De Rusia han venido algunos de los mejores conciertos para piano de toda nuestra literatura. Es probable que hoy el público de las salas de concierto recuerde principalmente las obras de Chaikovsky o Rajmáninov, con pocas otras excepciones. No obstante, el género nació como tal en la Europa de fines del siglo XVIII, logrando su forma canónica con Mozart, recibiendo luego las aportaciones de Beethoven y de otros creadores-intérpretes quienes, asociados a grandes constructores, empujaron el instrumento hacia rápidas mejoras técnicas. Tal vez el hecho de que los pianistas formaran legión y disputaran con los violinistas el epónimo del virtuosismo instrumental, haya concurrido en el prestigio cada vez mayor de esta modalidad concertante; todos los compositores se aseguraron de escribir al menos un concierto para piano. En la abundante literatura así surgida coexisten las obras trascendentales con otras de menor calado o incluso con meros “caballos de batalla” para los virtuosos de moda — a la manera de las viejas arias escritas para lucimiento de los castrati.Mientras tanto, cosas nuevas se gestaban en el Este. La sociedad rusa había alcanzado un punto de madurez respecto de su identidad, que la hizo anhelar un arte propio en donde reconocerse. La vasta riqueza del mundo popular aportó infinitas ideas a los músicos eslavos, que desde mediados del siglo XIX llegan a una altura artística digna de toda alabanza, dando a luz un estilo musical con personalidad nítida y reconocible. Así, mientras Liszt se imponía como el pianista más grande de Europa (quizá de la Historia), sólo había otro virtuoso reconocido como su equivalente: Anton Rubinstein, severo director del Conservatorio de San Petersburgo y de la vertiente “occidentalizada” de la música rusa. De esta órbita, pese a las disparidades, proceden Chaikovsky, Tanéyev o Rajmáninov. En su contra se hallaba la “Escuela Libre de Música”, creada en la misma ciudad por Mili Balákirev, otro genial pianista, gran visionario y articulador del célebre “Grupo de los Cinco” o “Poderoso Puñado”, quienes se lanzaron en pos de la autenticidad, tomando al folklore como fundamento principal aunque, como toda vanguardia pequeña, radicalizándose al punto de bastardear cualquier manifestación musical opuesta a la suya.
De este creativo círculo procede el Concierto que hoy les compartiré. Quizá se trate de la obra más breve que pueda reclamar este título y viene de un compositor que no esperaríamos ver en este apartado. Me refiero a Rimsky-Kórsakov, el genio de la fantasía orquestal.
En 1882, mientras trabajaba en los manuscritos del difunto Músorgsky, Rimsky encontró tiempo para componer un Concierto para Piano y Orquesta en Do sostenido menor. Tomó la canción “Sobiraytes’-ka, bratsi-rebyatyshki” (Reúnanse, hermanos) como tema único a partir del cual generar 3 secciones contrastantes: 1. Moderato—Allegretto quasi polacca / 2. Andante mosso / 3. Allegro. La metamorfosis temática y tímbrica —junto a técnicas contrapuntísticas como la fragmentación, la inversión y el canon— aporta variedad, y las cadenzas del piano vinculan todas las partes, ya que el concierto no tiene ninguna interrupción. Estas características denotan la influencia de Liszt, a quien Rimsky dedicó la obra.
La canción popular citada por Rimsky es uno de los 40 aires folklóricos que publicó su mentor Balákirev en 1866. Por lo mismo, éste debió sentirse agasajado cuando su discípulo le enseñó el manuscrito. Pero sobre todo se mostró muy sorprendido —Rimsky lo apunta en sus memorias— porque alguien que no era pianista supiera escribir tan adecuadamente para el instrumento. Creo yo que en esta área debió apoyarse el compositor en el talento y los conocimientos de su esposa, la dotada pianista Nadezhda Purgold.La partitura quedó lista en 1883 y fue estrenada el 27 de febrero de 1884 en la Escuela Libre de Música, bajo la dirección de Balákirev y con el joven Nikolai Lavrov como solista.Como señala Wikipedia, el lirismo, bravura e imaginativo uso de un tema popular sitúan al concierto en el campo del nacionalismo musical ruso. Se trata, en efecto, de una exitosa reformulación del género según los postulados del Grupo de los Cinco. La escritura musical es ingeniosa y expresiva, asumiendo el piano un frecuente rol descriptivo o casi orquestal, como en los episodios que evocan campanadas de iglesia, o los acordes arpegiados del Andante, que recuerdan un salterio. Pero ninguna de estas aplicaciones ornamentales llevan a Rimsky a rebajar su pianismo a la simple exhibición de habilidades virtuosísticas. Para quien escribe resulta impecable la bellísima entrada del piano; en un hipotético ranking de las mejores entradas del solista, este concierto figuraría con ventaja. La influencia que ejerció el Concierto en Do ♯ fue amplia, pudiendo rastrearse en Glazunov, Arensky y especialmente en el Primer concierto de Sergei Rajmáninov.Oigan ustedes esta preciosa obra en el video inferior:
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