jueves, 29 de agosto de 2013

Happy Birthday, Mr. Parker!

Charlie ParkerCharlie Parker en plena ejecución del saxo, en una imagen de 1954
EL JAZZ celebra hoy a uno de sus grandes nombres: CHARLIE PARKER, audaz renovador del género a través del “be-bop”. Hombre de talento brillante y vida atribulada, nos abandonó demasiado pronto, a los 34 años, pero dejándonos su potente estilo y sonido para no olvidarlo más. Disfruten abajo su versión del clásico tema “Summertime”, de Gershwin. ¡Feliz cumpleaños, Mr. Parker!

viernes, 23 de agosto de 2013

Música para ver


Les comparto uno de esos descubrimientos que alegran el día o la noche o el resto de la semana. Un talentoso músico y usuario de YouTube exhibe en esa página sus “iluminaciones”, para darle un nombre, de la música de grandes maestros. Recuerden lo hecho por Disney con la Toccata y Fuga de Bach en la película “Fantasía” y podrán captar mejor la idea: asignar un grado de visibilidad a un arte abstracto como es la música pura.

Hoy por hoy, un auditor promedio no está para nada habituado a percibir varias capas de música en relación unas con otras, navegando parámetros de armonía y ritmo cuidadosamente elaborados y arrojando como resultado una totalidad artística. Pero ése, ni más ni menos, era el nivel de exigencia que un músico se imponía a sí mismo para aspirar a la consideración pública en tiempos de antaño. Y los asistentes a los conciertos también gozaban de cierta instrucción para evaluar esas destrezas. Es lógico: la música es un lenguaje, y eso supone comunicación, es decir, el encuentro de varios en el marco de un código común.

Las líneas de colores destacan los temas que Bach desarrolla siguiendo técnicas de fuga y contrapunto. Pero cualquier explicación es letra muerta: vean ustedes mismo cómo estas habilidades compositivas cobran vida propia. Adentrémonos en el pensamiento musical de Bach:

jueves, 22 de agosto de 2013

Felicidades, monsieur Debussy

Debussy en la playaNuevo aniversario de Claude Debussy, que Google homenajeó mediante su “doodle”. Hoy basta con abrir la página del buscador para maravillarse ante esa breve animación del mágico París finisecular, una noche de luna llena imbuida con la melodía quizá más famosa del compositor francés.

De mi parte, le recordaré con otra de sus obras, “En bateau”, parte de la Pequeña Suite para piano a cuatro manos que luego orquestaría él mismo. Esta vez, sin embargo, prefiero la versión de Nóra Mercz para flauta y arpa. La pieza y el poema que la origina refieren las sensaciones nacidas al navegar durante la noche, y Debussy logra crear ese clima de manera muy, muy efectiva. ¡Felicidades, monsieur Debussy!

...y a modo de “bonus track”, el justamente célebre “Claro de Luna” de Debussy, en su logradísima transcripción orquestal:

martes, 20 de agosto de 2013

SCHUBERT: Lied “Margarita en la Rueca”

Goethe por Warhol
GOETHE ocupa la cima de la cultura alemana por la multiplicidad de sus talentos. Ha sido el mayor literato que haya escrito nunca en alemán; también científico, hombre de Estado, profundo pensador e incluso alquimista; como alguien dijo, “el último hombre universal que caminó sobre la Tierra” —y mediante el “Fausto”, autor del último relato de alcance mítico gestado por Europa—. En suma, una lumbrera analizada en términos actuales por la psicóloga Catherine M. Cox en su libro Early Mental Traits of Three Hundred Geniuses, en el cual encabezó la lista de genios con un coeficiente intelectual de 210 (lo normal se sitúa entre los números 90 y 110).

Pues bien, por lo visto este superdotado era un nulo irremediable a la hora de evaluar el talento ajeno. Si no, cómo puede uno explicar la cerrazón que manifestó siempre ante los lieder compuestos por Franz Schubert a partir de sus poemas, canciones que el compositor se tomó el trabajo de hacer llegar al propio Goethe y para las cuales este hombre descollante no tuvo ni la más elemental de las cortesías: contestar.

Allá él y sus oscuros motivos. El veredicto de la Historia sigue laureando la sensacional inspiración de Schubert en el arte de llevar versos al pentagrama. Y ya que hablamos de habilidades extraordinarias, también este músico puede asombrarnos: con sólo 17 años de edad compuso el lied “Margarita en la Rueca” sobre la gran figura femenina presente en el mencionado “Fausto”, imagen virginal que encarna el amor puro, arrastrada a la desgracia por Fausto y Mefistófeles, y finalmente salvadora del protagonista en ultimísima instancia. Wikipedia nos ofrece un análisis accesible de esta canción.

Schubert es capaz de reconstruir al personaje, el desasosiego que la trastorna, el girar de la rueca, el anhelo apasionado...

Se los comparto más abajo, en la voz privilegiada de Kiri Te Kanawa (personalmente, me encanta el efecto flautato usado por la soprano neozelandesa en la expresión Mein Herz).

Texto original en alemánTraducción al español
Meine Ruh’ ist hin,
Mein Herz ist schwer,
Ich finde sie nimmer
Und nimmermehr.
Wo ich ihn nicht hab
Ist mir das Grab,
Die ganze Welt
Ist mir vergällt.
Mein armer Kopf
Ist mir verrückt,
Mein armer Sinn
Ist mir zerstückt.
Nach ihm nur schau ich
Zum Fenster hinaus,
Nach ihm nur geh ich
Aus dem Haus.
Sein hoher Gang,
Sein’ edle Gestalt,
Seine Mundes Lächeln,
Seiner Augen Gewalt,
Und seiner Rede
Zauberfluß,
Sein Händedruck,
Und ach, sein Kuß!
Mein Busen drängt sich
Nach ihm hin.
Ach dürft ich fassen
Und halten ihn,
Und küssen ihn,
So wie ich wollt,
An seinen Küssen
Vergehen sollt!
Desapareció mi sosiego
y me pesa el corazón,
nunca conseguiré
hallar la paz.
Soy como una muerta
si él no está junto a mí.
El mundo entero
carece de atractivo.
Enajenada tengo
mi pobre cabeza,
y todos mis sentidos
deliran incoherentes.
Si miro por la ventana,
sólo a él mis ojos buscan.
Únicamente por encontrarlo
salgo fuera de casa.
Su caminar altivo,
su noble figura,
la sonrisa de su boca
y el fuego de su mirada.
El fluir encantador
de sus palabras,
la caricia de sus manos,
¡Oh! ¡Y sus besos ardientes!
Mi pecho hacia él se enarca
en poderoso impulso.
¡Si pudiera tomarlo,
retenerlo junto a mí,
y besarlo,
hasta saciar mis ansias,
hasta quedarme muerta
bajo sus labios!


Margarita y la rueca / Grabado de August von Kreling

miércoles, 14 de agosto de 2013

Europa e Italia según Bozzetto

Este corto de animación ya es célebre pero no me resisto a colgarlo aquí. Me parece un genial acierto de caracterización psicológica con increíble economía de medios. Su autor principal, Bruno Bozzetto, ya tiene un laureado currículum como dibujante de animación (y en este blog hemos posteado antes alguna obrita suya). Huelga decirlo: es una mirada llena de humor a las diferencias entre las distintas formas de ser que conviven en Europa, así que nadie pretenda ofenderse ni interpretar las cosas a rajatabla. ¡Disfruten!

martes, 13 de agosto de 2013

SCHUBERT: Canciones para coro masculino / Robert Shaw Chamber Singers

Spitzweg

Sigamos con SCHUBERT pero esta vez en una variedad aun más fresca (si cabe) de su catálogo: las canciones para coros de voces masculinas.

El canto coral es una toda una institución —robusta y pletórica— en los países de habla germánica, más o menos como parece ocurrir con los solistas en el mundo latino. No sólo el consabido coro mixto (mezcla de voces masculinas y femeninas) sino agrupaciones vocales “de un solo color”, entregadas en exclusividad a alguno de ambos géneros. Recordemos, por ejemplo, cómo Brahms fue director de coros femeninos (fundó uno en Hamburgo y aceptó dirigir otros en Viena), además de adaptar al canto coral muchas canciones sencillas y populares.

Tanta propensión al canto conjunto se explica no sólo por una facilidad innegable, sino por el fomento recibido tras pacientes siglos de crecimiento cultural, en donde los monasterios cultivaban el canto, las universidades y batallones tenían sus himnos, los gremios y corporaciones también, las familias numerosas hacían lo propio en las múltiples fiestas que iluminaban el transcurso del año, etc.

Con idéntico ánimo festivo procedió el gran Franz SCHUBERT. Conocía íntimamente el canto coral gracias a sus años como niño cantor (integró el Coro de la Capilla imperial, institución que hoy conocemos como Niños Cantores de Viena). Y su enorme facilidad para la expansión melódica se manifiesta también en este apartado, imbuida con ese sabor folclórico que nunca faltó en su inspiración.

Canciones sin otro empeño que celebrar las tantas felicidades de la vida corriente, compartir sus nostalgias o sus entusiasmos... pero canciones nacidas de la chispa genial de un gran compositor, ejemplo de cómo antaño se supo conciliar maravillosamente lo grande y lo pequeño.

  • Schubert Robert ShawSCHUBERT: CANCIONES para CORO MASCULINO por los »ROBERT SHAW CHAMBER SINGERS« — En este registro podrán disfrutar varias de las canciones compuestas por Schubert para coro masculino con añadiduras ocasionales de piano o guitarra, con secciones destinadas a tenor solista, etc. La calidad coral de los intérpretes queda fuera de discusión; el maestro Robert Shaw ha logrado crear en su carrera coros impecables, y esta agrupación despierta entusiasmo con su musicalidad.

    Creo que la mejor perspectiva para apreciar este repertorio la define un usuario de Amazon, Jeff Abell (traducido con algunas licencias):
    Podemos enfatizar la cualidad sublime de la Novena Sinfonía de Schubert, pero su propósito es justamente la grandeza. En cambio, cada una de estas pequeñas obras para coro masculino poseen la sencilla satisfacción de ser lo que son y nada más. No fueron escritas como profundos discursos sobre el sentido de las cosas, sino para reuniones de amigos o el cumpleaños de una muchacha. […]. Schubert se hallaba muy unido a su círculo de amigos en Viena; me agrada pensar que cantaban juntos estas mismas canciones.
    Aprecien este delicioso repertorio Biedermeier en el link de abajo:
» D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 220 kbps 44.1 kHz | 17 tracks | .7z 112 MB

SchubertiadeUna «Schubertíada» (detalle) / Moritz von Schwind

jueves, 8 de agosto de 2013

Las SINFONÍAS 8 y 9 de SCHUBERT –ó cuando un Condenado celebra la Vida–

Busto de SchubertRetrato en bronce de Schubert / crédito: Siemen Bolhuis

Pocas cosas debe haber más difíciles que asumir el término brusco de la propia vida. Y más cuando se ha vivido poco. Las puertas del alma se astillarán a golpes de frustración, rebeldía, agobio, incertidumbre.

Aun así, pienso que esta fatalidad resulta psicológicamente más dura para nosotros, hijos de un Occidente horrorizado con la muerte y enemigo del dolor, que para nuestros bisabuelos. Antaño la muerte, aun siendo la misma tragedia, no provocaba el mismo escándalo. La reacción estaba moderada por la costumbre, y es que la medicina no tenía entonces tanto poder sobre enfermedades hoy consignadas en los tratados como cosa antigua; antes al contrario, existir era toda una proeza al amparo de la Providencia.

Quizá ese palpar la propia fragilidad hacía de la vida un milagro evidente, celebrado, como diría Borges, “con minucioso fervor”. Hasta los lánguidos decenios del Romanticismo sabían abandonar sus nostalgias para embriagarse con esta pletórica alegría de vivir, carpe diem que, no nos engañemos, tenía mucho de trascendental.

Gafas de SchubertLas inseparables gafas de Franz Peter Schubert
Esa amalgama contradictoria entre dicha y fatalidad ocupa un espacio central en el arte de Franz Peter SCHUBERT, uno de los grandes músicos de todos los tiempos y ciertamente el más grande nacido en Viena. La capital austríaca se constituyó durante mucho tiempo en “meca” europea de la Música, atrayendo a quien quisiera labrarse una gran carrera. Allí llegaban y se quedaban los creadores de fama mundial, agasajados por teatros, salones y palacios. No obstante, para Schubert casi no hubo alfombras rojas. Nacido duodécimo hijo de una humilde familia, manifestó talento soberano desde tierna edad. Sus profesores fueron declarando sucesivamente que nada más podían enseñarle al tímido chiquillo de rizos abundantes. Poseyó una preciosa voz infantil que le abrió las puertas del Coro de niños de la Capilla de la Corte, institución predecesora de los “Niños Cantores de Viena”. Eso le dio derecho a entrar en el “Stadtkonvikt”, colegio destinado únicamente a los pequeños miembros del coro imperial. Allí recibió una esmerada formación general, participó con ventaja en la pequeña orquesta organizada con miembros del recinto y fue alumno del mismísimo Antonio Salieri. Aunque nunca se avino con el régimen del establecimiento, fueron cinco años fructíferos para Schubert: de esta época datan sus primeras obras vocales e instrumentales y el contacto con la obra sinfónica de Mozart, Haydn y Beethoven.

SchubertiadeStadtkonvikt de Viena / acuarela de Franz Gerasch

Dueño de esas raras facultades que son el oído absoluto y el oído interno (vale decir, identificar de inmediato cualquier sonido atribuyéndole la nota correspondiente, y generar dentro de la propia cabeza los sonidos leídos en una partitura), Schubert tuvo también una inspiración musical tan arrebatadora como su genio para la melodía. Sabía ser espontáneo y profundo a la vez, y nunca padeció falta de ideas frente a una página de papel pautado. Podríamos decir que su condición innata, su mismo propósito existencial, era crear música.

Y así fue. Pese a las presiones de su padre, quien quería verlo como maestro de escuela, se dedicó a la vida del artista, la cual era su auténtica vocación. No disminuyó nunca su timidez pero tampoco su fenomenal talento, y si no tuvo el carácter jupiterino de su idolatrado Beethoven, bien podía enseñarle a hacer amigos. Fueron éstos los primeros testigos (o causantes o dedicatarios) de composiciones inmortales como el “Ave María” o la “Serenata”.

SchubertiadeSchubertíada (1868) / Moritz von Schwind Schubert tenía un don para escribir canciones. Era capaz de inventar una melodía que capturara la frase poética, sostenerla en armonías que acompañaran el sentido expresivo y en el proceso no perder una sola gota de naturalidad ni frescura, de manera que muy a menudo, oyendo sus canciones, sentimos imposible otra posibilidad de plasmarlas en música salvo aquélla. (Tiempo atrás, mi querido amigo Fernando de León nos ofreció un repaso de varias versiones musicales del lied Erlkönig, y habíamos de admitir que ni las más meritorias podían hacer sombra a la genial propuesta de Schubert para tal poema de Goethe).

Hizo denodados intentos de triunfar en el escena lírica —lo cual aseguraba entonces la carrera de un músico— y no conseguirlo fue su mayor frustración. Hoy sabemos que la culpa recae en los pésimos libretistas y no en la enorme calidad de su música. Los verdaderos dramas musicales schubertianos están contenidos en sus prodigiosos lieder.

También compuso para la orquesta, y esa faceta la ilustraremos hoy. Dicen algunos que sus dotes como orquestador no siempre brillan a la altura de su genio; incluso Brahms, actuando como supervisor de la edición oficial a fines del siglo XIX, se permitió “corregir” los “cientos de errores” que a su modo de ver contenían esas partituras, principalmente en materia de acentos y dinámica instrumental. Injusto. Schubert fue un maestro consumado del difícil género sinfónico, y curiosamente en este apartado se muestra más conservador, tomando como modelos a Haydn y Mozart tanto o más que a Beethoven. Así forjó un eslabón nítido entre el Clasicismo y el Romanticismo. (Un iluminador análisis al respecto fue publicado por mi buen amigo Carlos Sala Ballester en su blog Entre Notas, enfocando los lazos entre Schubert y Mozart).

Mencioné con el título a un condenado que celebra la vida. Ocurre que a fines de 1822 el compositor contrajo sífilis, enfermedad vergonzante y rápidamente escondida para evitar el desprecio social.

Muchas biografías de Schubert acallaron esta dolencia y atribuyeron su temprana muerte a la fiebre tifoidea, lo cual no es del todo falso: fue la causa determinante de su fallecimiento, pero hizo presa de un hombre de 31 años debilitado por la sífilis y las curas altamente tóxicas basadas en mercurio. En 1823 pasó temporadas en el Hospital General de Viena —afortunadamente pionero de Europa en aquel momento— para tratar las etapas tempranas de su mal. Debió usar peluca cuando sufrió la caída temporal del cabello. Su sensibilidad y bonhomía fueron paulatinamente trastornadas llevándolo a períodos de fatiga y depresión (“melancolía severa” en el decir de sus cercanos) con otros de expansividad social y ebullición creativa. En los últimos años de su vida el alcolohismo (válvula de escape ante una enfermedad sin cura) había hecho mella en su carácter, disparando episodios de agresividad y haciéndolo descuidar su aspecto e higiene. Por su parte, la enfermedad venérea incubada en su organismo le causaba fuertes cefaleas y dolores articulares que a veces le impedían tocar el piano.

Pero nuestro creador nunca claudicó. Cuando pasaban las horas amargas reanudaba sus labores y partía al encuentro de la vida. A poco de concluir el último año de su existencia, 1828, decidió tomar clases de contrapunto con el propósito de ampliar sus recursos musicales, lo cual sugiere planes para el futuro. Por entonces su ánimo había recuperado el optimismo que supo plasmar en su última sinfonía, había presenciado un concierto público dedicado exclusivamente a sus obras y llevaba un vigoroso ritmo de trabajo. Pero su salud se deterioró tras probar pescado en un restorán el último día de octubre. Asistió a la primera clase de contrapunto el 4 de noviembre, pero ya no acudió a ninguna más. Su fatiga aumentó, cayó en cama y perdió el apetito. El 14 de noviembre todavía tiene energía para solicitar libros con que distraerse y retoca el ciclo Viaje de invierno. El día 17 se agrava, el 18 recibe la extremaunción y el 19, sucumbe. El repentino desenlace sorprende a todos. Pero Schubert atravesaba entonces la fase terciaria de la sífilis, y es probable que la muerte prematura le haya ahorrado el deterioro cerebral que padecieron otros, como Nietzsche, Lenin o Baudelaire.


  • Schubert Blomstedt
    SINFONÍA nº 8 en Si menor, »INCONCLUSA« & SINFONÍA nº 9 en Do mayor, »LA GRANDE«, por HERBERT BLOMSTEDT y la STAATSKAPELLE DRESDEN — La célebre Sinfonía Inconclusa procede del año 1823. A sólo un mes de empezada, el compositor se entera de que padece el mal incurable. Ello podría explicar el abandono de la obra con dos movimientos completos y apenas esbozos de un tercero. No obstante, el verdadero motivo de este abandono queda abierto a la especulación; lo cierto es que esos dos únicos movimientos son tan geniales y complementarios que bastan y sobran para erigir esta sinfonía en obra maestra. Cuesta creer que casi nadie supo de su existencia por décadas hasta su estreno en 1865. No me cabe la menor duda que si hubiera recibido difusión en su momento, habría acelerado el desarrollo sinfónico de la segunda generación romántica.

    Cito a Arturo Reverter:
    Los dos únicos movimientos que componen la «Incompleta» poseen una unidad y una condensación musical extraordinarias […]. Se pone de manifiesto en esta obra la extraña atracción que sobre el músico ejercía el modo menor en estos años […]. La orquestación es muy rica, uniéndose al conjunto habitual un trío de trombones […]. El carácter de la melodía y el colorido orquestal otorgan a la Octava Sinfonía una apariencia específicamente schubertiana que se aprecia asimismo en el segundo tema expuesto por los violoncelos en una amplia y bellísima frase de neto sabor liederístico […]. Dulzura, serenidad, rasgos de íntima felicidad, lirismo son carácteres propios de la obra […], pero están salpicadas de detalles de intenso valor dramático que rompen y proporcionan extraña e irisada luz al conjunto. […] Alfred Einstein, refiriéndose al Allegro moderato [primer movimiento], dice que posee una gran concentración, sólo comparable a la del primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven.
    El pesar del movimiento inicial y la esperanzada dulzura del segundo crean un binomio irrepetible. Escuchen esta gran obra junto a la monumental Sinfonía número 9 en la reposada, vigorosa y bien planificada interpretación de Herbert Blomstedt dirigiendo a la Orquesta Estatal de Dresden. Los músicos abordan estas partituras imbuidos de “espíritu germánico” en la elección de tempos y volumen orquestal. Hermosísimo sonido orquestal el conseguido por los profesores de Dresden y sabia dirección la de Blomstedt, que podrán encontrar en el link más abajo:
» D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 220 kbps 48 kHz | 6 tracks | RAR 141 MB


  • Schubert MackerrasSINFONÍA nº 8 en Si menor, »INCONCLUSA« & SINFONÍA nº 9 en Do mayor, »LA GRANDE«, por CHARLES MACKERRAS y la ORQUESTA DE CÁMARA ESCOCESA — Las mismas obras, pero bajo un enfoque bastante diferente. Allí donde el director precedente aplicaba la, digamos, gran tradición centroeuropea en su enfoque romántico, empastado y poderoso, el maestro Mackerras prefiere innovar cuestionando la misma tradición, a fin de recuperar un sonido históricamente informado. Es una elección válida y prometedora. El sonido suena tal vez más rudo pero también más vivo y claro, sin que las cuerdas absorban los timbres variados de las maderas, por ejemplo. Tal vez sintamos la falta de ese subjetivismo romántico que caracteriza a Furtwängler y otros más, pero lo que aquí nos ofrece el director inglés son versiones “desintoxicadas” de convenciones estilísticas nacidas bastante después de Schubert. Pero no olvidemos que Mackerras fue un gran músico y sabía hacer música. Aquí está el compositor vienés con su vitalidad, sus aristas, sus melodías y su genio. De las varias aproximaciones historicistas a las sinfonías schubertianas, ésta es una de las mejores, quizá porque su norte es la música y no la inflexibilidad estilística.

    Sobre la Sinfonía en Do Mayor, cito de nuevo a Arturo Reverter:
    La Novena Sinfonía en do mayor, denominada «La Grande», según parece, para distinguirla de la Sexta Sinfonía escrita en la misma tonalidad, es sin duda la obra maestra de Schubert en este campo. Con ella quiso realizar una afirmación de personalidad, de saber y de capacidad […]. La elección de la tonalidad mayor, algo extraña conociendo sus métodos, resulta lógica si pensamos que por entonces la identificaba con una percepción optimista del mundo. La Octava Sinfonía intentaba traducir sobre un plano sinfónico el trasfondo de un pensamiento introvertido. La Novena Sinfonía resuelve, según la certera opinión de Brigitte Massin, la contradicción que Schubert había tenido como irreconciliable en aquella obra: traducir, una vez acostumbrado al ascetismo y refinamiento psicológico del lied, el misterio de la interioridad en un lenguaje sinfónico. […].
    Aprecien ambas obras en el link inferior:
» D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 220 kbps 48 kHz | 6 tracks | RAR 125 MB

Busto de SchubertWaldmüller: Joven campesina con tres niños en la ventana

martes, 6 de agosto de 2013

Infausto aniversario

Tiempo congelado: la bomba atómica detuvo para siempre este reloj en Hiroshima, 1945

Unas breves líneas para no dejar pasar este 6 de agosto sin recordar una de las mayores tragedias infligidas contra la humanidad... por la propia mano del hombre. A las 08:15, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el primer ataque atómico de la historia. La bomba “Little Boy” detonó e instantáneamente precipitó tanto el final de la guerra como el inicio de un nuevo capítulo en la historia de la violencia humana, merced a los avances tecnológicos de nuestra época. Wikipedia nos brinda un detallado recuento de lo sucedido aquella terrible mañana.

Frente a las incertidumbres que no hacen sino multiplicarse en diferentes puntos del globo, pese a la ilusión de seguridad que nos adormece, cabe la pregunta: ¿será posible repetir semejante horror? Ojalá que la respuesta siga siendo negativa, y que la atrocidad desatada sobre Hiroshima pueda frenar todavía la inconsciencia que a menudo se apodera de la mente humana.

Dios nos ampare. Y eterna paz a todas las víctimas de Hiroshima.
Hiroshima

lunes, 5 de agosto de 2013

La Quinta de Beethoven indagada por Bernstein

Agradeciendo la mención hecha a este video en el grupo web Música Clásica y Músicos —y muy especialmente el trabajo de Juan Pardo, quien lo subió a YouTube añadiendo subtítulos en español— hoy lo comparto también con ustedes, mis queridos amigos y amigas que visitan esta página.

Nada menos que el gran Leonard Bernstein analiza la partitura de la Quinta Sinfonía de Beethoven, con el interés añadido de incluir los esbozos desechados por el compositor para averiguar qué lo llevó a esa decisión, y de paso adentrarnos en el proceso creador de uno de los mayores genios musicales de nuestra cultura.

¡No se lo pierdan!

 
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