200 años se cumplieron, el pasado 4 de septiembre, desde el nacimiento de Josef Anton Bruckner (★ 1824 — ✚ 1896). Creador de sinfonías monumentales, casi desmesuradas, Bruckner consigue amalgamar la audacia de las vanguardias (léase Wagner) con las estrictas técnicas de composición tradicionales adquiridas tras un paciente y laborioso aprendizaje de décadas. Esta hazaña complementa la propuesta sinfónica de Brahms —su hostil antípoda— fecundando el terreno sinfónico con la innovación armónica, el impulso trascendental y la suculenta orquesta desarrollada por el genio de Bayreuth. Irónico, pues así también Bruckner desmintió la profecía atribuida al propio Wagner que daba por muerta la forma sinfónica, demostrando que aun quedaba mucho por decir en dicho género — como ratificarían luego su alumno Mahler y un joven admirador escandinavo, Sibelius.
Para festejar a este creador de obras que queman a fuego lento —y cuya apreciación suele ser un descubrimiento reservado a edades maduras— he elegido la sinfonía quizá menos frecuentada de su corpus, como es la Sexta en La mayor. Aun con la habitual densidad y elaboración típicas de su creador, la Sexta Sinfonía es luminosa, de ánimo cantable y con uno de los movimientos lentos mejor construidos, que ya es decir.
Disfruten la magnífica Sexta en el enlace inferior: