viernes, 9 de julio de 2010

MÚSICA FRANCESA de CÁMARA | Viotta Ensemble

front cover

À notre bon ami, Robin

Francia conoció una época dorada, musicalmente hablando, en sus tiempos barrocos: Lully, De Lalande o los Couperin, Rameau, nombres relevantes en la Historia de la Música, dan cuenta de esta primacía cultural. El esplendor de Versalles irradiaba consigo el canon para el arte europeo en cualquiera de sus formas.


Tras la Revolución de 1789, la guillotina pareció decretar el silencio. Fue un silencio transitorio, por fortuna; sin embargo, el centro de gravedad, en términos artísticos, se había alejado de París. Los severos códigos de Diderot, cuya Enciclopedia situaba a la música en el último peldaño de las artes, fueron ampliamente desairados, y el primer Romanticismo restituyó a la música un lugar principal, legitimando el reemplazo de la mera forma por la originalidad ansiosa de nuevas combinaciones y sensibilidades. El «cetro» de la influencia recayó en el conglomerado de pequeños reinos que era entonces Alemania, y junto a la eterna Viena desarrollaron por cien años una verdadera hegemonía musical, no obstante la irrupción de países novatos en la historia del arte que enriquecieron a su vez el acervo cultural de Europa y el mundo.

Daumier Vagón de Tercera Clase

Mientras tanto, Francia se sobreponía al terror de Robespierre, a las águilas de Bonaparte, a la Restauración, al Segundo Imperio, a la dura derrota ante Prusia, a la Comuna... Existía, es cierto, el importante prestigio de la Ópera de París, donde reinó Meyerbeer y fracasó Wagner. También el Conservatorio, a cargo de un Cherubini más estricto que clarividente. Con todo, buena parte de los artistas franceses proliferaron al margen (y en contra) de los grandes centros, los cuales ansiaban y despreciaban al mismo tiempo. De alguna extraña manera, el quebranto de una sociedad muy herida coincidía con la abundancia de creadores geniales (Baudelaire y Delacroix, por apuntar sólo dos ejemplos señeros).

Durante el siglo XIX la música sinfónica fue alemana, a pesar del gran Berlioz. La ópera estuvo dividida entre Wagner y Verdi, a pesar del gran Bizet o el espléndido Gounod... En tanto Victor Hugo, Dumas, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé, transformaban a la lengua literaria francesa en la más hermosa del mundo, el nuevo esplendor musical aguardaría las postrimerías del siglo XIX y los albores del XX para reverdecer en torno a Debussy, Dukas, Franck, Fauré... y sus discípulos.

El disco que hoy les comparto lo integran estos discípulos: Vincent d’Indy, Albert Roussel, Francis Poulenc y Charles Koechlin. Todos ellos están representados con obras para conjuntos de cámara, tan fecundos en esas exploraciones tímbricas característicamente galas, a diferencia de las macizas fuerzas orquestales germánicas.

Esa preferencia por la claridad, por el color, por la sensación de espacio, por la libertad de combinaciones ajenas a un diseño prestablecido, tienen evidentes conexiones con los mundos cromáticos de los grandes pintores impresionistas — a pesar del desagrado que tal idea le provocaba a Debussy.

Tras la derrota ante Prusia en 1870, Francia inició un debate al respecto de su propia identidad y comenzó a redescubrir el legado de los días barrocos y prebarrocos.

  • Vincent d’Indy (1851-1931), imbuido de esta sensibilidad, compuso la «Suite en Estilo Antiguo», primera obra del presente disco. No obstante, fue más conservador que sus otros compañeros, quienes se aventuraron más lejos.
  • Albert Roussel (1869-1937), influido por d’Indy y Debussy, fue el compositor más reconocido y famoso de su generación junto a Ravel. Aquí escucharemos su temprano Trío para violín, viola y cello, Op 58.
  • Charles Koechlin (1867-1950) fue un insigne discípulo de Fauré, prolífico como compositor y teórico, de quien oiremos la Sonatina n° 2 para la inusual combinación de oboe d’amore, flauta, clarinete, sexteto de cuerdas y... clavicordio, aquel instrumento que en la antigua Francia conoció días de gloria.
  • Por fin, Francis Poulenc (1899-1963) —a quien un crítico llamó «mitad monje, mitad delincuente» («Le moine et le voyou»)— fue uno de los más importantes autores franceses del siglo XX. Aquí oiremos su cantata «Le Bal Masqué» (Baile de Máscaras) para barítono y conjunto de cámara.

Interpreta el Viotta Ensemble, agrupación de cámara formada por miembros de la Orquesta del Concertgebouw. Estos músicos de primera línea obtienen una interpretación de calidad verdaderamente extraordinaria. Allez vous! A disfrutar.

D E S C A R G A

4 comentarios:

Mari dijo...

Cabalgata sobre autores Franceses acompañados del "ADUANERO Rousseau"
En estos momentos en el Guggenheim de Bilbao hay una exposición sobre este pintor y se puede admirar este mismo onírico cuadro "Carnaval"
Gracias Joaquin por esta música Francesa!

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Este Rousseau me gusta más que el otro! Qué envidia, Mari, de quienes aprecian in situ aquel cuadro.
Un afectuoso saludo!

robin dijo...

¡Ups,casí me perdí esta entrada!!!
Merci beaucoup pour la dédicace ! Allez, on télécharge, d'autant plus que je connais très peu ces compositeurs.
Conozco muy poco estos compositores (¡vergüenza!)
Cariños desde Francia

robin dijo...

...à part Poulenc, quand-même !

 
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