Todo por decir que no:
—“No conozco a Prokofiev... No trago a Prokofiev... No me banco a Prokofiev... No le encuentro su qué a Prokofiev...”
Viene entonces el Sr. Nosthas y le desenfunda a uno LA INTEGRAL SINFÓNICA del camarada Serguei. Así es: a quemarropa. Con alevosía. Ni más ni menos que las siete sinfonías del maestro ruso, interpretadas por Valery Gergiev al mando de la Sinfónica de Londres en una grabación en vivo del año 2004. Ocurre entonces que decir no se vuelve tarea difícil, porque Prokofiev persuade. Aunque hagamos zapping entre las sinfonías como hago yo, diatónico a rabiar que no puede establecer domicilio en la turbulencia.
Habrá mucha gente feliz con estas siete obras tan increíblemente disímiles entre sí pero tan bien nutridas —no lo negaré— de inmenso talento. Está bien Ernesto: de auténtico genio. No voy a regatear el calificativo. Por cierto, semejante regalo viene endosado con estas palabras:
“¿Qué pasa cuando la técnica que inspiró ‘La Consagración de la Primavera’ se usa para componer una sinfonía...? ¡La Segunda! Ahhh... para destrozar tu casa a todo volumen, salvaje y primitiva, ¡una disonancia orgásmica! Ojo con la Quinta y especialmente —uhhhh— la Séptima. Incluye las dos versiones de la Cuarta.”
¡Un brindis por Ernesto! Ahora la consigna es: ¡a disfrutar!
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2 comentarios:
"La consigna es ¡a disfrutar!".
(¿Cómo será disfrutar por consigna?)....
Pues tienes mucha razón Quinoff, brindemos por Ernesto que nos ha regalado esta Integral Sinfónica del genio ruso.
Convengamos Ernesto que Prokofiev no es "fácil", es de los que se hace desear hasta que le parte a uno le cabeza y ahí....¡a disfrutar de la disonancia!
Es que si no es por consigna, difícil que yo diga “Oh... don Proko... qué gozadera me voy a dar...” — Y sí, no te burles, que en esta música yo me pierdo, patino, resbalo: soy un indomiciliado. Curioso: me re-copan los desgarros tonales de Mahler, o de Richard Strauss, hasta de Shostakovich, pero Prokofiev tiene algo diferente que me vuelve el camino mucho más escarpado. Pienso esto: sucede que Mahler quería declarar una idea; sus arañazos armónicos tienen un propósito constructivo. Prokofiev, en cambio, busca deliberadamente desmantelar el discurso, persigue ese desajuste. Y mira que tiene una gran vena melódica, pero se pasó la vida dinamitándola. Al menos eso es lo que siento. Me intriga saber qué puede conseguir un compositor talentoso que parte de ese presupuesto tan anárquico.
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