En medio de los onomásticos de muchos grandes compositores durante el año 2009, se cumplieron también cincuenta años del fallecimiento de Bohuslav Martinů quien, junto a Zelenka, Smetana, Dvořák y Leoš Janáček, integra el quinteto de compositores checos más importantes de la Historia.
“Érase que se era un niño que nació en la torre del campanario de un país muy lejano…” sería el inicio perfecto para esta historia de la vida de un gran compositor checo: Bohuslav Martinů.
Para los vecinos de su aldea natal, Martinů fue “el niño del campanario”, dado que literalmente nació en la torre del campanario de la Iglesia de Santiago de Polička (actual República Checa) el 8 de diciembre de 1890.
Los años de infancia de Martinů fueron de pobreza y limitaciones. Hijo único del zapatero de pueblo que también trabajaba como vigilante de la torre, el campanario fue para él, desde pequeño, su sitio de juegos, desde donde divisaba el hermoso panorama de los bosques de Moravia. Esta torre multiusos (campanario de la iglesia, mirador… ¡y también cuartel de bomberos!) fue siempre el recuerdo más duradero de su infancia.
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Martinů era un niño enfermizo y retraído, pero gozaba de un gran talento musical, iniciado por los acordes del campanario local. La familia Martinů, aunque humilde, gozaba del aprecio del pueblo; las dotes musicales del pequeño Bohuslav no pasaron inadvertidas en la pequeña Polička, por lo que los aldeanos organizaron una colecta, cuyos fondos alcanzaron para que el pequeño Bohuslav, de apenas nueve años, fuera a estudiar a Praga. Paradójicamente, en 1910 lo expulsaron de la Escuela de Órgano de Praga por su falta de aplicación…
Luego de su pequeño fracaso en el Conservatorio, perseveró y a base de estudios personales adquirió un notable dominio del violín, con lo cual pudo acceder a la Filarmónica Checa, donde ocupó un puesto entre 1913 y 1923, a excepción de los años de la Gran Guerra (1914-1918), cuando regresó a su pueblo natal. Durante este período alternó estudios con el famoso violinista checo Josef Suk. De este primer período datan sus primeras obras: la serie de breves piezas para piano que Martinů compuso bajo el título de Marionetas, obras melancólicas, danzantes y de una rara elegancia. En la música orquestal destacan la Rapsodia Checa (1920) y el ballet Istar (1922).
Martinů fue primeramente un compositor de vanguardia, en los días de la Primera Guerra Mundial; luego echó raíces en el neoclasicismo, con tintes románticos. La obra de Martinů denota una alegría manifiesta que otorga incluso a sus obras más dramáticas acentos de esperanza o de consuelo, pese a que muchas de ellas ilustran aspectos trágicos de la historia de la humanidad y sobre todo el sufrimiento de su querida patria. Martinů fue un compositor prolífico; su catálogo completo abarca 387 creaciones, muchas de ellas con amplia influencia de las culturas francesa e italiana de la primera parte del siglo XX. Sin embargo, jamás olvidó los acentos, la música y las tradiciones de su amada patria checa. Su máximo ícono y modelo fue Haydn, a quien admiraba como hombre tanto como creador. Martinů tenía una visión abnegada del acto de componer; para él, la espontaneidad era resultado de una actividad prolongada e infatigable.
Tras su período en la Filarmónica Checa, Martinů sale de su querida patria en 1923 para no regresar más, salvo cortos recesos de vacaciones, el último de cuales tuvo lugar en 1938.
Caricatura de Martinů al piano
Este viaje, que sería definitivo, lo hizo con el propósito de formarse académicamente en París con el compositor Albert Roussel, el cual ejercería decisiva influencia en el estilo y el lenguaje musical del músico checo. El viaje de estudios acabó convertido en una fecunda estancia de más de 17 años. A partir de entonces empieza a surgir un caudal notable de obras. Cuando el fragor de la guerra llegó a las puertas de Francia, Martinů decide huir de París y en 1940 se establece en Estados Unidos, para recalar posteriormente en 1951 en Roma y finalmente en 1953 en Suiza.
Durante los años parisinos, destacó especialmente la visión tradicionalista de su ballet folklórico Spalicek (1931), una especie de collage de imágenes variadas de la vida cotidiana checa; la ópera El Milagro de Nuestra Señora (1933), una obra fantasmagórica de la tradición religiosa checa con ecos medioevales; y la ópera Juliette (1938). Pero sin duda, su obra maestra —y una de mis favoritas de todo el Siglo XX— es su Doble concierto (1938), una pieza de gran alcance para expresar sus sentimientos justo antes de la Segunda Guerra Mundial y la caída inminente de su país. La obra que coronó su ciclo parisino fue la Misa de Campaña.
Durante su época americana fue profesor emérito de la Escuela de Verano de Berkshire y la Universidad de Princeton. Obras de gran importancia de esta etapa americana son las primeras cuatro Sinfonías (que empiezan en 1942 con el encargo de Koussevitzky para la Primera); su Primer Concierto para violín (1943); el Memorial para Lídice; y un Concierto para dos pianos y orquesta (1943). Su actividad creativa en suelo americano fue severamente afectada por una caída accidental en las escaleras de su hogar en 1946, lo que dio lugar a un período de amnesia y sordera parcial que duró casi un año.
Martinů deja los Estados Unidos para vivir en Roma desde 1953 hasta 1955, donde escribió su bellísima obra Fresques de Piero della Francesca para orquesta; la ópera Mirandolina; y su espectacular Sexta Sinfonía. En Roma empezó su duodécima y última ópera, basada en la Pasión Griega de Nikos Kazantzakis, poco antes de su muerte en Liestal, cerca de Basilea, Suiza, el 28 de agosto de 1959.
En 1979, veinte años después de su muerte en Suiza, sus restos mortales retornaron finalmente a la tierra que le viera nacer. Fueron depositados en la tumba del cementerio municipal donde ya reposaba su amada esposa Charlotte. Las autoridades del pueblo de Polička hicieron un arreglo especial para Martinů: lo ubicaron en la parte más alta del camposanto, colocando su tumba en línea directa con la torre de la iglesia de Santiago… Así el círculo quedaba cerrado: el niño del campanario había vuelto al lugar en donde disfrutó la mayor felicidad de su vida.
Al igual que muchos grandes músicos, sólo después de su muerte reconoció el mundo la extraordinaria significación de Martinů. Mi contacto personal con este compositor empezó por sus magníficas obras concertantes, pero sin duda las obras suyas que más impacto me han causado son su Memorial a Lídice (el pueblo checo borrado del mapa por Hitler), la Misa de Campaña, las cantatas para pequeños conjuntos corales y la Cuarta y Sexta Sinfonías. De este repertorio he seleccionado cinco discos notables, cuatro de mi colección personal y otro gentilmente cedido por mi buen amigo y colaborador en este blog, Don Fernando de León, a quien dedicamos afectuosamente esta reseña.
¡Comencemos! En este primer post encontrarán las 6 SINFONÍAS de Martinů interpretadas por Neeme Järvi y la Orquesta Sinfónica de Bamberg...
... A Q U Í
7 comentarios:
Ernestro soy la hermana de Fer
gracias por este precioso regalo
ya me enviastes su musica ,que empecé a oir ayer.
Su obra coral penetra
Lo de Lidice,es maravilloso y escalofriante a la vez
Precioso el post que nos acerca a este compositor y nos ayuda a comprender su obra
Y al colgador que lo cuelga todo maravillosamente Bravo !
Querido Ernesto, preciosa aproximación a Martinu, uno de los grandes.
Un abrazo.
Muchas gracias a Mari y a Julio Salvador por sus comentarios. En efecto, Martinu es un grande que merece mas atencion. El post tendra mucho intercambio de maravillosas piezas de este Maestro abarcando varios campos...esten pendientes
Un abrazo desde San Salvador
Aquí estoy recuperándome después de las vacaciones una vez comenzado el nuevo curso.
Precioso post y estupenda integral la del Maestro Järvi para empezar a acercarse a Martinu.
Este compositor es uno de los auténticamente grandes del siglo XX, y por desgracia prácticamente lo único que escuchamos de él en las salas de concierto son sus preciosos “Frescos de Piero della Francesca”. Pero toda su obra, toda, merecería ser mucho más escuchada.
Entre sus composiciones, mis preferidas son su Doble Concierto, sus Sinfonías n.º 3 y 4, su obra para piano, toda ella maravillosa, y su últimos cuartetos de cuerda.
El memorial de Lidice me causa tanta pena que prácticamente no puedo escucharlo más muy de tarde en tarde, a pesar de ser precioso, pero las connotaciones emocionales que lo lastran me dejan demasiado deprimido. Y es que la condición humana es terrible…
La edición de QUINOFF, para variar, de lujo. ¡Qué maravilloso buen gusto, qué regalo para los ojos y qué alimento para el intelecto!
Ernesto y Kinoff, infinitas gracias por el regalazo.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos para todo el fogón.
Elgatosierra
Hola me llamo claudio entre a este blog a travez de un link de oido fino,
quisiera saber si disponen de las obras para piano de martinu por el pianista emil leichner en el sello suprophon ,hay unas piezas cortas llamadas puppets que son maravillosas
gracias!
pd. muy bueno el blog en especial los articulos de martinu
Claudio!
Qué bueno que esta página haya sido de tu gusto. Nos pondremos a la búsqueda del disco señalado, confiemos en que muy pronto demos satisfacción a tu pedido.
Bienvenido, y vuelve cuando gustes!
J.
hola quinoff! si gracias a un articulo de oido fino sobre martinu segui un link que me trajo a este lindo blog.
Felicitaciones por los articulos tan tan interesantes de leer y por el material que comparten.
saludos!
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