Erich Korngold
Didácticamente hablando, la mejor manera que se me ocurre para presentar a Korngold es la siguiente ficción:
Imagínense que Mahler no muere en 1911. Sobrevive como creador activo pero, a los pocos años, el antisemitismo se ceba con la brillante intelectualidad ashkenazy (los judíos centroeuropeos). Nuestro Mahler pierde su categoría, su prestigio, su trabajo y acaba marchándose a un país extranjero (EE.UU.). Allí experimenta una desolación artística: las convenciones culturales maduradas durante siglos en Europa, de las cuales se nutre su lenguaje personal y lo justifican como artista... todo eso queda atrás, sumido en la guerra.
Como si fuera una perla que ha rodado muy lejos de su anillo, nuestro alter-Mahler siente un escalofrío de incertidumbre. Pero una pujante industria que ya antes había recurrido a su talento llama otra vez a la puerta. Es el cine, que viene a pedir su música. Este rubro artísticamente modesto no es lo que esperaba un admirador de “El Anillo del Nibelungo”; pero también Wagner compuso para el vodevil, y nuestro héroe no tarda en recuperar la voz. El talento de antaño florece de nuevo en una adaptación imprevista —pero magnífica— que le merece laureles made in America. Sucederá entonces algo más: sus bandas sonoras, escritas con maestría de cuño posrromántico, aparte de prestigiar el oficio y alzarse por sí solas como obras maestras, inauguran una veta de estilo que se prolongará hasta las grandes bandas sonoras sinfónicas de nuestros días.
Pues sí; yo creo que los grandes soundtracks orquestales (los de Max Steiner, Alfred Newman, Bernard Herrmann, Miklos Rosza, Basil Poledouris, John Williams...), elemento irrenunciable para toda superproducción que se precie, serían irreconocibles sin ese genio exiliado que injertó en el cine sus propias tradiciones culturales. Será por eso que cuando hago sonar una sinfonía mahleriana, un poema sinfónico de Strauss o hasta una sinfonía de Bruckner, siempre alguien comenta: “...parece música de película...”
El Mahler hipotético, claro está, es Korngold. Erich Wolfgang Korngold, niño prodigio, judío proscrito, creador genial y hombre desafortunado. Checo de origen, sus inmensas dotes musicales reclamaban un aprecio que sólo fue pagado a medias por su época.
Su peculiar biografía artística se escribió en zig-zag: fama y admiración acumuladas en la niñez y primera juventud, arrebatadas después por el trágico remolino de cambios y confusiones que sacudieron el siglo, y nuevamente recuperadas en la madurez, pero ya en otro suelo y bajo otros términos. El reconocimiento precoz a su fenomenal capacidad (fue un maestro nato, uno de los niños-prodigio más espectaculares de la historia) se trocaría más tarde en desprecio bajo el odioso rótulo de músico degenerado. Korngold se vería forzado a emigrar como tantos otros, ya fueran judíos o no. En cierto sentido su partida se prolongó todo el resto de su vida. Acabada la Segunda Guerra regresó a su querida Austria, ávido por retomar el camino que los nazis habían interrumpido... pero el nuevo mundo musical lo desconoció. Pertenecía a un universo desaparecido, le dijeron, reemplazado ahora por una experimentación radical que trataba de ser un nuevo comienzo. Korngold no estuvo dispuesto a una capitulación de sus ideales estéticos, y volvió a Estados Unidos.
Allá murió.
Viena, la bipolar, le rindió tributo post-mortem izando a media asta la bandera del edificio de la Ópera. La viuda del compositor se limitó a comentar: “Es un poco tarde...”.
No me tomen al pie de la letra cuando a Korngold lo disfrazo de Mahler porque no son equivalentes exactos, si bien comparten el contexto cultural austro-húngaro y tardorromántico. Recordemos eso sí que el bueno de Gustav, hoy al fin célebre, era una figura señera en medio de una floración muy amplia. Mahler falleció tempranamente, pero Korngold pudo vivir lo suficiente para descubrir que no los aguardaba un radioso porvenir. El siglo XX fue el siglo de las confusiones; la música no fue la excepción, dividida contra sí misma como una Babel. Buena parte de los radicales que se opusieron a Korngold no fueron sino flores de un día, o perdieron el don de interpretar el corazón de los hombres. El público, hastiado, devolvió su favor y sus aplausos a los que un día injuriara como “músicos decadentes”, esos tercos devotos de la belleza. Hoy, cuando la pugnacidad de las antiguas vanguardias se ha marchitado, la música de los post-románticos como Korngold pueden jactarse de disfrutar una espléndida lozanía.
“The Sea Hawk”, filme de 1940, fue ocasión para una de las más opulentas creaciones de Korngold. Esta banda sonora brinda a la película una nueva entidad, y puede desprenderse de la pantalla fácilmente. Lo demostraron en Moscú: el año 2005 la Orquesta y Coro Sinfónicos de la capital rusa, bajo la batuta de William Stromberg, grabaron la partitura integral compuesta por el genio checo para la película protagonizada por Errol Flynn. Ésa es la grabación que hoy comparto aquí.
5 comentarios:
Magnífica presentación de un fabuloso compositor.
Para los amantes de Korngold recomiendo visitar:
http://www.korngold-society.org/
Quinoff, muchas gracias por este regalo de lujo.
Salud, paz y una sonrisa por favor.
Elgatosierra
SOBRE LA DESCARGA: Se bajan los dos archivos (Z01 y ZIP), luego se abre el segundo (la extensión asociada al WinZip o cualquier otro programa descompresor) y desde allí se extrae la carpeta completa. Muchas pistas continúan en las siguientes, lo mejor es ponerlas todas en la misma lista de reproducción. Todavía no he podido crear un archivo único con divisiones internas (embedded cue).
"...ponerlas todas en la misma lista de reproducción...." se nota que no entendí bien esa consigna porque tengo un lío en el ordenador que ni te cuento.
Muy buena la presentación, Quinoff.
Yendo a cuestiones de fondo...para mí, está buenísimo.
un abrazo
Mara
Siempre bienvenida! Me refería a que pusieras todas las pistas a sonar juntas, seleccionadas todas de una sola vez. Porque por separado encontrarás que algunas tienen un final abrupto, ya que forman secuencias musicales continuas.
Lo más sencillo es ir a la carpeta “The Sea Hawk”, pinchas con el botón derecho del mouse y eliges “agregar a la lista de ...” winamp, windows media player, o sea cual sea tu reproductor.
Comentario al margen: ¡con qué fanfarria abre la composición!
Colocaré un vínculo a fotogramas de la película, ayudan a imaginar la acción.
Sintetizando Quinoff, para la descarga tenía que hacer lo que hago siempre. Tu aclaración me llevó a intentar extraños "experimentos". Resultado: finales abruptos. Será por eso que se dice "no aclares que oscurece"?
Excelente trabajo querido Quinoff!!
un abrazo.
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