martes, 16 de enero de 2018

SCHUBERT :: Die Taubenpost (mi canción predilecta)

HACE DOS DÉCADAS yo era aún más ignorante: no conocía a Schubert.

Por supuesto que yo suponía lo contrario: conocía sus piezas para piano, había estudiado con deleite sus Impromptus y sus Momentos Musicales, me fascinaba sinceramente la Sinfonía Inconclusa, había oído repetidas veces a mi madre y a mi abuela hablar con entusiasmo del Ave María o de la Serenata... Pero la verdad es que mantenía con el compositor austríaco una cierta distancia. Y lo peor de todo —me cuesta admitirlo—, no me había animado a zambullirme en el universo de sus lieder. De aquí arranca mi afirmación inicial porque, si no conocía sus lieder, yo no conocía realmente a Franz Schubert...

Pero a cada compositor le llega su Eureka. Un día cualquiera una feliz circunstancia produce “algo” en nosotros, y el universo se expande en nuestros oídos. Así fue como a mediados de los 90s acabé con un disco en mis manos: el ciclo “Canto del Cisne” en la interpretación legendaria del tándem Fischer-Dieskau / Moore. Y recuperé mi alma...

Elegir los calificativos para explicar el impacto de una obra musical superior es un reto. Y un riesgo. Es imposible eludir la palabra “emoción”... pero el uso corriente ha desgastado su significado. La genuina emoción que causan las grandes obras no corresponde a un sentimentalismo barato. Trasciende la conmoción sensible y sacude toda nuestra personalidad. Enriquece nuestros conceptos al respecto del amor, la tristeza, la nobleza, el mundo, el misterio. Cala en el alma, y para bien. Como suele repetir una querida amiga, las grandes obras son “salvíficas”. Salvan nuestra propia humanidad.

Muchas cosas se agolparon en mi mente al transitar una y otra vez por esas canciones: el prodigioso instinto para la modulación armónica sin romper la línea del canto, el vaivén entre los modos mayor y menor, la abundancia de ideas, etc. Cuando las emociones decantaron, descubrí que un lied me había atrapado de manera particular. Se diría que decidió entablar conmigo una larga amistad. Por veinte años a contar de entonces, las mismas sensaciones de nostalgia, de entusiasmo, de alegría se siguen apoderando de mí cuando lo escucho. Según los entendidos no es la más fina de las canciones schubertianas —y tendrán razones para decirlo—; para mí, es una de las obras que quiero llevarme de esta vida a cualquier otra.

Me refiero a “La Paloma Mensajera” (Die Taubenpost), D 965, canción romántica por donde se la mire, vale decir, por contexto histórico, por estilo musical y por temática. Fue escrita por un Schubert moribundo, quejumbroso, víctima de tifus aunque con su salud hace tiempo ya debilitada por la sífilis. La tragedia, sin embargo, no condicionó la inspiración: Die Taubenpost es una de las canciones más luminosas y animadas del compositor, en que la belleza melódica es sostenida por un vital acompañamiento pianístico de ritmo sincopado.

Aunque es el cierre del último ciclo de canciones creado por el genio austríaco, los investigadores discuten que forme parte de él. Su presencia más bien parece idea del editor. El texto proviene del poeta Johann Gabriel Seidl. El hablante lírico describe a una paloma mensajera, muy querida para él puesto que le sirve de correo para enviar sus mensajes a su amada. En un giro final, el poeta nos descubre que la paloma es en realidad un símbolo de su propia añoranza, verdadero vehículo de sus pensamientos.

volegov

Aquí dejo para ustedes la antológica versión de Fischer-Dieskau y Gerald Moore para esta maravilla:

 
liszt
Y también la transcripción para piano solista que debemos a Franz LISZT, decidido campeón de la música de Schubert en un momento histórico que todavía no había reconocido su genio:

jueves, 4 de enero de 2018

Muy feliz año 2018


Muy feliz año a todos cuantos visitan esta página. Que esta nueva vuelta en torno al sol nos depare a todos colores alegres y ocasiones felices, como también la fortaleza necesaria para las inevitables contrariedades: de dulce y de agraz, como la música melancólica y exultante que escribió la dinastía Strauss. Con el más emblemático vals de Johann Strauss hijo les saludo con la esperanza de que la música nos mantenga unidos. La versión es del gran Ricardo Muti dirigiendo el Concierto de Año Nuevo en Viena:




 
Ir abajo Ir arriba