¡FELIZ 2011 A TODOS! Atrás queda un año complicado y se abre un nuevo período ante el cual hago mis más sinceros votos de prosperidad y genuina felicidad para cada uno de quienes visitan esta página, en donde se los quiere y aprecia sin distinción. Por cierto, concluye el año Schumann y comienza el año Liszt, aunque yo seguiré ampliando el repertorio Schumann antes que el de Liszt. El 2010 se “entretuvo” con los chilenos lo suficiente como para perturbar las planificaciones que habíamos hecho, así que hubo material que no pude colocar en línea (la Primera de Brahms, por ejemplo, en varias versiones, la Sinfonía Alpina de Strauss, etc.), pero irá apareciendo a poco andar de este nuevo año. Como sea, les agradezco a cada uno y cada una su presencia, y me siento honrado de poder saludarlos como amigos.¡Un abrazo y que tengan felices festejos!
martes, 14 de diciembre de 2010
ENRIQUE MORENTE HA MUERTO

Lo he dicho antes y lo repito ahora: me gusta el Flamenco, aunque no sea una de las prioridades de este fogón. Por eso, porque me cala hondo el cante jondo, me entristece la pérdida de uno de sus grandes maestros: Enrique Morente, el “granaíno”, el Cantor de los Poetas. Morente falleció ayer 13 de diciembre, luego de haber caído en coma el pasado 10, tras una operación de urgencia practicada en la Clínica de la Luz, Madrid. Fernando de León se despachó al respecto del cantaor unas palabras que hago mías, para sumarlas a este homenaje.
“Descanse en paz Enrique Morente ‘el granaíno’.”
domingo, 12 de diciembre de 2010
EL OTRO FRANZ SCHUBERT (“el de Dresde”) Y LOS OTROS ERLKÖNIG
por Fernando de León / dedicado a Elgatosierra
Franz Anton Schubert nació en Dresde en 1768, hermano menor del contrabajista Anton Schubert. También contrabajista, acabó como compositor principal de la Iglesia Real de Dresde. Fundador de una pequeña saga de músicos; su hijo, violinista y compositor, también llamado Franz, aunque acabó llamándose François Schubert por razones obvias. Éste, a su vez, fue padre de la cantante Georgine Schubert, soprano que adquirió cierto renombre.
De Franz Anton Schubert se conserva sobre todo música religiosa, pero también escribió música profana como este lied Die Lebensgefährten que canta Ann Murray acompañada al piano por Graham Johnson.
Pero este músico de Dresde es más recordado por su desdeñosa contestación a los prestigiosos editores Breitkopf & Härtel cuando esta compañía envió por error al Schubert de Dresde el manuscrito del famoso lied Erlkönig escrito por Franz Peter, el Schubert de Viena, devolviéndoselo por no considerar de interés su publicación. Franz Anton contestó con una mordaz carta en la que decía:
“Pido que quede constancia que dicha cantata en ningún momento fue escrita por mí. Pero me quedaré la partitura para estudiar, si es posible, quién es capaz de enviarles tan descortésmente esta basura [»Machwerk«: porquería, mamarracho] y además descubrir al tipo que usurpa mi nombre.”
Y no fue el único encuentro entre ambos compositores; en el almanaque de 1822 W. G. Beckers Taschenbuch für geselligen Vergnügen (“Agenda de W. G. Becker para el divertimento social”) el editor incluyó dos canciones correspondientes cada una a los dos Schubert y para solventar el enredo usó la aclaración “Franz Schubert en Viena” y “Franz Schubert en Dresde” a fin de distinguirlos, sin que haya constancia de la reacción que tuvo Franz Anton al verse de nuevo relacionado con Franz Peter.
Erlkönig es un poema de Johann Wolfgang von Goethe, en el que narra la galopada a través de un sombrío bosque de un hombre que lleva a su hijo, gravemente enfermo, al médico, en una oscura, ventosa y desapacible noche. Goethe incluye en esta trama una leyenda de origen danés por la que el rey de los Elfos (Erlkönig, aunque no sea ésta exactamente su traducción, pero no nos extenderemos ahora en este punto) se acerca a los moribundos para atraerlos hacia el más allá, primero con halagos y promesas, después con apremios y violencia. El poema ha sido usado como texto para canciones por multitud de compositores clásicos y se conocen más de 20 adaptaciones.
... LETRA Y TRADUCCIÓN AQUÍ

La más famosa es la de Franz Peter Schubert, quien llegó a publicarla como su Opus 1 aunque luego O.E. Deutsch lo catalogase como D.328. Schubert contaba sólo 18 años cuando concibió esta obra maestra, considerada de máxima dificultad para el cantante ya que en un mismo lied ha de entonar las voces de los cuatro personajes, a saber: el narrador, el padre, el niño y el rey de los Elfos. No menos ardua es la labor del pianista, ya que el tempo simula el ritmo que lleva el caballo en el transcurso del relato (si bien, más que una rítmica imitación de galope, los agitados tresillos del acompañamiento comunican a una irresistible sensación de urgencia, sustrato emocional de la obra). Fue transcrito por Liszt para piano solo, por Ernst para violín solo y Berlioz orquestó el acompañamiento de piano. Podemos oírlo aquí en dos versiones:
- Primero en una hermosa animación que emplea como base la voz de Ian Bostridge y el piano de Julius Drake...
- ...y luego en la versión de Dietrich Fischer-Dieskau...
Pero, como comentamos anteriormente, hay más composiciones con el mismo texto, que resuelven el problema de los múltiples personajes de diferentes maneras. Un ejemplo es el de Louis Spohr, compositor, pero con más fama en su época como violinista. Puso música al poema de Goethe incluyendo un violin obbligato que realza la atmósfera ladina de los pasajes correspondientes al Erlkönig. Canta Gerald Finley con Marianne Thorsen al violín y Graham Johnson al piano:
Johann Friedrich Reichardt fue, quizá, el más valorado compositor de lieder de su época, además de prolífico autor de esta variante con más de 1.500 composiciones de las cuales unas 150 contenían textos de Johann Wolfgang von Goethe. Publicada en 1794, Reichardt expone la trama de Erlkönig en un ambiente fantasmal envuelto por la bruma. Los pasajes del rey son casi monólogos que, sin permitir respirar al intérprete dan la impresión de no estar cantados. De nuevo Gerald Finley acompañado al piano por Graham Johnson nos interpreta la acelerada versión de Reichardt.
Quien introdujo a Felix Mendelssohn en la música de Juan Sebastian Bach promoviendo así la recuperación de la obra del inmortal genio del barroco, fue Carl Friedrich Zelter. Nacido en Berlín en 1758, llegó a ocupar el puesto de director de la academia de canto de su ciudad natal y fue profesor, entre otros, de los hermanos Mendelssohn y de Meyerbeer. Una copia del manuscrito de la partitura de la Pasión según San Mateo conservado por Zelter fue el regalo de fin de año que la abuela Bella Salomon hizo al joven Félix en 1823, y que cinco años más tarde Mendelssohn revivió en la famosa actuación en la Singakademie de Berlín en marzo de 1829. La otra faceta a destacar de Zelter es la gran amistad que le unía con Goethe; se cruzaron correspondencia regularmente durante al menos 30 años y se visitaron con asiduidad. Compuso su Erlkönig en 1797 aunque no fue publicada hasta 1896, es importante destacar las ráfagas de piano tras las estrofas que terminan citando a la neblina (es ist ein Nebelstreif) y al viento (säuselt der Wind) cuyo movimiento describen de forma admirable. De nuevo el tándem Finley – Johnson nos ofrecen esta versión de Erlkönig.

“Erlkönig” (1849), acuarela basada en una ilustración de Moritz von Schwind
Quizá la composición sobre el texto de Goethe que más compite en celebridad con la de Schubert es la debida a la mano de Carl Loewe, el cual además de compositor era barítono. Compuesta entre 1817 y 1818, no posee el mismo nivel melódico que la versión schubertiana, ya que si bien éste adjudicó al piano la tarea de transmitir una atmósfera de inquietud, Loewe encarga este cometido a la modulación de la voz y la predominancia del canto. Repeticiones de versos finales, que trasmiten sensaciones de eco, y la voz del rey siempre en pianissimo se encargan de crear el ambiente de desasosiego buscado. Para algunos esta versión supera a la de Schubert. Atención al modo casi expresionista con que Loewe subraya la dramática resolución (...war tot) colocando la última sílaba en Si natural (2:52), atroz contraste a la armonía de Sol menor que domina la composición. El bajo-barítono Thomas Quasthoff junto al piano de Norman Shetler dan soberbia lectura a esta versión admirable de la balada goethiana.
viernes, 10 de diciembre de 2010
MOZART: OBERTURAS
Algo digno de apreciar en la Historia de la Música es la manera como una idea germina a lo largo de varias generaciones de artistas, creciendo en nitidez y refinamiento sin perder totalmente los rasgos que la conectan con su origen. Tal es el caso de la Obertura.
El concepto original no podía ser más sencillo: una pieza introductoria para el drama escénico. El primer compositor en firmar una ópera, Jacopo Peri, se valía de un simple ritornello como introducción, pero a los pocos años Monteverdi escribió una sensacional Toccata como apertura de su “Orfeo” [sobre esta pieza en particular les recomiendo el análisis publicado por Leiter].
Aun así, la costumbre para introducir el nuevo género era que los vocalistas ofrecieran un resumen de la acción que estaba a punto de desarrollarse. Ya a partir del siglo XVII el concepto deriva en una pieza instrumental destinada a captar la atención del público y cuya forma va asumiendo un claro esquema tripartito. Mientras Lully establece en Francia un modelo de dos secciones lentas y majestuosas enmarcando un intermedio vivaz, en Italia, merced a Alessandro Scarlatti, se invierte la forma: rápido, lento, rápido. Esta última concepción serviría como modelo básico para la sonata, el concierto y la sinfonía. En efecto, “Sinfonía” será el nombre que recibirá ese preludio operático cuando se lo presente por separado…
El material musical del que estaba compuesto no guardaba relación con el de la ópera a la cual servía de introducción, hasta que Glück perfecciona este punto y hace sonar en sus oberturas temas correspondientes a la ópera que preludiaban. Es un gran paso: la obertura no sólo acalla el murmullo del público, sino que le adelanta varias ideas musicales, ofreciéndoles un resumen de la acción y hasta de la temática, algo que repercutirá más tarde en el Poema Sinfónico.
Wolfgang Amadeus Mozart entendió maravillosamente las posibilidades que le ofrecía el subgénero de la Obertura, creando obras de arte capaces de brillar con luz propia en las salas de concierto y de influir por sí solas en los artistas. Por ejemplo, la obertura de “La Flauta Mágica” fue para Brahms modelo perfecto de orquestación y sabiduría musical. También la de El Rapto en el Serrallo, que acompaña esta entrada, es una maravilla de frescura e inventiva melódica, con vivaces recursos orientalizantes y destilando además esa inusitada síntesis de alegría y melancolía con la cual Mozart captura la complejidad del alma humana.
Nikolaus Harnoncourt nos permite apreciar la belleza de las oberturas mozartianas en el disco que les comparto hoy, compuesto por registros del director austríaco a la cabeza de distintas formaciones orquestales. Disfruten ustedes esta música extraordinaria...
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martes, 7 de diciembre de 2010
OBERTURAS del TEMPRANO ROMANTICISMO

“Garganta rocosa”, Caspar David Friedrich (1822-23)
Retomando la senda de las oberturas pasamos hoy a un grupo de obras escritas, casi todas, por músicos de la primera generación romántica. La sensibilidad orquestal sigue en pleno desarrollo gracias a las conquistas sonoras de Berlioz, Weber y Mendelssohn, quienes asumieron y ampliaron el legado del último Mozart y Beethoven. Crece la tensión dramática y el alcance emocional y conceptual de la música, que ahora obedece a la imaginación del artista más que a una fórmula prestablecida. La “obertura” asume mayor independencia como forma, originando piezas no destinadas a introducir ninguna ópera, sino con entidad propia: me refiero a las “oberturas de concierto”, anticipos del “poema sinfónico”. En ellas los autores elaboran su música de acuerdo a la forma sonata —como un primer movimiento de sinfonía— y guardando relación con alguna referencia extramusical (viajes, literatura, onomásticos, etc.). Mientras tanto, las oberturas de ópera se refinan hasta constituir detallados resúmenes de la trama, como lo hace Wagner con su magnífica obertura para “El Holandés Errante” o “Tannhäuser”.
El disco que hoy pongo a su alcance, queridos amigos, incluye una selección de oberturas del Romanticismo temprano, en la cuidada interpretación de Sir Roger Norrington y The London Classical Players, quienes siguen un estilo de interpretación “de época”, o como se dice también, “históricamente informada”. Incluso la distribución de la plana instrumental se organizó según el uso de la orquesta Gewandhaus de Leipzig en tiempos de Mendelssohn. Aquí, la enumeración de las pistas:
- Carl Mª von Weber (1786-1826): »Oberon«. En una fantástica exhibición de color instrumental, Weber recopila temas que aparecerán en los actos siguientes de su ópera y compone un pot-pourri cuya vivacidad no altera la lógica de su exposición, creando un auténtico modelo que ejercerá amplia influencia sobre otros compositores de su tiempo.
- Félix Mendelssohn (1809-47): »Die Hebriden«, Op. 26 — Obertura de Concierto. La visita del compositor a Escocia le atrajo la inspiración para esta obertura, que atravesó varias revisiones hasta dejar satisfecho al riguroso Mendelssohn. Sin duda una completa obra maestra, quizá uno de los mejores movimientos sinfónicos jamás escritos.
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- Hector Berlioz (1803-69): »Les Francs Juges«, Op. 3. Esta pieza nos remite al mundo de los Vehmgericht, tribunales secretos surgidos durante la Alemania medieval y cuyo símbolo era una cruz roja (Conan Doyle se inspira en esta organización para su novela “Estudio en Escarlata”). La obertura tiene una imprecisa relación temática con la ópera. Berlioz, uno de los mayores magos orquestales de todos los tiempos, nos ofrece numerosas pruebas de su habilidad a lo largo de esta composición, que vale la pena escuchar atentamente. El libreto destaca un ejemplo en particular: en la sección central, dos ritmos diferentes, uno en las cuerdas y otro en la percusión, se amalgaman para provocar una atmósfera de inquietud.
- Robert Schumann (1810-56): »Genoveva«, Op. 81. En la única ópera salida de su pluma, Schumann se inspira en la leyenda de Genoveva de Brabante, esposa de Siegfried, señor de Simmerch. Calumniada como adúltera, es condenada y llevada al bosque, donde sus ejecutores se apiadan de ella y su hijo recién nacido. La inocencia de Genoveva será reconocida por fin, siéndole restituida su dignidad y castigados sus acusadores. Aunque Schumann trabajó sobre un libreto mediocre y no demostró mucha aptitud teatral, su música es de muy alta calidad, destacándose sobre todo la espléndida obertura aquí programada.
- Franz Schubert (1797-1828): »Die Zauberharfe«. Tampoco este gran compositor sinfónico y vocal tuvo suerte con sus obras escénicas, en las cuales se hallan páginas de extrema belleza. Esta obertura delata especialmente el genio sinfónico de Schubert y su arrollador lirismo.
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- Richard Wagner (1813-83): »Der fliegende Holländer« — versión original de 1841. El gran revolucionario de la ópera alemana, Wagner, redactó una de sus oberturas más brillantes para introducir su ópera El Holandés Errante. La representación inicial de la tormenta marina, impactante, se basa en una experiencia del propio compositor en un viaje atravesando el Mar Báltico hacia Londres, durante el cual la furia de los elementos obligó al barco a refugiarse en los fiordos noruegos. La obertura fue adaptada en diferentes ocasiones, y la que habitualmente escuchamos tiene los retoques añadidos por el músico en 1860, cuando su estilo había llegado ya a la fase “Tristán”. Esta vez los intérpretes se ciñen a la primera redacción de la pieza, con un final algo más convencional en el cual los instrumentos de época son llevados a sus límites, como apunta el libreto que acompaña el disco.
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sábado, 4 de diciembre de 2010
FURTWÄNGLER interpreta a WAGNER

Furtwängler vuelve a la carga con dos célebres y contundentes páginas wagnerianas: la Obertura “El Holandés Errante” y la “Cabalgata de las Walkyrias”. Dirige a la Filarmónica de Viena y el sonido es muy aceptable. Lamento no poder indicarles el año, ya que el sello (Centurion Classics) lo omitió en las informaciones del registro. Cosas que pasan...
- Obertura »Der fliegende Holländer« (mp3 · vbr · 23,3 mb)
- »Walkürenritt« (mp3 · vbr · 11,2 mb)
domingo, 28 de noviembre de 2010
prosa | SÁBATO

(fragmento)
El sentimiento de orfandad tan presente en este tiempo se debe a la caída de los valores compartidos y sagrados. Si los valores son relativos, y uno adhiere a ellos como a las reglamentaciones de un club deportivo, ¿cómo podrán salvarnos ante la desgracia o el infortunio? Así es como resultan tantas personas desesperadas y al borde del suicidio. Por eso la soledad se vuelve tan terrible y agobiante. En ciudades monstruosas como Buenos Aires hay millones de seres angustiados. Las plazas están llenas de hombres solitarios y, lo que es más triste aún, de jóvenes abatidos que, a menudo, se juntan a tomar alcohol o a drogarse, pensando que la vida carece de sentido, hasta que, finalmente, se dicen con horror que no hay absoluto.
Recuerdo la soledad del campo, ¡tan distinta! Era esa soledad de la llanura infinita que le confería al hombre una tendencia natural a la religiosidad y a la metafísica. No es una casualidad que las tres grandes religiones de Occidente hayan nacido en la soledad del desierto, en esa especie de metáfora de la nada en la que el infinito se conjuga con la finitud del hombre. Nuestras modernas maneras de pensamiento creen que aquéllos eran pueblos atrasados, siendo que para ellos la verdad era un descubrimiento, algo frente a lo cual cabía el asombro. En la modernidad, el hombre ha buscado en sus construcciones lógicas la respuesta a las grandes incógnitas, creyendo, así, que al hacerlo era muy superior a quienes aguardaban la Providencia. Pero hoy en día, tantos golpes ha recibido el orgulloso intelecto humano, que estamos en condiciones de abrir los ojos a creencias impensables hace unos años.
Ernesto Sábato
viernes, 26 de noviembre de 2010
GÓRECKI (II)

Por mediación y por incentivo de Ernesto, hoy les comparto un segundo disco muy representativo de Henryk Mikołaj Górecki, a dos semanas de su deceso. En esta ocasión serán tres de las obras más conocidas del maestro polaco:
- “Beatus Vir”, Op.38, compuesto en 1979 por comisión del entonces Cardenal Karol Wojtyła para conmemorar los 900 años del martirio de San Stanisław. La amplia selección de salmos tomó más tiempo al compositor que la escritura de la música misma; eligió textos que enfatizaran dudas y súplicas para proyectar las facetas morales y espirituales de la tragedia del santo, sin ánimo alguno de representación escénica. El estreno de esta extensa obra tuvo lugar frente al ya electo Papa Wojtyła en su primera visita a suelo polaco tras su elección;
- “Totus Tuus”, Op.60, inspirado en el lema pontifical de Juan Pablo II;
- “Antigua Música Polaca” (Muzyka staropolska), Op.24.
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Intérpretes:Coro Filarmónico de Praga
Orquesta Filarmónica Checa
Nikita Storojev, barítono
John Nelson, director
jueves, 25 de noviembre de 2010
SCHUMANN / Misa en Do menor

“Paisaje invernal con iglesia”
Caspar David Friedrich (1811)
Schumann escribió a un cantante holandés apellidado Strackerjan, en 1852, una carta donde expresaba:
“El fin supremo de un artista consiste en consagrar toda su energía a la música sacra. En la juventud estamos firmemente arraigados a la tierra, con sus penas y alegrías, pero a medida que envejecemos nuestras ramas aspiran a cosas más grandes. Confío en que pronto se cumpla esto conmigo.”
El mismo año de esta misiva, el compositor había dado muestras claras de su interés en la música sacra cuando preparó, en largos ensayos junto al coro de Düsseldorf, varios fragmentos de la Misa en Si menor y la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach. Pero el ideal religioso en Schumann estaba profundamente alineado con su tiempo. Como siempre ocurría en este alquimista de formas y conceptos, su inventiva ya lo había llevado a comunicar impresiones muy vecinas de lo religioso a través de medios innovadores. Tal ocurrió en el 4º movimiento de la Tercera Sinfonía (“Renana”), donde plasma su deslumbramiento ante la gótica Catedral de Colonia en una maravillosa sucesión de acordes de sabor arcaico encomendados a los trombones, fijando una solución orquestal que volveremos a encontrar en la Cuarta Sinfonía de Brahms.
El director Kent Nagano ha dicho al respecto:
“Yo me llego a sentir profundamente espiritual [en este cuarto movimiento], es como una transfiguración. Pero, para decir que es religioso tendríamos que pensar en su forma más abstracta, porque Schumann trataba las ideas religiosas de manera muy moderna. Así, transmite ideas espirituales a través del carácter de la música, a través de armonías o timbres.”
Aquel año de 1852 el compositor firmará su Misa en Do menor, obra organizada según el esquema de una misa católica, emocionante en la honestidad de su expresión y la belleza de las relaciones entre el coro, los solistas y la orquesta. La dolida intimidad de su comienzo, Kyrie, parece mezclar ternura y mal augurio, lo cual se suaviza en las vivaces notas del Gloria o el Credo. El Ofertorio consiste en un himno mariano (“Tota Pulchra es Maria”) que evoca al gran liederista que un día fuera Schumann. El Sanctus y el Agnus Dei concluyen esta obra donde el compositor se despide antes de caer en la larga noche de la locura. Clara, su esposa, temerosa de que aquella demencia pudiera haberse infiltrado en la Misa, pensó en destruir el manuscrito, pero Brahms la disuadió de ello. Gracias al tino y al afecto de Johannes, hoy puedo compartirles esta obra —muy característica de la visión religiosa del Romanticismo alemán, y donde cabe registrar la influencia de las misas beethovenianas— en versión de solistas vocales, el Coro y Orquesta de la Fundación Gulbenkian de Lisboa, todos bajo la dirección de Michel Corboz...
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domingo, 21 de noviembre de 2010
Silsila ye Chaahat ka (“Nunca permití que se apagara”)
Hace pocos días le preguntaba a ese bailarín redomado que se hace llamar “Elgatosierra”, en qué consiste el placer de bailar. Sucede que yo desconozco la respuesta. Y vino el buen gato sabio a decirme que se trata de disfrutar la vida, de buscar esas respuestas dentro de uno mismo, etc. En fin, puede que las respuestas no estén afuera de uno, pero ciertas cosas pueden ayudar a descubrir el encanto; y ver bailar a Aishwarya Rai es una de ellas.

Aquí la vemos en la película “Devdas” (2002) interpretando el rol de Parvati, la joven enamorada de Devdas y que a la partida de éste a Inglaterra para completar sus estudios, enciende una vela que simboliza su amor. Corin Tellado en versión hindi, la verdad, pero el reflejo opulento de la antigua cultura india es fascinante. La canción que les comparto aquí, Silsila ye Chaahat ka, es interpretada por Shreya Ghoshal. ¡Disfrútenla!
viernes, 19 de noviembre de 2010
SCHUMANN / Réquiem para Mignon

El Romanticismo en sus etapas de inicio y plenitud (aprox. 1800-1850) tenía lo que podría llamar “pureza de intención”. Se deparaba ante la creación artística respetuoso y deslumbrado, como ante un misterio. Al reaccionar contra la idolatría a la norma y la racionalización omnímoda que caracterizó antes al Iluminismo, se levantaba también contra el artificio, contra el afán de encorsetar la realidad viva en fórmulas inflexibles.
Es toda una postura frente a la vida. El racionalismo a ultranza arriesga convertirse siempre en una reducción, pues ni el más brillante de los hombres logra abarcar, desmenuzar y contener en una elaboración mental las infinitas posibilidades latentes en el universo. Y al parecer, según la experiencia muestra, tampoco las que anidan en ese otro universo —tanto o más insondable— llamado corazón humano. En ambos casos la sola razón queda corta ante realidades que se divierten en eludirla.
Conviene matizar, eso sí, que el valor otorgado por los románticos a lo espontáneo e inmensurable no significaba un repudio minucioso de la racionalidad, como a veces se piensa. Robert Schumann, epítome del Romanticismo musical, produjo como pocos un arte de efervescente originalidad, pero también supo discernir con agudeza el potencial de la estructura musical como soporte de la inspiración, intentando fundir la libertad de su ideas con la forma clásica. Preveía que ese logro difícil —equilibrar lo imprevisible con lo premeditado— generaría obras de inusitado alcance.
Hay quien dice que esa tensión entre polos tan opuestos agotó la frágil psiquis del compositor. Lo dudo. Mejor sería admitir que esa clase de “originalidades” son el meollo más interesante del músico de Zwickau. De la misma manera que su cuasi-discípulo Brahms o su querido amigo Mendelssohn, Schumann valoró el pasado y tomó de él elementos para su propia obra; compartió la fascinación por las poderosas novedades de Beethoven y supo celebrar la genialidad de muchos contemporáneos suyos (Brahms otra vez, Weber, Chopin...). Nunca perdió “la aptitud para el eureka”, para el asombro que precede al descubrimiento. Por eso fue un renovador.
Disfruten esta breve e inspirada obra maestra:
Visite esta galería de antiguas postales europeas referidas a Mignon
lunes, 15 de noviembre de 2010
GÓRECKI (1933-2010)

Pocos días atrás, el 12 de noviembre, dejó este mundo uno de los creadores más celebrados de Polonia, Henryk Mikołaj Górecki. Su trayectoria se movió entre vanguardia y tradición, llegando alguno a acuñar el calificativo de minimalismo sacro para identificar su estilo, atendiendo al afán de simplicidad y la hondura religiosa del compositor. Como homenaje a este músico notable subo hoy las líneas enviadas por mi amigo Ernesto Nosthas, introduciendo el mundo sonoro de Górecki, famoso sobre todo por su Sinfonía n° 3, “de las Lamentaciones”.
Viajemos hacia la Silesia polaca, al pie de los Cárpatos, y adentrémonos en las aguas del bellísimo río Kłodnica (uno de los principales tributarios del Vístula) para descubrir el maravilloso mundo sonoro de Henryk Górecki.
Nuestro autor nació el 6 de diciembre de 1933 cerca de Katowice (Silesia, Polonia). Tras graduarse en 1951 trabajó como profesor de enseñanza primaria, para comenzar estudios formales de composición en 1952 bajo la tutela de Boleslaw Szabelski, en la Escuela Estatal Superior de Música (PWSM) de Katowice.
Górecki formó parte de esa maravillosa vanguardia musical polaca del período cultural post-stalinista de finales de los cincuenta, junto con Panuknik, Kilar, Penderecki, Lutoslawski y otros notables, con el estreno de sus obras en el Festival de Otoño de Varsovia. En esa ocasión, le fue otorgado un galardón de la Unión de Compositores Polacos, tras lo cual pudo cursar estudios en París en 1961 y 1963, donde se relacionó con personajes de la talla de Olivier Messiaen, Pierre Boulez y Karlheinz Stockhausen.
Sus obras han sido galardonadas en concursos de compositores tanto en Polonia como en el extranjero, destacando: el Primer Premio por la Sinfonía “1959” durante la Bienal de Jóvenes de París; el primer lugar durante la Tribuna Internacional de Compositores de la UNESCO en París por la composición “Ad Matrem”.

De vuelta a sus raíces, en el año 1975 fue nombrado rector de su Alma Mater musical en Katowice (PWSM), pero abandonó el cargo cuatro años más tarde debido a presiones políticas.
Su salmo “Beatus Vir” fue interpretado en Cracovia durante el concierto con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II en Polonia, en 1979. Górecki recibió además varios premios honoríficos, entre los que destacan: el Premio Nacional de 1er Grado (1970), premios del Ministerio de Cultura (1965, 1969, 1973), Premio de la Asociación de Compositores Polacos (1970) y Premio del Ministerio de Asuntos Exteriores (1992). Se le otorgaron varios doctorados honoris causa tanto en universidades polacas como extranjeras: Academia de Teología Católica en Varsovia (1993), Universidad de Varsovia (1994), y más tarde por la Universidad Católica de Washington, Universidad de Michigan en Ann Arbor, Universidad de Victoria en Victoria (British Columbia, Canadá), Universidad Jaguellónica en Cracovia.
Cuando el régimen comunista cayó, viajó al extranjero y desde 1989 se ocupó de las representaciones de sus obras, famosas tras el enorme éxito mundial de la grabación de su Sinfonía nº 3, llamada Sinfonía de las Canciones Tristes (o de las Lamentaciones).

La obra de Górecki es un calidoscopio sonoro, el cual abarca una gran variedad de estilos pero tiende a ser simple en armonías y elaborado en estructura. Sus primeros trabajos recuerdan el estilo de Pierre Boulez y otros serialistas. Sus composiciones más recientes suelen ser comparadas con el minimalismo, a veces llamado “minimalismo sacro” (como el avatar de Quinoff, Arvo Pärt, con quien también se le comparó). Sus trabajos reflejaron a menudo sus profundas creencias religiosas (Górecki fue un católico convencido).
En la mayoría de notas internacionales publicadas luego de la muerte de Górecki se hizo mención a las declaraciones de una de sus amigas más cercanas, Joanna Wnuk-Nazarowa, Directora Titular de la Orquesta de Radio Polonia en Katowice, quien dijo a la AP que el compositor murió el viernes 12 del corriente en la unidad de cardiología del hospital de Katowice, sur de Polonia. Wnuk-Nazarowa señalaba en sus declaraciones que ella y el compositor Krzysztof Penderecki visitaron a Górecki en el hospital el miércoles, dado que Penderecki se empeñó en visitarlo. Al respecto relató que durante esta última visita “tratamos de bromear, Penderecki prometió que dirigiría ‘Beatus vir’ [de Górecki] para el cumpleaños número 80”, que ambos cumplirían en 2013.
Le sobreviven su esposa Jadwiga, profesora de piano; su hija Anna Gorecka-Stanczyk, pianista, y su hijo Mikolaj Górecki, compositor.
Descanse en paz, Maestro.

- Epitafio Op. 12 para coro mixto y ensamble de instrumentos (1958)
- Scontri Op. 17 para orquesta (1960)
- Génesis ~ II. Canto instrumental para 15 ejecutantes Op. 19 nº 2 (1962)
- Refrain Op. 21 para orquesta (1965)
- Música de la Antigua Polonia Op. 24, para vientos (1967-1969)
De ese conjunto, les pido especial atención al contraste ente las primeras tres obras con la quinta; allí encontraran las bases armónicas que luego alcanzaran su máxima expresión con la bellísima y espectacular Sinfonía de las Lamentaciones (1976) Esta obra es sin duda la más popular de Górecki y está concebida para orquesta y soprano solista.
Escrita en 1976, se divide en tres movimientos:
- Las coloraciones del primer movimiento —lento, sostenuto tranquillo ma cantabile— hacen alusión a un lamento que data del siglo XV, evocando a una madre que llora a su pequeño hijo muerto.
- El segundo movimiento —lento e largo, tranquillissimo— contiene frases escritas sobre el muro de una prisión de la Gestapo en Zakopane. En ellas, su autora, Helena Błażusiak, con 18 años al momento de su encarcelamiento, estampa un sencillo recuerdo de su madre, intentando confortarla, y una breve plegaria a la Virgen María. El sencillo texto en el muro, dice: “Mamá, no llores, no. Inmaculada Reina del Cielo, protégeme siempre”. Górecki diría después que lo cautivó la generosidad y ausencia de rencor en esas palabras, que no claman por venganza.
- El tercer movimiento —lento, cantabile-semplice— reproduce una canción folclórica escrita en un dialecto del polaco, que imagina un diálogo entre la Virgen María y su Hijo clavado en la Cruz.
La música es lenta y contemplativa. El primer movimiento, un canon lento y prolongado para cuerdas, dura la mitad del total de la obra. Una interpretación regular dura alrededor de cincuenta minutos. La versión fonográfica más difundida que sus mercedes pueden encontrar es la que en 1992 grabó la London Sinfonietta dirigida por David Zinman, teniendo como solista a la soprano estadounidense Dawn Upshaw, que vendió más de dos millones de copias y fue un hit incluso entre los jóvenes.
Yo en lo personal prefiero la lectura que hoy les comparto, y que es la segunda escala en el viaje: Kazimierz Kord con la Filarmónica de Varsovia y Joanna Kozlowska cantando la parte solista.
Finalmente, dos obras bellísimas del pasado reciente de Górecki: una obra de estructura liviana pero inmensamente rica en armonías, su Pequeño Réquiem para una Polka, y una obra comisionada para el Festival de Música de Laerchen y enfocada en mi querido clarinete, hoy acompañado por cello y piano.
