Hoy les sirvo un plato étnico. En 1999 Goran Bregović se reunió con la cantante polaca Kayah (Katarzyna Szczot) en uno de los discos más premiados de Europa oriental. Lo titularon sin mayores rodeos “Kayah y Bregović”.
Las diez pistas del álbum dieron ocasión al talentoso compositor de Sarajevo para deslumbrar nuevamente con su encendida mezcla de estilos, esta vez “hilvanados” mediante la voz poderosa y dúctil de la vocalista. Bregović podría destronar a Händel en la lista de los compositores dados a reciclar su propia obra; pero cada una de las 10 piezas de “K&B” reinventan el original.
La fusión de ritmos y armonías, maravillosas por cierto, son mucho más que “música gitana”. Los Balcanes han sido durante siglos una sufrida geografía tan llena de bellezas naturales como de trágicas confrontaciones. Los musulmanes europeos que habitan allí, derelicto de antiguas ocupaciones, malconviven junto a ortodoxos y católicos con quienes les une la sangre y de quienes les aparta la fe... Imposible no recordar a España y su cultura, donde confluyen tantas vertientes, y por supuesto a Latinoamérica, amalgama nueva de pueblos y tradiciones. No es casual, creo yo, que Emir Kusturica, cuyas películas afamaron a Bregović, sea en nuestra región tan reconocido como en su tierra natal. Supongo que nos entendemos bien.
En fin, este disco opera como una cita entre dos mundos: Polonia eslava, católica (pero también ortodoxa), resonancias gitanas e islámicas de los Balcanes. El fervor de la mezcla es casi incontenible. La genialidad de Bregović estriba justamente en esto: crear un todo coherente con elementos tan disímiles, y hacer de la música un ejemplo de integración con que decirle a su propia tierra: “Hey, somos así, podemos esto!”. A quien no haya oído esta música antes, le animo a hacerlo. Sentirán una enorme sorpresa que quizás los desconcierte al principio, pero créanme, pronto se sentirán conquistados por este desborde de magia, estremecimiento y seducción.
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