiendo peticiones recibidas y mi propio interés en la labor del Blog. Reitero: las obras puestas aquí tienen objeto didáctico e ilustrativo. Su propósito es alentar la pasión por el repertorio clásico. Pretendo también dar razones para adquirir los discos originales. Y es que los archivos digitales no compiten en calidad con el registro original. Puedo decir que mi colección personal de música debe tres cuartas partes de su tamaño a los descubrimientos obtenidos en la Internet, visitando otros sitios de música. La mejor música amerita el disco donde fue grabada. Se vuelve necesario. Por eso lo recomiendo.

Dicho esto, ¡a disfrutar!

» RACHMANINOFF: Greatest Hits
Varios Intérpretes

» SCHUBERT: Sinfonía en Do mayor 'La Grande'
Sinfónica de la Radio de Hesse / Ferenc Fricsay

» RAVEL: Música de Cámara
Varios Intérpretes

» WORLD ENCORES
Filarmónica de Oslo / Mariss Jansons

» SCHUMANN: Misa en Do menor
Coro y Orquesta de la Fundación Gulbenkian de Lisboa / Michel Corboz

» BORODIN: Sinfonía nº 2
Sinfónica de la Radio de Stuttgart / Carlos Kleiber
Sinfónica de la NBC / Erich Kleiber

Tengan todos una Buena Semana

Esperanza SpaldingEsperanza Spalding
...y para eso les propongo música de Tom Jobim, «Inútil Paisagem», en versión de las extraordinarias intérpretes Esperanza Spalding y Gretchen Parlato. Versión casi a capella, salvo el contrabajo de Spalding, la música resultante mezcla influencias de jazz, blues, bossa nova, etc., combinados con la seducción del talento. Una delicia que desarma tensiones. ¡Buena semana!

jueves, 18 de agosto de 2016

LISZT :: Transcripciones

Liszt por LanchertFranz Liszt retratado por Richard Lanchert en 1856 (detalle)

Cuando decimos “genio creador”, entendemos “iluminado”. Nos imaginamos —la mayoría de las veces— a un artista privilegiado que obedece a una fiebre secreta, la inspiración, que lo guía con irresistible clarividencia. Enemigo jurado del convencionalismo, el artista solamente rinde cuentas a su arte.

Tal retrato romántico sigue vigente hasta hoy; pero no es un retrato fiel. Además de su inspiración particular, los artistas vibran con su época; vibran incluso más profundamente que el peatón laborioso y opaco, con quien comparten mucho más de lo que aparentan. Es que... “la torre de marfil” también tiene wi-fi. Los artistas navegan a través de las mismas cosas que los demás, pero percibiendo alcances mucho más extensos. Van recolectando pistas que sugieren lo venidero, rastros que otros pasan por alto. También estos hallazgos se les antojan urgentes, clamorosos; los domina la convicción y se lanzan a divulgar ante el mundo aquella obra, aquel artista rescatado del olvido. Uno de estos “rescatistas”, de los más perseverantes y generosos, fue el gran creador húngaro Franz Liszt.

Como saben, Liszt fue no sólo un pianista impresionante sino un fenómeno social equiparable a cualquier rock-star. Enardecía a las audiencias y en particular a las mujeres, enmudecía a sus asombrados colegas con virtuosismo apabullante, creó el recital moderno de piano solista, cuidaba su atractivo físico, no le intimidaban las alcurnias y opinaba con filosa elegancia sobre lo que quisieran preguntarle. Fue un apasionado que se zambulló en su época y abrió su corazón a un amplio espectro de inquietudes. Con esta brújula supo descubrir el valor de genios como Schubert, Chopin, Berlioz, Wagner, Borodin, Albéniz, Grieg...

Combinando su magnetismo ante el público con su capacidad pianística sobrehumana y sus variados entusiasmos musicales, Liszt empujó adelante un género musical muy versátil, como es la transcripción. Ingenió adaptaciones pianísticas de cientos de obras ajenas —a veces obras que uno no creería posibles en el teclado— y las ofreció a lo largo y ancho de Europa en sus giras de concierto. Tenía olfato: combinaba selecciones de óperas famosas en forma de popurrí (denominados paráfrasis) para ganarse al auditorio, y luego ofrecía las novedades, fueran propias o ajenas.

Hoy los invito a un recital con este repertorio.

El pianista australiano-británico Leslie Howard protagonizó una histórica integral de la obra para piano de Liszt para el sello Hyperion (99 discos en total). Esa colección registra la fertilidad del genio húngaro para producir suculentas transcripciones de obras ajenas, incluyendo todas las versiones de un arreglo en particular, que a menudo podía ir variando ligeramente con los años (como sucedió con varios lieder de Schubert).

En esta ocasión les comparto el disco dedicado a los arreglos de compositores del ámbito francés, incluyendo a Chopin que, como sabemos, desarrolló la parte más brillante de su carrera en París como exiliado polaco. Los otros compositores del disco son Saint-Saëns con el arreglo de su Danza Macabra y el gran Berlioz, a quien Liszt tuvo siempre en muy alta estima.

¡Disfruten!

poesía | GARCÍA LORCA



Gacela del Niño Muerto


Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré por las grutas del vino.
No quedaba en la tierra ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes
y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.


Federico García Lorca

(fusilado la madrugada de un 18 de agosto, como hoy, en 1936, por un triste bando de militares imbéciles)


viernes, 15 de julio de 2016

Kathleen FERRIER

La irrepetible Kathleen Ferrier

En mis gustos musicales campean las voces graves. Aplaudo a los basso-profondo, los octavistas eslavos o los barítonos de tonos oscuros. Y lo mismo pasa en terreno femenino, donde me impresionan las agudas agilidades de «Der Hölle Rache» pero me quedo con las mezzo-soprano y las contraltos. ¡Cómo resistir pues a quien tuvo la más extraordinaria voz de contralto que haya escuchado nunca, aparte de una sensibilidad capaz de verdadera comunicación! Al escucharla, uno se siente el directo dedicatario del canto.

Me refiero a la inigualada Kathleen Ferrier ( Higher Walton, Reino Unido, 22 Abril 1912 Londres, 8 Oct. 1953) quien murió de cáncer a los 41 años tras una sola década de carrera como cantante. Tuvo una voz de terciopelo oscuro, homogénea en toda su extensión, con capacidad insólita (casi masculina) en las partes graves de su tesitura. Fue intérprete extraordinaria de toda la música que abordó. Pero muchos recordamos, agradecidos, su culminante asociación con Bruno Walter. Lo que lograron juntos es material de leyendas, en especial si se trata de «La Canción de la Tierra», de Mahler. Poco después del doloroso final de la cantante, Walter fue categórico: «El mayor acontecimiento musical de mi vida ha sido conocer a Kathleen Ferrier y Gustav Mahler. En ese orden».

No sé explicar por qué, pero la particularísima voz de Ferrier me arrastra hacia una emoción intensa, arrobadora y a la vez apacible, salpicada con inevitable nostalgia por su abrupto final. Convengamos que la Muerte tiene buen gusto...

Le dedico un recuerdo a la bella contralto inglesa —porque sí, era muy linda— con una famosa aria barroca, atribuida a Bach:

Y su versión a capela de la canción popular inglesa «Blow the wind southerly» vibra todavía con su encanto, pureza musical e indecible belleza vocal:

Por fin, cuelgo este segmento de un documental de la BBC —lamentablemente sin subtítulos al español— en que amigos aún vivos de «Klever Kaff» (la inteligente Kath, sobrenombre que la acompañó desde la infancia) evocan sus últimas vivencias junto a la extraordinaria cantante, que llegó a las cimas de su arte disputando tiempo a la muerte:

lunes, 11 de julio de 2016

Reparando enlaces :: Julio 2016

reposiciones link

Toca la periódica revisión de enlaces caducos. Aclaro que las obras puestas aquí al alcance de amantes de la música tiene objeto didáctico y persigue alentar dicha pasión por el repertorio clásico. Pretendo también dar razones para adquirir los discos originales. Y es que los archivos digitales no compiten en calidad con el registro original. Si eres como yo, la música descubierta en Internet significará una probable visita a tu disquería favorita. Disfruta. ¡Saludos!


» A 17th Century Christmas
The Netherlands Bach Society / Jos van Veldhoven

» BRAHMS: Serenata # 1 en Re mayor
Orquesta de Cámara de la Radio de Amsterdam / Frans Brüggen

» FURTWÄNGLER en GIRA: Sinfonías 40 de Mozart / 4 de Brahms
Orquesta Filarmónica de Berlín / Wilhelm Furtwängler

» BRAHMS: Concierto para violín y orquesta en Re mayor
Orquesta Filarmónica de Berlín / Viktoria Mullova / Claudio Abbado

» BRAHMS: Cuarteto con Piano # 1 en Sol menor, Op. 25
Tamás Vásáry & Thomas Brandis, Wolfram Christ, Ottomar Borwitzky / Marc-André Hamelin & Trío Leopold

» BRAHMS: Sinfonía nº 1 / SCHUMANN: Sinfonía nº 1
Orquesta Filarmónica de Berlín / Herbert von Karajan

» BARTÓK: El Castillo de Barza Azul
Solistas vocales / Orquesta Sinfónica de Londres / István Kerstész

» BACH: Conciertos de Brandemburgo
Boston Baroque / Martin Pearlman

miércoles, 6 de julio de 2016

RIMSKY-KORSAKOV :: Fantasía sobre Temas Rusos op.33

RimskyRimsky-Korsakov en los últimos años de su vida
La muerte de un genio cumplió otro aniversario, pero bajo un manto de silencio. Rectifiquemos esa injusta discreción:

El 21 de junio de 1908 falleció Nikolai Rimsky-Korsakov. Es uno de los grandes de la Escuela Rusa del siglo XIX, conocidísimo gracias al tríptico de obras donde consuma una orquestación asombrosa (Scheherazade, Capricho Español, Obertura La Gran Pascua Rusa).

Esta sabiduría instrumental fue la marca de fábrica del autor ruso y tal vez su creación más trascendente, descollando incluso en un medio como aquél, donde prácticamente todos los músicos “parecen tener una orquesta en la cabeza”, como decía mi amigo Leiter. Auténtico maestro, Rimsky no era prisionero de sus habilidades sino al contrario, las manejaba acorde a la necesidad expresiva de cada obra. Tampoco tuvo tras de sí una tradición fuerte que le impusiera pautas —situación que, arriesgando ser una falencia, operó a menudo como una ventaja— pero poseyó en cambio personalidad e inteligencia para seleccionar influencias ajenas según las necesitara.

Es conocida su afiliación temprana al «Grupo de los Cinco», ese puñado visionario que fue a buscar la música rusa en el pueblo ruso, en sus tradiciones y diversidad inmensa. Pero el tiempo modificó su postura. Valoró el saber acumulado en Occidente, estudió con disciplina —aprendida a fuerza de varillazos en la Marina imperial— y así dominó las destrezas que precisaba. Su estatura artística creció, reunió admiradores, atrajo discípulos y también mecenas. En 1882 tomó contacto con el magnate maderero Mitrofán Beliáyev, todo un campeón para la música de corte más nacionalista. Beliáyev encontró en Rimsky el consejero idóneo para sus iniciativas en pro de la música, y el compositor agradeció el soplo de aire fresco que el nuevo patronazgo alentó en sus ideas.

Fruto de la larga asociación entre ambos hombres fue nada menos que el trípico de piezas más célebres del compositor, mencionadas al principio, y también algunos arreglos extraordinarios sobre música de sus colegas, como «Una Noche en el Monte Pelado».

Menos conocida es otra página de Rimsky-Korsakov, dedicada asimismo a Beliáyev: la Fantasía sobre Temas Rusos para violín y orquesta. Es una belleza. La paleta orquestal es refinada, sin nunca opacar la bien escrita sección principal del violín (que recuerda los futuros solos de Scheherazade) y exhibe un memorable talento para los temas y melodías. Pero hay más: gracias a la buena acogida que recibió en su momento esta fantasía, el compositor ideó otra más, de mayor porte, sobre temas españoles... Así es; el Capricho Español debe su existencia a esta hermosa «hermana menor», numerada con el opus 33 y que cuelgo a continuación, para que la disfruten en homenaje al gran Rimsky:



Ver también: Rimsky-Korsakov y la Síntesis del Impresionismo Ruso

viernes, 17 de junio de 2016

Richard Strauss :: Fantasía Sinfónica sobre temas de La Mujer sin Sombra

Richard Strauss estampilla Richard Strauss en un sello postal conmemorativo

El 11 de junio celebramos otro cumpleaños de Richard Strauss (* Múnich [Baviera] 11 Jun. 1864 ~ † Garmisch-Partenkirchen, 8 Sept. 1949). Aquel día le dediqué un breve recuerdo en alguna de mis redes sociales, recomendando el poema sinfónico «Don Juan», tan magistral y vibrante hoy como en el día de su estreno en Weimar, el año 1889, bajo la dirección del propio compositor, entonces un talentoso muchacho de 23 años.

Mi recomendación fue auténtica y entusiasta. Aun así, me ignoré a mí mismo para favorecer la audición de otra obra que llevaba tiempo “guiñándome el ojo”.

El último poema sinfónico... o casi

Podría decirles que tal obra fue “el último poema sinfónico de Richard Strauss” pero no sería riguroso —tal honor le corresponde a la magnífica Sinfonía Alpina—. Aun así, andaríamos cerca; hablo de una Fantasía Sinfónica —piensen en Stokowski— que condensa en alrededor de 20 minutos la trama de La Mujer Sin Sombra, extensa ópera de más de 3 horas.

La ópera original fue estrenada en 1919; la fantasía sinfónica fue escrita por Strauss en 1946, pocos años antes de su muerte. Corresponde, pues, al curioso “florecimiento otoñal” de su inspiración que permitió el nacimiento de obras concertantes, de Metamorphosen (1945) y, sobre todo, de las Cuatro Últimas Canciones (1948).

Aunque la música de esta últimas obras es muchísimo más contenida —expresa con melancolía el adiós a la antigua cultura alemana— en la Fantasía Sinfónica Strauss preserva el opulento sonido y expresividad que lo distinguían a principios del siglo, apelando nuevamente a esa orquesta gigantesca que nunca tuvo secretos para él.

Sin más preámbulo, les invito a comprender mi fascinación por esta síntesis sinfónica en el video de más abajo, con Valery Gergiev dirigiendo a la “World Orchestra for Peace”, agrupación fundada por Sir Georg Solti en 1995 y de la cual el maestro ruso es titular desde 1997. De un simple vistazo pueden apreciar también las dimensiones de la orquesta straussiana:

jueves, 9 de junio de 2016

25 años sin Arrau

schumann
Un 9 de junio como hoy hace 25 años, perdimos al maestro Claudio Arrau. Un verdadero gigante entre los intérpretes del siglo XX, heredero de Liszt a través de su maestro Martin Krausse, devino en traductor privilegiado de los grandes clásicos alemanes (Schubert, Mozart, Beethoven, Brahms, incluso Bach) y también de Liszt o Chopin con un sonido y una elocuencia que a menudo estremece al oyente (sí, tal es mi caso).

No podría olvidar en esta página a quien fuera mi verdadero ídolo musical en la temprana adolescencia, y con el tiempo una figura de referencia inalterable. Afortunadamente su arte y también sus entrevistas han llegado a la Web, y con una de ellas quiero recordarlo; pinchen el video más abajo, no tiene desperdicio:

Aniversario de SCHUMANN

schumannRobert Alexander Schumann
Tal día como ayer, 8 de junio, el año 1810 nació Robert Alexander Schumann. Fue un creador extraordinario y sin embargo, las audiencias no frecuentan su obra tanto como debieran. Si pensamos que la música de cámara y la propia forma sinfónica están en deuda con este generoso visionario, podremos aquilatar mejor su valor.

Fue acusado de no saber orquestar, cuando Schumann buscaba en realidad un nuevo sonido sinfónico, emancipado de las convenciones y subordinado a la mejor expresión de las ideas, algo que su pupilo Brahms finalmente concretó. Además, y repitiendo lo dicho en otras entradas de esta página, Schumann apostó por la sinfonía cuando los músicos del Romanticismo la empezaban a olvidar, considerándola una forma agotada y limitante.

Pese a ser Schumann un creador esencialmente expresivo y emocional, sentía gran aprecio por la construcción formal en antiguos maestros (fue un conocido admirador de Bach, e incluso escribió acompañamiento pianístico a las sonatas para violín del gran compositor barroco). Eso también lo alentó a aceptar el desafío de formas tan canónicas como la sinfonía, haciendo crecer en ellas el alcance emocional a partir de su lógica interior; esto es un evidente legado beethoveniano que también Schumann supo percibir (de manera muy distinta a Wagner, quien derogó el apego formal) y mantener vigente.

Así, recordemos al gran maestro nacido en Zwickau con su Sinfonía número 2, en Do mayor, que pueden ver en el video más abajo interpretada por el excelente director inglés Daniel Harding, para quien la clave en Schumann es encontrar el punto entre el calor y la transparencia. Sobre la sinfonía misma, digamos que su comienzo es una maravilla de expectación y “brumas que toman forma”, aparte que guarda un guiño a la fanfarria inicial de la sinfonía “Londres” de Haydn. El Adagio del tercer movimiento es una página profética: anuncia la tragedia, la inquietud y el desgarro futuros de Mahler.

lunes, 6 de junio de 2016

Reposiciones

reposiciones link

Actualizaciones de varios enlaces caídos. Si ha caducado alguno que les interese particularmente, avísenme en los comentarios del artículo respectivo o, si prefieren, a mi correo. ¡Saludos!

» MOZART: Oberturas
Varias orquestas / Nikolaus Harnoncourt

» WAGNER: Obras Orquestales
Orquesta Philharmonia / Otto Klemperer

» SONES del CÁUCASO
Orquesta de Cámara del Cáucaso / Uwe Berkemer

» CANCIONES de la ANTIGUA RUSIA
Coro de Hombres de Moscú / Anatoly Grindenko

» TANÉYEV: Sinfonía nº 4
Orquesta Sinfónica de la URSS / Evgeni Svetlanov

» BRUCKNER: SINFONÍA n° 7 en Mi Mayor
Orquesta Filarmónica Checa / Lovro von Matacic
 
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