Fragmento de «Cabalgata nocturna y Amanecer»
La mayoría de las veces se ha apuntado triunfos genuinos dirigiendo obras de Sibelius, aunque otras Sir Colin Davis se desorienta en sus lecturas del finés, o más bien persigue un enfoque muy personal. De todas formas tiene un puesto entre los modernos sibelianos, en especial dado su linaje británico. En la isla existe una larga afinidad con el compositor escandinavo: músicos de la talla de Sir Thomas Beecham y Sir John Barbirolli midieron sus prominentes talentos con sus partituras y llegaron a trabar amistad personal con él. En consecuencia, iniciaron una como “tradición” que llega hasta Davis.Pero es un beneficio con reparos, ya que los ingleses incorporaron bagaje estilístico propio. No siempre cuidan el sofisticado equilibrio tímbrico de esta música, esa paleta instrumental inclinada a colores fríos entre erupciones de bronces y pátinas tremolantes en las cuerdas; a veces acentúan la influencia rusa (en particular Tchaikovsky), otras veces la influencia continental. Influencias que existen, claro que sí, pero no definen del todo la identidad musical de Sibelius, quien forjó un lenguaje sonoro en una nación que carecía de antecedentes importantes (aunque sí contemporáneos ilustres como Kajanus o Madetoja). Esa “unicidad” del músico escandinavo, que logran comunicar intérpretes coterráneos suyos como Vänskä, Berglund, Kajanus, Saraste, Salonen o Segerstam, resulta elusiva a otras batutas, aunque haya notabilísimas excepciones como “Lenny” Bernstein, los Järvi, Szell o Vladimir Ashkenazy. Colin Davis a veces se inscribe entre las notabilísimas excepciones, y otras veces no. Digamos que cuando se deja llevar por la intuición alcanza sus mejores cotas, y cuando recurre a su mera experiencia se inclina hacia otros mundos, como el ruso o el germano. Se trata, no obstante, de un director de jerarquía, uno de los mejores de su generación y ciertamente uno de los grandes músicos ingleses todavía en activo. Pertenece a esa rara especie de los “intérpretes”, los que buscan hacer hablar a la música y no sólo reproducir una partitura. Hay quienes lo consideran engolado, marmóreo, o un artista que debe más a la formidable industria discográfica inglesa y su propaganda que a méritos reales; entre tanto, otros no pueden reprimir el aplauso cuando le escuchan. Más vale oírlo: hoy les traigo un disco con “el Sibelius de Davis”. Y no es un decir. El sello RCA ha dejado claro desde la misma portada que el protagonista es el director inglés: no hay paisaje nórdico ni compositor en sepia, sólo un sonriente Davis.El contenido del disco se ciñe a obras consagradas, unas más programadas que otras en las salas de concierto, pero bien conocidas todas ellas: la suite “Karelia”, el “Vals Triste”, la obertura de concierto “Finlandia” y los poemas sinfónicos “Tapiola”, “Las Oceánidas” y “Cabalgata nocturna y amanecer”.Personalmente, esos poemas sinfónicos me parecen lo mejor del disco; Davis exhibe refinada intuición tímbrica y vivo sentido del ritmo, dándoles gran cohesión. El Vals Triste desprende elegancia y no poca sensualidad. La suite Karelia suena tocada con oficio.Conozcan esta visita a Sibelius realizada por Sir Colin Davis al mando de la estupenda Sinfónica londinense, mp3 | VBR (~ 224 kbps) | 48 kHz | rar 127,3 MB | scans
1 comentario:
"Karelia" la ejecuta con menor velocidad que otra versiones que he escuchado. Aún así suena majestuoso.
Saludos.
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