viernes, 3 de marzo de 2017

BRUCKNER :: Sinfonía # 1 (versión VIENA) :: Wand, Sinfónica de Radio Colonia

Las dos últimas décadas del siglo XIX trajeron consigo el definitivo reconocimiento para Anton Bruckner. Este salto a la fama había tardado a causa de la “guerra civil” librada en Viena por facciones que se enfrentaban... en nombre del Arte. Había quienes se tenían por guardianes de una tradición sagrada; otros se sentían los descubridores iluminados de un nuevo porvenir. El embate era violento, a menudo feroz, incluso cruel — hombres de talento se volvían mezquinos so pretexto de resguardar la grandeza.

La exaltación de aquel momento deviene un espectáculo pintoresco —y un poco penoso— contemplado desde nuestros días, pero vivir allí entonces fue una dura prueba para el afable y timorato genio provinciano. Su obra había conquistado la adhesión de músicos talentosos como Johann von Herbeck (tempranamente fallecido), Hermann Levi (hacia quien sentía particular admiración), sus propios alumnos Ferdinand Löwe y los hermanos Franz y Josef Schalk, y en ese último período de su vida, el director alemán de origen húngaro Hans Richter —celebrado intérprete wagneriano, director musical del Festival de Bayreuth y titular de la Filarmónica de Viena— así como el fenomenal Arthur Nikisch, titular de la Filarmónica de Berlín.

Cuál más, cuál menos, todos estos artistas sintieron el deslumbramiento que semejante música produce, e hicieron suya la tarea de llevarla a las salas de concierto.

Las revisiones traicioneras

El sólido ascenso del compositor culminó el año 1886, cuando recibió la medalla de la Orden Imperial de Francisco José. Tal honor atizó la hostilidad de sus opositores “ideológicos” (a saber, los antiwagnerianos militantes) y Bruckner, que tendía a ver “el vaso medio vacío”, sufrió notoriamente. Reflotaron sus manías, su depresión, su vaivén entre la duda y el convencimiento de la propia valía, su necesidad de controlar los detalles en pos de un agobiante perfeccionismo.

Víctima de este cuadro nervioso fue su Sinfonía número 1 en Do menor. Escrita en Linz veinte años antes (1865-66), la obra rebosa frescura y originalidad (virtudes que celebramos en una reciente entrada): es la menos wagneriana de toda la serie sinfónica oficial y en cambio, se acerca al linaje sinfónico de Mendelssohn, Schubert y Schumann. El propio Bruckner confesó este “desparpajo” en la declaración que reproducimos bajo estas líneas:

Norman Lindsay Anton Bruckner

En un período dominado por el Romanticismo, semejante confesión de rebeldía podría estimarse como el mejor de los méritos. Pero Bruckner no era así. Su comentario serpentea entre la ufanía y la preocupación. No es raro, viniendo de un hombre originario del interior de Austria, rincón del mundo donde las antiguas jerarquías mantenían vigencia y la existencia transcurría en actitud reverente.

Así pues, uniendo lo anterior al ánimo deplorable que padecía entonces, no es de extrañar la reacción maníaca del compositor cuando el mencionado Hans Richter, admirador de su música, quiso estrenar la Primera Sinfonía con la Filarmónica de Viena. Bruckner le manifestó, junto con su sincera gratitud, la necesidad de retocar una partitura a la que apodó “das kecke Besserl”, expresión no muy elegante con que los estudiantes se referían a las muchachas que consideraban livianas.

El trabajo de revisión fue minucioso y consumió un año entero, tiempo precioso que luego le faltó para concluir la Novena sinfonía. Para peor, el resultado fue discutible y a oídos de la crítica actual, innecesario. La obra no ganó, sino más bien perdió con esta revisión. Un bruckneriano experto de la talla de Robert Simpson lo afirma sin ambages:

“De las revisiones que se sabe hizo él mismo, la de la Primera Sinfonía es la peor... Es verdad que la versión de Viena de la Primera de Bruckner contiene refinamientos y sutilezas que el compositor de la versión de Linz no hubiera podido imaginar, pero la mayoría de ellos son de un tipo que pudo haber sido apto sólo en sus últimas obras. Si queremos saber cómo es realmente la sinfonía, debemos remitirnos a su versión de Linz audaz y limpia, y es poco probable que su aspereza nos impacte hoy como grosera (como debió de haberle ocurrido al agitado hombre viejo de los años 1890). Las impurezas que contiene son menos perturbadoras que los anacronismos que más tarde le fueron impuestos.”

Con todo, la revisión constituye la última voluntad oficial del compositor respecto de esta obra. Así lo han entendido varios intérpretes que han preferido la “Versión de Viena” a la previa y mucho más difundida “Versión de Linz”. Una de estas significativas excepciones la constituye Günter Wand en su famosa integral de Bruckner dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia. Brío, planificación, profundidad y compromiso caracterizaron el oficio de este músico eminente, que eligió interpretar revisión final de la sinfonía. Pueden disfrutar el estupendo logro artístico pinchando la imagen inferior:

 
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