
La cultura rusa es como una gema de innumerables facetas. La música de
aquellos confines, tan a menudo presente en este blog, fue un golpe de
cátedra en Occidente merced a sus postulados renovadores. Sin embargo, no
hay que olvidar que el arte de un pueblo proviene de una cosmovisión
común, una identidad propia, la cual nutre todas las manifestaciones de su
cultura y establece relaciones de mutua inspiración y enriquecimiento. De
ahí que la originalísima música que Rusia obsequió al mundo a partir del
siglo XIX se deba no solamente a sus grandes compositores, sino también al
más grande de sus literatos: Aleksandr Pushkin.

Para Mara
Después de la Biblia, tres son los escritores
cuyas obras más han influido en la música:
—Shakespeare, con sus dramas
cargados de acertados retratos de caracteres, dilemas y decisiones, ha
atraído a grandes músicos a usar sus tragedias y comedias para crear
magníficas piezas musicales. —Posterior
en el tiempo, Goethe: además de su
exitosa novela El joven Werther, su Fausto es probablemente
uno de los motivos inspiradores más recurrentes de la historia de la
música. —El tercero es
Pushkin, punto de referencia
indiscutible en la música rusa.
Fue preparando un artículo sobre la Quinta Sinfonía de
Shostakovich que
conocí el influjo de este poeta sobre la música. El compositor escribió
sus
Cuatro Romances sobre versos de
Pushkin para bajo y piano, Op. 46, donde puede apreciarse claramente la carga anímica que este
poema aportó a la composición de dicha Sinfonía, escrita en uno de los
momentos más delicados de la existencia de
Shostakovich.
Dieciséis años más tarde, la mecánica se repite. En
1952 el compositor pone música a
Cuatro monólogos de Pushkin, Op. 91, y curiosamente unos versos de dicha composición le dan la
piedra de toque para la confección de su enorme Décima Sinfonía, en
la que el anagrama DSCH danza victorioso sobre los motivos del
tirano Stalin. Tal influjo no podía pasar inadvertido, y si nos detenemos
a revisar la relación entre las obras de
Pushkin y la música rusa, los datos
no dejarán de sorprendernos:
Aleksandr Sergéyevich Pushkin nació en
Moscú el 6 de junio de 1799,
hijo de aristócratas rusos. Podemos remontarnos en la historia de su
familia paterna hasta el siglo XII. Por parte de madre, el bisabuelo de
Pushkin era de raza negra.
Efectivamente, el príncipe etíope Abram Gannibal (o Hannibal) fue
capturado por esclavistas y acabó siendo regalado al Zar Pedro I el
Grande, el cual lo adoptó, llegando a ser ingeniero, jefe militar y noble.
Desde su juventud, en el Liceo de San Petersburgo
(hoy llamado Liceo Pushkin), destacó por su capacidad de rimar y por la gran cultura que día a día
atesoraba. Como en todas las casas nobles, el francés era el idioma usual,
reservando el ruso para el trato con los servidores. Esto hizo que
Pushkin se empapara de los grandes
de la literatura francesa y también tuviera conocimientos de Shakespeare y
Lord Byron, siendo este último una gran influencia en sus obras más
tempranas.
Pushkin recita su poema ante el laureado Gavrila Derzhavin,
en el examen del Liceo de Tsárskoye Seló el 8 de enero de 1815.
Impresionado por los versos, el anciano poeta proclamó
al joven de 16 años como su sucesor.
Todavía en el Liceo, comenzó la composición de su extenso poema
Ruslán y Liudmila, publicado en 1820 y que en
1842 fue llevado a la ópera por
el llamado “padre de la música rusa”,
Mijail Glinka.
El libreto fue adaptado por hasta cuatro escritores, toda vez que
Pushkin, debido a su temprana
muerte, no pudo realizarlo como habían planeado.

Pocos son los compositores rusos del XIX que no tienen obras de
Alexander Pushkin entre sus óperas,
alguna de la máxima importancia dentro de su catálogo. Del
Grupo de los Cinco, sólo
Balákirev y
Borodin —este
último por haber entregado su vida a la monumental Príncipe Igor—, aunque
no faltan en su catálogo canciones sobre poemas del poeta. En cambio,
Mussorgsky
compuso una de las cumbres de la ópera rusa, su gran
Boris Godunov, por
supuesto, basado en el drama de
Pushkin.

Pero del Grupo de los Cinco, los dos compositores que más se apoyaron en
Pushkin para sus óperas fueron
Nikolai Rimsky-Kórsakov
y
Cesar Cui. El
primero de ellos presentó, en
1897, la ópera
Mozart y Salieri, basada
en una de las
Pequeñas Tragedias
publicadas en
1830 por el poeta.
Todavía compuso dos óperas más basadas en sus obras: en
1900
La historia del Zar Saltan, en la que se puede escuchar el famoso “vuelo del moscardón”, y en
1907 su célebre y maravillosa
El gallo de Oro.

Por su parte
Cesar Cui echó
mano de los textos de
Pushkin para
componer óperas como
El prisionero del Cáucaso
(1858), basado en el poema romántico que compuso el escritor en su duro e
iniciático exilio en Crimea y el Cáucaso. Basándose también en las
Pequeñas Tragedias, compuso
Cui,
en
1900, una pequeña ópera en un
acto, literalmente llamada “escena dramática”,
El banquete en tiempos de plaga, y en
1909 una gran ópera
basada en la novela en prosa
La hija del Capitán.
Pushkin ingresó con 21 años en el
cuerpo de funcionarios del Estado y a la vez fue haciéndose un puesto
entre los literatos radicales implicados en movimientos de reforma social.
Tras haber escrito algunos poemas que molestaron al Zar Alejandro I,
estuvo a punto de ser desterrado a Siberia, pero sus eficaces apoyos en
la corte aplacaron la ira del Zar
y consiguieron que fuera expatriado a al sur. Allí, lejos de soportar el
castigo, Pushkin dio rienda suelta a
su espíritu rebelde y romántico, lo que le trajo nuevos conflictos con el
gobierno, unido a su gusto por las juergas, correrías, amoríos, su afición
a las cartas y al juego, los duelos e incluso su convivencia por más de
dos meses con una tribu de gitanos.
Es durante esta etapa que comienza la composición de las grandes obras
y poemas, pero es trasladado a Odessa a las órdenes del general Voronstov. Aquí
tampoco dio muestras de quietud de ánimo,
enamoró a la hija del general a la vez que escribía panfletos
ridiculizando la figura de éste. Como resultado fue nuevamente desterrado y sometido a arresto
domiciliario en la finca paterna de Pskor. Al marchar de Odessa, en
1824, escribió su sentido poema
de adiós
Al mar. Y es
en la tranquilidad del campo donde continuó y acabó de dar forma a sus
grandes poemas.
“Pushkin se despide del Mar”,
óleo de Iván Aivazovsky e Iliá Repin (1877)
Una obra de 1827, basada en su
experiencia con las tribus zíngaras,
Los gitanos es
para algunos estudiosos la fuente de inspiración de al menos
18 óperas y más de media docena
de ballets, incluyendo
Aleko
(1893)
ópera de
Rachmaninoff,
Gli zingari
(1912)
de
Ruggero Leoncavallo
y Gypsies
(1941)
de
Vasily Kalafaty.
Más aún, ciertos cronistas británicos apuntan la posibilidad que dicha
obra fuera la inspiración de Prospero Merimée en su novela
Carmen publicada en
1845 y que
Bizet
inmortalizó en su ópera del mismo nombre en
1875.
El 26 de diciembre de 1825 tuvo
lugar la revuelta
decembrista.
Grupos de militares, muchos de la alta aristocracia, con ideas
liberales intentan derrocar al Zar Nicolás I. Aunque Pushkin no intervino en
dicha rebelión, la mayoría de los insurgentes tenían entre sus papeles sus
primeros poemas políticos. Por este motivo se vio sometido a una fuerte
vigilancia y su obra censurada durante años.
Cuando muere el Zar Alejandro I, su sucesor Nicolás I tomó bajo su
protección a Pushkin,
permitiéndole volver a la corte, aunque bajo la condición de que el
propio Zar fuera el censor de las obras del poeta. Se abre para Pushkin un periodo
fructífero en el aspecto económico ya que sus escritos se lanzaban en
grandes tiradas y los honorarios que percibía eran desorbitados para la
época. De este tiempo data una de sus novelas en verso más conocidas,
Eugenio Oneguin.
Esta obra es la inspiradora de una de las más famosas óperas de
Piotr I. Chaikovsky, estrenada en 1879 con libreto
del Modest, el hermano del compositor, y basado en la novela de
Pushkin. También el gran músico ruso
usó la historia corta
La dama de picas
para la creación de su más ambiciosa ópera del mismo nombre en
1890. (Franz von Suppé
usó el mismo texto para una ópera titulada igual). El poema narrativo
Poltava, que
relata la intervención de los cosacos ucranianos al mando de Ivan Mazepa
en la batalla del Poltava entre Rusia y Suecia, sirvió a
Chaikovsky para
la composición de su magna ópera
Mazeppa
(1884).
En 1831
Pushkin se casa con la bellísima
Natalia Goncharova, entrando su vida en un momento más dulce y
plácido aún si cabe. Ingresa como alto funcionario en la Cancillería de
Asuntos Exteriores, el mismo año de su boda y dos años más tarde es
elegido miembro de la Academia Rusa. Cada una de sus publicaciones de esta
época es considerada un éxito.
Pero, pese a su buena posición económica los gastos en la casa de los
Pushkin se disparan de forma
notable: un hijo nuevo cada año, dos hermanas solteras de Natalia Pushkina
que viven con ellos, los frecuentes bailes, fiestas y recepciones que
acostumbraban a dar, a lo que hay que añadir su cada vez mayor afición al
juego... Aunque intentó compensar este trepidante ritmo con una incesante
labor creativa, el escritor acumuló deudas considerables.
El 27 de
enero de
1837,
Pushkin es herido de muerte en un
duelo. Fue
en las afueras de San Petersburgo contra el militar francés Georges
d’Anthes, ahijado del embajador de Holanda. Al parecer, por haber prometido a su
esposa no volver a batirse en duelo,
descuidó la elección de sus padrinos y dejó todo en manos de la parte
contraria. No se sabe si es cierto que su arma fue manipulada, pero la realidad es
que
recibió un balazo en el pecho antes de poder disparar su pistola. Los médicos que lo atendían no pudieron hacer nada por él y murió en la
madrugada del 29 de
enero, a la edad de 37 años.
“La muerte de Pushkin”,
óleo de Dmitri Belyukin (1986)

Corta vida, 37 años, pero de fecunda producción artística,
con la particularidad de que dicha obra fue inspiradora para una
pléyade inmensa de músicos, rusos o no. Independientemente de las óperas mencionadas más arriba, los poemas de
Pushkin sirvieron para ser
musicalizados por compositores de los siglos XIX y XX. Así
Nikolai K. Medtner
pone música a poemas de
Pushkin en
sus Opus 29, 36 y 52 para voz y piano; y su famosa
Sonata-Reminiscenza n.º 10 para piano, Op. 38, n.º 1 está basada en el poema
Recuerdos.
Benjamin Britten
en
1965 publicó
Ecos del poeta para tenor o soprano y piano, Op. 76, basado en el poema de
1833,
Angelo.
Su poema sobre la leyenda que rodea la estatua ecuestre de Pedro I en San
Petersburgo,
El jinete de bronce, sirvió a
Reinhold Gliére
para componer un ballet homónimo en
1950. También la Décima Sinfonía
(1927)
de
Nikolai Myaskovsky
se basa en la historia relatada en el mismo poema.
En el aspecto anecdótico,
Eugenio Oneguin
se lleva la palma. En
1936 para
una adaptación teatral de la obra, la música incidental corrió a cargo de
Sergei Prokofiev. Pero curiosidad es el ballet
(Onegin)
que el gran bailarín
John Cranko encarga musicalizar a
Kurt-Heinz Stolze. Éste no usa ni una nota de la célebre ópera de
Chaikovski, al
contrario, utiliza música del compositor pero provenientes de
Las Estaciones, la ópera
Cherevichki y la ultima
parte de la fantasía sinfónica
Francesca da Rimini.
Incluso
Sergei Rachmaninoff
puso música al drama
El caballero mezquino
de
Pushkin, siguiendo fielmente el
texto de la obra del poeta tal cual éste la escribió. La estrenó el 24 de
enero de
1906 en el Teatro
Bolshoi en la misma función de la premier que su otra ópera
Francesca da Rimini.
Muchos de sus cuentos fueron llevados al cine de dibujos animados en la
época soviética y las bandas sonoras fueron firmadas por grandes nombres
de la música como
Shostakovich o
Georgy V. Sviridov, bandas sonoras que luego pasaron a convertirse en hermosas suites
orquestales.
De Sviridov,
creador de maravillosas composiciones corales es el disco que acompaña
este artículo, ya que las dos obras que contiene son
La tormenta de nieve
(1975), ilustraciones musicales sobre poemas de
Pushkin para orquesta, interpretada
por Vladimir Fedoseyev al frente de la Gran Orquesta Sinfónica de la Radio
y Televisión de la URSS; y
La guirnalda de Pushkin
(1979), concierto coral sobre versos de
Alexander Pushkin, ejecutada por
Vladimir Minin con N. Gerasimova, A. Vedernikov, E. Obolenskaya y Y.
Alisova, y el Coro Artístico de Cámara de Novosibirsk, el Ensamble de
Cámara de la Gran Orquesta de la Radio y Televisión de la URSS, y el Coro
Artístico de Cámara de Moscú. Quiero finalizar dando las gracias a
Elgatosierra por su magnífico asesoramiento y, en especial, al gran
amigo Carlos Sala Ballester por descubrirnos a un compositor tan
fantástico como es
Georgy Vasilyevich Sviridov.
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