miércoles, 8 de octubre de 2008

Norte y Sur (III)



Glenn Gould concebía el Norte como un ethos cultural (“The Idea of North”) y afirmaba que sólo esta región tenía cualidades para crear un arte apreciable. Según Gould, pues, el arte genuino sería una joya nórdica. Discrepo. El Norte o el Sur no están completos en sí mismos ni lo dicen todo por separado. Aunque tengan hijos geniales que retratan su esencia tal como es, la obra universal, ese acierto que atrapa a la naturaleza humana en su totalidad, es un cruce de ambos caminos. El Arte es como una sola catedral que reúne en sí piedras de muchas canteras; pues la belleza, como la verdad, es la armonía entre diferencias que se complementan. Es una paradoja realizable.

Entendámonos: existen genios típicamente nórdicos o típicamente mediterráneos; pero los creadores culminantes, los que llegan o se acercan a la perfección, tienen lo mejor de ambos mundos. En esos hombres el Norte y el Sur se completan. La seriedad y concentración del Norte aportan profundidad y solidez, evitando la dispersión, la superficialidad; a su vez la intuición, fantasía y comunicatividad del Sur evitan la “cuadradura”, dando calidez, vivacidad y un sano realismo.

Mozart está ahí para demostrarlo. Tomen los movimientos lentos de sus conciertos finales (el de Clarinete, por ejemplo). Es música alemana, claro que sí; respira un aire italiano, es innegable; y supera ambas fuentes para ser música intemporal, dando voz a las penas y alegrías que reclaman, han reclamado y reclamarán siempre el corazón humano.

Algo parecido sucede en las grandes músicas de Händel (“Messiah”), de Heinrich Schütz (“Weihnachtshistorie”), de Schubert (los Lieder), en las aventuras sonoras de Berlioz, en el “Himno a la Alegría” de Beethoven, en los mejores motetes de la era polifónica, en los dramas de Shakespeare o Goethe, en la amplitud humanista de Alberto Magno o Tomás de Aquino, en las intuiciones poéticas de Novalis, en la “Lukasbund” de Friedrich Overbeck, en el sinfonismo herido de Gustav Mahler...



Como sabemos (y aquí estoy demostrándolo) todo enunciado es una simplificación, y toda simplificación es imprecisa; para ello existen las “excepciones a la regla”, que devuelven los enunciados al contacto con la realidad.

Por un curioso juego de las circunstancias, a veces nacen “mentalidades nórdicas” a mitad del Sur; por su parte, desde el Norte llegan al Sur miles de “hijos adoptivos”, para apreciarlo más fervorosamente que los propios lugareños. Ambos polos conviven también en cada país, cada región y cada persona, con gradaciones de interminable variedad. Es que Norte y Sur son opuestos, pero no contradictorios; el patrimonio de uno no anula ni elimina al del otro, antes bien, ambos confluyen en ese logro llamado plenitud.

Así, las desigualdades que se complementan devienen en riqueza. Y entre estas paradojas, la música europea ha atravesado los siglos con movimientos de péndulo. . .

No hay comentarios.:

 
Ir abajo Ir arriba