“Caballero al galope”, de Víktor Vasnetsov
Cuando el mes finaliza, les propongo un viaje a un destino lejano… uno a donde los he llevado antes y siempre los volveré a llevar: Rusia. Allá, donde se encuentra esa fuerza ora bárbara ora apoteósica, tamizada por una inconfundible melancolía. Allá, donde palpita un cálido corazón oculto en la nieve, y que se abre como huevo de Fabergé en la deslumbrante selección musical que esta tarde les propongo.Nuestros guías serán Eugene Ormandy y Leopold Stokowski (¡casi nada!). Aunque este último sólo dirige dos piezas de Rimsky junto a la National Philharmonic Orchestra, su presencia se extiende a través de la Philadelphia Orchestra, convertida por él en una de las formaciones más extraordinarias del siglo pasado (no exagero) y a la cual Ormandy dirigió de manera inolvidable.¿No saben dónde encontrar la Danza del Sable, o la Danza de las Doncellas o de los Marineros Rusos, o se les perdió el Gallo de Oro, o quieren oír otra vez el Vuelo del Abejorro? Prepárense.¡A disfrutar música «sísmica», AQUÍ!
7 comentarios:
Impresionante!
¡Qué interpretaciones y qué sonido!
Y pensar que en este disco algunas cosas se grabaron en 1959. Vaya lección para algunos directores de orquesta y algunos ingenieros de sonido.
Classic Musica, se te saluda cordialmente.
Muchas gracias amigo Quinoff.
Elgatosierra
Link respuesto!
Estimado amigo Quinoff:
Buceando en tu espléndido blog, he llegado a esta entrada, y me has dejado de piedra con tu definición del alma rusa: "esa fuerza ora bárbara ora apoteósica, tamizada por una inconfundible melancolía". Siempre he pensado yo lo mismo pero nunca lo había puesto tan sabia y bellamente en palabras como tú lo has hecho en este artículo.
¡Me descubro ante vos!
Por favor, mi querido amigo, mejor será descubrirnos ambos ante la música de los grandes creadores de ese país que ambos queremos tanto! Un abrazo y buen festejo hoy, cuando el nuevo año llegue a la Plaza donde estarás!
Muchas gracias amigo, a que bello lugar nos has llevado, saludos.
La música siempre tiene ese poder incomparable, Francisco, y me alegro que haya obrado sobre ti. Un gran saludo.
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