«Castillo de Soria Moria» (1900)
Theodor Kittelsen
Su memoria es ineludible para muchas personas: ese carácter irascible, tremebundo, esa prontitud a la porteña para barrer con quien le disgustara, ese corazón ancho donde rápidamente acomodaba a sus amigos, esa devoción por Mahler, ese fervor por la belleza allá donde pudiera haberla —en una obra musical, en una mujer, en una pieza literaria, en una conversación—, esa energía que parecía inagotable, con la cual espoleaba jocosamente a sus colaboradores cuando no le llevábamos el ritmo... Todo eso se nos fue un día 26 de junio hace dos años, tras un fatídico accidente. Hablo, desde luego, de Gabriel “el Cuervo” López, que pasó por la Internet como un huracán, y en memoria del cual habrán encontrado más de un homenaje en estos días, en páginas de amigos suyos que siguen recordándole con terco cariño, a despecho del tiempo. Pues bien, fui uno de esos amigos. Y tengo la fortuna de seguir vinculado a bastantes otros más que conocí en el blog de Gabriel. Él mismo, orgulloso de esa activa concurrencia, llegó a soñar una cita colectiva en Buenos Aires, proyecto que la muerte impidió. Quizá la falta de una relación personal con él, en carne y hueso, multiplicó el impacto que me provocó el término de su blog. Era del todo previsible. Tenía que suceder. Pero, habiéndome habituado al lazo “virtual”, el final de su página, de su “hábitat”, fue para mí el definitivo final, el momento en que comprobé el significado de su ausencia. Por eso esta vez elegí recordarlo, no en su exacta fecha necrológica, 26 de junio, sino cuando cesaron oficialmente las publicaciones de su blog, el 6 de julio. Un día como hoy, hace dos años.
Pero no hay membranza justa de Gabriel sin música de Mahler. Así, publico hoy un registro de la Sexta Sinfonía, »Trágica«, en La menor. ¿Qué puede haber en esta obra para merecer esa denominación, cuando la producción entera de Mahler transcurre bajo el signo de lo trágico? Que esta Sinfonía representa una confrontación con la Muerte, en la cual ésta acabará por triunfar: el Finale concluye de manera violenta, dramática, a diferencia de todas las otras sinfonías del maestro bohemo. Compuesta entre 1903 y 1904, la Sexta es una obra compleja y pesimista —aunque hiciera rebosar de gozo a Berg y Webern tras la primera audición— que distona con las felices circunstancias existenciales del compositor al momento de escribirla. La disposición de los movimientos “interiores”, un Andante y un Scherzo, causó algunas vacilaciones en el compositor, quien los intercambió varias veces hasta dejarlos al fin según el plan inicial, esto es, con el Scherzo como tercer movimiento. Fue motivo de burlas el interés de Mahler por explorar instrumentos nunca antes usados en una sinfonía, sobre todo en el ámbito de la percusión: celesta, xilófono, látigo, martillo (Hammerschlag), cencerros...
Disfruten esta Sexta —en el decir de Berg “la única Sexta, a pesar de la Pastoral”— en versión del extraordinario Iván Fischer y la Orquesta Festival de Budapest, a quienes cuento entre mis equipos musicales favoritos.
8 comentarios:
Precioso recuerdo, Joaquín, con la preferida del Cuervo, la Sexta.
Abrazo!
mara
abrazo para ti también, mara!
Querido Quinoff gracias por el recuerdo. Un abrazo fuerte para El Cuervo. Bellísimo trabajo el suyo.
Descanse en paz el amigo Gabriel...
Un recuerdo para Gabriel. Y un magnifico retrato de esa vehemente personalidad que no dejaba indiferente a quien lo conocía.
Aún recuerdo aquella encuesta sobre sinfonías de Mahler que hizo en su blog. Y su comentario "Yo voté por la sexta..... La complejidad y densidad de la Sexta, apabulla." Como siempre, contundente.
Fernando.
Cuervito sigue vivo entre nosotros, le seguimos recordando, admirando, consultando, compartiendo... Y parece que fue ayer, pero así es la eternidad.
Gracias por sus palabras, queridos Fernando y Pablo. Un abrazo!
Gracias por este emotivo recuerdo, Joaquín.
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