por Itzel e Istvana Valva
Joyas de la Corona de San Esteban
Hacia 1902, Hungría vivía uno de los períodos más significativos en su historia, ya que tras la firma en Viena del Kiegyezés (“Compromiso Austrohúngaro”), se la reconocía como una parte autónoma del Imperio con instituciones políticas, gobierno y ejército propios, siendo Buda la sede parlamentaria.
Este acontecimiento, sin embargo, en lugar de unificar los Territorios de la Corona de San Esteban (Hungría, Croacia, Serbia, Eslovaquia, Ucrania y Rumania), creó dos regiones con pocas cosas en común: por un lado, la Hungría Imperial orientada a Austria en donde el desarrollo económico y el ritmo de crecimiento eran vertiginosos; y, por otro, la Hungría Balcánica esencialmente agrícola, dominada por una poderosa nobleza que impedía casi cualquier desarrollo.
Como era de esperarse, la Hungría Austríaca adoptó casi de inmediato los patrones culturales propios del Imperio, y compositores como Emerich Kalmán y Franz Lehár hallarían en el Vals Vienés el punto de partida para su música. No así la Hungría Balcánica, la cual seguirá apegada a sus raíces magiares y otomanas.
En 1899, Bartók decide establecerse en Budapest e ingresar en el Conservatorio del Estado para culminar su formación profesional. Durante este periodo adquiere gran experiencia y fama como pianista, haciéndose merecedor en 1901 del Premio Franz Liszt de piano, y logrando en 1904 ser postulado como profesor del instrumento en la Academia de Música de Budapest.
En el verano de 1905, ya siendo docente, conoce a una joven violinista de 17 años llamada Stefi Geyer, de la cual se enamora perdidamente y a la que en 1907 dedica un Concierto para Violín, el primero de su catálogo. Sin embargo, para mala fortuna de Béla, la Geyer resultó ser una muchacha con muy altas aspiraciones sociales, en nombre de las cuales rechaza la partitura y por consiguiente, toda muestra de amor.
A pesar de actitud tan soberbia, Bartók le insiste para que al menos conserve la obra. Geyer finalmente acepta y decide guardarla sin jamás haberla interpretado.
A su muerte, sucedida en 1957, el manuscrito pasa a manos del suizo Paul Sacher, director de orquesta y organizador musical suizo, que empleó parte de su inmensa fortuna en convertirse en uno de los principales mecenas de la música clásica del siglo XX, y que solicitó a Béla la composición de la Música para cuerda, percusión y celesta (a la que ya hicimos referencia anteriormente), el Divertimento para cuerda y el Cuarteto nº 6 (al que hizo alusión nuestro querido amigo Ernesto Nosthas en su maravillosa serie sobre los Cuartetos de Cuerda de Bartók). Será Sacher quien ofrezca por primera vez el concierto el 30 de mayo de 1958, dirigiendo la Orquesta de Basilea y teniendo como solista a Heinz Schneeberger.
El concierto, de aproximadamente veinte minutos, es un trabajo colorido y rapsódico, francamente romántico, caracterizado por líneas melódicas suaves y sugerentes, y conformado por dos únicos movimientos.
El primero se inicia con un bello solo del violín que paulatinamente va dialogando con diferentes secciones orquestales, las cuales parecieran situarse en la lejanía dando a la obra un contexto de ensueño. Al final, el violín se obstina en repetir una misma melodía que coincide con la frase Ez a nyilatkozat magam a szerelem, te (“ésta es mi declaración de amor para ti”), que Bartók había utilizado en la dedicatoria. Este movimiento resulta ser el más íntimo y personal de toda su obra, ya que en ningún momento existen extrapolaciones folklóricas ni cambios bruscos en el discurso musical.
El segundo es en realidad una especie de retrato musical de Stefi. El violín en todo momento se nota caprichoso, alegre y parlanchín, mientras que la orquesta realiza una función básicamente de encuadre espacial, vale decir, de escenario panorámico, en donde sucede la acción. Durante su transcurso se alcanzan a percibir influencias de ritmos propios de los salones de danza magiares, y hacia el final una sutil melodía de origen checo encargada a los vientos y continuada por el violín hasta que el pleno orquestal irrumpe para finalizar la obra.
Aquí les dejamos a ustedes el Concierto para violín y orquesta nº 1, Sz.36 en la maravillosa versión de Josef Suk y la Orquesta Filarmónica Checa bajo la dirección de János Ferencsik, en una grabación en vivo llevada a cabo en Praga el 23 de febrero de 1979. ¡Esperando que lo disfruten, les deseamos feliz escucha!
2 comentarios:
Excelente entrada que, entre otras muchas cosas, me ha servido para entender mucho mejor el primer movimiento de ese concierto, una música que me resultaba muy a contra-estilo del maestro.
Por cierto, no sé por aquellas latitudes, pero en España es una pieza muy poco valorada y casi desconocida. No se suele interpretar en los programas de conciertos.
Mis felicitaciones por esta excelente serie
En primer lugar quisiera dar las gracias a nuestros dos preciosas cisnes Itzel e Istvana por su gran ensayo.
El amor, como el miedo, es libre y Stefi tenía derecho a ser libre. Y seguro que si Béla hubiera sabido el desdén con que su cariño iba a ser recibido, el segundo movimiento del concierto además de caprichoso, alegre y parlanchín hubiera incluido algunas cositas más. JAJAJA
Esta obra es un gran ejemplo de hasta que punto pueden evolucionar los compositores a lo largo de su carrera. Sólo con escuchar los dos conciertos para violín de Bartók nos pueden dar una idea de lo que quiero decir.
Amigo Leiter, se te saluda muy cordialmente.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
Elgatosierra
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