Que un hombre mucho tiempo ausente
pueda encender todavía reacciones clamorosas, sean a favor o en contra, nos da
una excelente medida de su trascendencia. Tal repercusión está vedada a los
mediocres, pues éstos a menudo han muerto aun cuando sigan vivos. No perduran.
En cambio, los hombres de verdadera altura, los que no viven para sí mismos
sino para un gran entusiasmo (una pasión, un ideal) que los remece y los
impulsa, éstos sí cabalgan sobre el tiempo.
Inician durante sus vidas —sean largas o breves— los primeros capítulos de una
leyenda que no hará sino crecer más allá de sus días sobre este mundo. El
maestro Arturo Toscanini fue uno de estos
afortunados.
Discutido, denostado, adorado, el insigne músico
nacido en Parma (1867) y muerto en New York (1957)
fue un hombre dotado de carácter colérico y afán perfeccionista, y un artista
con oído de precisión perfecta al cual nada se le escapaba, memoria
fotográfica, sentido rítmico, brillantez orquestal definida por una vitalidad
incesante y un deseo vehemente de imponer orden racional a los múltiples
elementos de una obra de arte. Sus furias eran célebres, pero sus resultados
artísticos, inobjetables. Un director sin igual.
El aniversario de su muerte fue el día de ayer,
16 de enero, de manera que este recuerdo lo
publico con cierto retraso. Agradezco a mi amiga Laura Schwartz por su
ayuda para ampliar mi conocimiento (y subsecuente admiración) hacia el
Maestro, en relación al cual mantuve respetuosa distancia durante mucho
tiempo.
Viva Toscanini!
Viva Toscanini!
1 comentario:
El legado de Arturo Toscanini es un bien. Palabras de Aristóteles en su Moral a Nicómaco: "El bien es el fin de todas las acciones del hombre
Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho, que es el objeto de todas nuestras aspiraciones."
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