lunes, 27 de mayo de 2013

La Historia del Batiscafo

batiscafo

Admito que mi relación con la música clásica contemporánea es difícil. A veces nula. Frente a mucha vanguardia me siento perdido, ajeno, carente de más reacciones que el tedio o el franco desconcierto. Cosa rara, la politonalidad o la atonalidad (como las que sacuden al auditor de la “Consagración de la Primavera” o “Sensemayá”) no me provocan el mismo conflicto, como tampoco ciertos creadores contemporáneos (Pärt el primero de ellos). Me aventuro también —no diré con gusto pero sí con interés— hasta los primeros números de opus de Webern. Pero un paso después llego a la frontera, el abismo frente al cual me detengo.

Y lo digo habiendo hecho intentos serios por firmar la paz con el siglo XX. De hecho, sigo haciéndolos, y eso importa dejarlo claro. Pero aprendí a respetar aquello que en mí se contuerce frente a la música serial, dodecafónica, concreta, etc. Es decir, prefiero acatar mi apetito natural, mis adhesiones viscerales antes que mentir(me) para encajar mejor. Cuando digo “visceral”, no recurro a ninguna hipérbole; en mis audiciones de música contemporánea he tenido que lidiar con sensaciones físicas de desagrado, antónimo biológico de la profunda alegría experimentada a menudo en el seno de la armonía clásica. Estoy firmemente domiciliado en la Tonalidad.

No obstante, años atrás le prometí a un querido amigo de Canarias que no me encerraría en mis cuarteles clásicos como un talibán, sino que mantendría viva la curiosidad y el apetito de descubrimiento hacia estas corrientes. Gracias a esta promesa, que coincide con mis propias intenciones, y porque verdaderamente hay tipos de talento inobjetable como Schönberg o Boulez defendiendo esta alternativa, es que también en el Blog encontrarán ustedes artículos referidos a Alban Berg, Sergei Prokofiev, Lepo Sumera, Béla Bartók o la Sociedad para la Interpretación Musical Privada.

Fue a raíz de estas prevenciones mías que surgió con mis amigos músicos y musicales la expresión “usar la escafandra” o “meterse en el batiscafo” cuando se trata de explorar creaciones modernas. Es decir, al cruzar aquella frontera y sondear el abismo, mundo ácido e incierto que aún no sé disfrutar, pero ya aprendo a conocer.


El BATISCAFO se zambulle en este BLOG mediante la siguiente ETIQUETA:

¡Disfruten la inmersión, amigos y amigas: no todo es dodecafonía!
Ibai AcevedoMisterios de la profundidades... (foto de Ibai Acevedo)


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Quinoff.

te entiendo perfectamente, pero en mi caso, además de "acotarme" en lo que se refiere a la música más reciente, creo que también lo hago en lo que fuera escrito antes de 1800, mas o menos. Prueba de ello es que un 90% de los Cd que poseo, pertenecen a este período. En fin, me considero muy afín a los músicos del Romanticismo. ¿son preferencias, no? igual reconozco compositores excelentes y si reconocemos que en esto de la música, como en varios aspectos del quehacer humano es una contínua evolución, creo que si hubo un Tchaikovsky, por ej. es porque previamente hubo un Mozart, o Bach. Fuerte abrazo.Jose

F. de León dijo...

No es una cuestión solo de la música, hay que saber mirar (p.e.) el Gernica de Picasso, las figuras reclinadas de Moore, la casa de la cascada de Lloyd Wright, asistir a una representación de "Seis personajes..." de Pirandello o leer a Cortazar. Todos rompen con lo anterior de sus facetas artísticas pero de igual manera abren nuevas sendas a la exploración de la capacidad del hombre para crear.
De igual manera que hizo Debussy, autentico punto de quiebra del romanticismo académico en la música.
Como en todos los ejemplos anteriores, sin renunciar a los placeres de lo conocido, hay que despojarse de ese sentimiento de comodidad y atreverse a descubrir.
Recibe un fuerte abrazo, amigo.
Fernando.

gustavo rance dijo...

consulta, ¿es cierto que Webern saliendo de su casa, terminando la guerra, fue baleado en la cabeza por error por un soldado?
Me encantaría entender y apreciar la música de Webern aunque... muchos peros.

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Hola Gustavo: es cierto, Webern murió de esa trágica y estúpida manera. El soldado norteamericano que le disparó estaba ebrio.
Mira, Webern es accesible siguiendo la cronología de su obra. Al principio te sorprenderá "Im Sommerwind", un poema sinfónico tonal y posrromántico. Más adelante viene el quiebre con la tonalidad y la asunción de los preceptos de Schönberg, aunque siempre subordinados a su propia personalidad. No digo que sea fácil, pero... pero...

Saludos y gracias por la visita!

Anónimo dijo...

Sí que podemos (y debemos) conocer y estar abiertos a nuevas músicas. Otra cosa es que disfrutemos con ellas.
Y pongo un ejemplo, con nombres propios: Boulez y Stockhausen.
Reconozco su importancia en la evolución de la música del S. XX --serialismo integral--, pero soy incapaz de disfrutar con su música.
Saludos, y agradecido por la existencia de este rincón de MÚSICA.

KÓTRAB

 
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