viernes, 8 de julio de 2011

Venimos del mono…

La Filarmónica de Berlín junto a Alfred Hertz (1913)
retratados durante una grabación acústica


...y llegamos al Estéreo. Durante el siglo pasado, las técnicas de grabación musical experimentaron una profunda y acelerada evolución. El moderno y trivial acto de colocar música en la radio, en el equipo, en la computadora (como la que escucho al momento de escribir estas líneas) o en el reproductor portátil —disponiendo además de un abanico de formatos digitales para contener el sonido en calidad idéntica a la matriz original— esconde tras su facilidad un gigantesco cambio de paradigma.

Música doméstica

“Música doméstica” / Carl Zewy (1929)

Nuestros bisabuelos sólo tenían a su alcance la música hecha por ellos mismos, por sus amigos durante las faenas del día, la que ejecutaba alguna banda dominguera o la escuchada en alguna velada social, si algún asistente quisiera exhibir aptitudes para el arte. Notemos que nada de lo anterior garantizaba un nivel descollante de musicalidad; para eso había que ir al teatro y asistir a conciertos de músicos profesionales, o a la ópera. Si la Fortuna sonreía, tal vez un afamado intérprete viniera de visita al país. Con todo, tales eventos eran ocasiones especiales. ¡Cuánto más excepcional todavía era disfrutar el arte de los grandes músicos de Europa, al menos a este lado del océano! Quienes vivían lejos de tal privilegio, separados por distancias mayores o menores, debían conformarse con referencias de terceros, de la misma manera que nosotros hoy sólo podemos imaginar remotamente el estreno de la Cuarta Sinfonía de Brahms en Meiningen, de la Novena de Beethoven en Viena, del Don Giovanni de Mozart en Praga, la improvisación de Bach ante Federico II de Prusia, o las sensaciones de los eclesiásticos romanos que oyeron por primera vez la Missa Papæ Marcelli, de Palestrina.

Contar a estos ancestros que con oprimir un botón se podría acceder de inmediato a música interpretada por los mejores músicos, prescindiendo físicamente de ellos pero oyéndoles tantas veces como se guste y eliminando cualquier distancia en el espacio o —más sobrecogedor aún— en el tiempo... les sonaría a delirio de Julio Verne o peor, a cosa del Mandinga.

vinilo ruso rca

Sin embargo, aquellos mismos ancestros fueron los que empezaron esta revolución. Y retroceder en el tiempo hasta los comienzos rudimentarios de la fonografía equivale a viajar a otro mundo de sensaciones, como dice un querido amigo que nos visita. Son los tiempos del cilindro, el disco de cera, la vitrola y las grabaciones acústicas.

Grabación acústica en París, 1913

En Diciembre de 1889 un representante de Edison llamado Theo Wangemann grabó a Johannes Brahms interpretando fragmentos de su música al piano.

Aparte del debate sobre la voz que (apenas) se oye al comienzo, hoy atribuida al encargado de la grabación y no al compositor, el miserable resultado sonoro invalida artísticamente esos preciosos segundos... que aun así conservan gran valor documental. Abajo pueden escuchar (más bien descifrar) el fragmento, donde Brahms toca al piano una parte de su Danza Húngara nº 1.


La calidad del sonido cae a veces en lo espantoso, sobre todo en las primeras tomas experimentales de la segunda mitad del siglo XIX, con ese ruido ambiental (la “fritura”) que lo desfigura todo. Los registros se captaban de manera acústica, mediante grandes embudos que transferían las vibraciones a un soporte físico. Éste fue primero un cilindro recubierto con cristal y/o papel ahumado (fonoautógrafo de Scott de Martinville, 1857), y más tarde con una fina lámina metálica (fonógrafo de Edison, 1876). El cilindro dio paso al disco de cera (gramófono de E. Berliner, 1888) del cual se extraía una copia en metal tras la grabación. El sonido resultante mutila los armónicos, la división de pistas no existe, dado que todo procede de una única entrada del sonido... pero ya era posible “atrapar” la fugacidad propia de la música. Había empezado la era del sonido monoaural, el Mono.

carátula A continuación, amigas y amigos, un documento histórico: la primera grabación de una sinfonía completa, realizada en 1913 por nada menos que Arthur Nikisch al frente de la Filarmónica de Berlín. Se trata de la Quinta Sinfonía de Beethoven, obra emblemática donde las haya. Nikisch, húngaro avecindado en Alemania, es uno de los fundadores del moderno arte de la dirección orquestal, merced a su extraordinaria capacidad como intérprete, el carisma para persuadir de su propia visión a sus colegas, la elocuencia en su comunicación gestual, particularmente el uso de la mirada, y el respeto por la partitura equilibrado con grandes dosis de inspiración personal. A mayor abundamiento sobre este gran director, les recomiendo el estupendo artículo que le dedica Leiter en su blog.



El disco se complementa maravillosamente con otra grabación histórica, esta vez de 1938: el mítico Wilhelm Furtwängler despliega su magia al frente de la misma agrupación berlinesa en la Sexta Sinfonía de Chaikovsky.

» D E S C A R G A

MP3 VBR ~ 192 kbps | 8 tracks | RAR 69,3 MB

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grandiosa entrada que espero tenga continuidad, maestro Joaquín. Ciertas historias (prehistorias, mejor dicho) eran desconocidas para mí. En lo del documento brahmsiano coincido del todo. Pero, bueno, es un documento histórico.

Mi admiración, Joaquín. Enorme post.

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Querido leiter, gracias por este espaldarazo. Es una entrada que preparé con cariño, siendo una temática que me atrae intensamente. Olvidé mencionar que si pinchas la imagen del angelito ("The Russian Gramophohe" ) llegas a una página donde encontrarás más etiquetas. Cada una de ellas es un ejemplo de audio, tomado en la Rusia prerrevolucionaria.

Pretendo seguir con esta clase de entradas, buen amigo; hay mucho que descubrir. Me resulta particularmente entrañable esta era inicial de las grabaciones sonoras.

Un abrazo afectuoso

PD. Ya aparecerá el Gato por aquí... elegí el disco pensando en doblarle las rodillas, jajaja

 
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