Luego las desilusiones proyectarán sobre ese mismo mundo la sombra del escepticismo, opacando la claridad de nuestra primitiva inocencia. Los hábitos mentales de Occidente nos enseñarán después a cuestionarlo todo, hasta que cada sonrisa se dibuje con un ribete de ironía. Esta postura nos dirá que contemplamos, ahora sí, la realidad tal cual es, vulgar, insípida, ingrata, negando a la imaginación y el color cualquier utilidad; pero justamente así es como nos arrancamos las alas. Nos hemos vuelto deliberadamente incapaces de genuino asombro, y por ello, nos apagamos en una gris monotonía.
Que para ver la verdad haya que usar el lente de la Amargura, no lo creo. Estoy convencido de lo contrario: para adquirir un mínimo ajuste al universo que nos rodea (definido por su inmensidad) es preciso dejarnos arrebatar por el entusiasmo.
Todo esto es una imprevista y bastante confesional manera de presentar a Nikolai Rimskiy-Korsakov, estupendo músico ruso y uno de los mayores maestros que ha conocido el arte de la instrumentación. Basado en su buen gusto, su intuición y su sinestesia —esa curiosa aptitud para percibir sensaciones “intercambiadas”, pudiéndose oír colores o saborear sonidos— Rimskiy formuló una orquesta originalísima, llena de vuelcos sonoros tan bien logrados que sólo cabe... por supuesto que sí: el asombro.
En el verano de 1888 Rimskiy empleó antiguos cantos de la Iglesia Ortodoxa y sus evocaciones personales para crear la obertura de concierto “La Gran Pascua Rusa” Op. 36, dedicada a la memoria de dos amigos fallecidos, Borodín y Músorgskiy.
Don Nikolai explicaría luego que “en esta obertura se combinan evocaciones de las profecías evangélicas con un cuadro de la fiesta de Pascua, con sus regocijos paganos. En ella se reproduce el legendario y gentílico aspecto de la fiesta; la transición del misterioso y sombrío atardecer del Sábado de Pasión al júbilo pagano-religioso de la mañana del Domingo de Pascua”.
Se trata de una manifestación orquestal de percepciones sutiles, intuitivas, como si Rimskiy, al recrear el ambiente de la Misa del Gallo, quisiera hacer visible lo invisible, es decir, la dimensión extranatural que sobrevuela la ceremonia.
En la introducción utiliza los cantos litúrgicos “Dios resucitará” y “El Ángel habló”, referidos a la profecía de Isaías sobre la Resurrección de Cristo. Ambas melodías imprimen un sello arcaico, “milenario”, a la obertura y reaparecen una y otra vez imitando la entonación del sacerdote. La pieza se nutre además con otras reminiscencias: el misterio de la vida renacida, la transición desde la oscuridad a la luz, el incienso y el eco de las campanas, las voces gruesas de la multitud y los clérigos yuxtapuestas a la espontánea religiosidad popular, que Rimskiy denomina “pagana”, etc.
Detrás y por encima de todo aquello, en la obertura palpita el Asombro ante el Misterio. Quizás sea la razón por la que esta poderosa obra me ha parecido siempre asombrosa y al mismo tiempo, asombrada.
Se las dejo al pie de página, en la vibrante interpretación de Leopold Stokowski, autoridad en este repertorio.
5 comentarios:
Querido Quinoff, es tu pluma lo que asombra. Alguien dijo hace mucho tiempo que el hombre es lo que hace. ¿Melómano confeso? Escritor asombroso no confesado.
mara
PD: El fondo está anémico.
dra mara
Elgatosierra al aparato.
¡Y cuántos guiños hay aquí a sus amigos Alejandro y Modesto!
Quizá la Dra. Mara nos podría aclarar de donde le venía a nuestro amigo Nicolás su sinestesia, quizá del uso habitual de alguna sustancia psicotrópica, ora de su miopía, sea de algún episodio depresivo motivado por sus controversias políticas con la dirección del Conservatorio de San Petersburgo.
En cualquier caso su orquestación es brillante y pulida, como buen seguidor del Gran tratado de instrumentación y orquestación moderna de Don Héctor
Salud, paz y una sonrisa por favor.
Elgatosierra
PD. Qué recomendaría la Doctora para la anemia del fondo, quizá hierro, vitamina B12, jugo de remolacha, alholva, vegetales crudos, fruta fresca... (más verde), o quizá una trasfusión de sangre rica en oxígeno (más rojo).
Si del fondo se trata entraré por un lugar común: a sangre y fuego.
Más rojo.
Si de hablamos de formas, optaría por el más convencional liso.
Pero como dice el Gato, para gustos están los colores.
...y a mí que ya me estaba gustando el fondo... reconozco que ha sido difícil reemplazar al color puro y simple.
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