sábado, 5 de diciembre de 2015

In Memoriam MOZART

Mozart Edlinger Wolfgang Amadeus Mozart (hacia 1790) / Johann Georg Edlinger

Un día como hoy, 5 de Diciembre, murió Mozart, emblema del talento musical humano. Tenía 35 años.

Probablemente no sepamos de ningún otro hombre que haya nacido con tantas dotes al mismo tiempo (tal vez con Schubert o Mendelssohn como raras excepciones): poseía oído absoluto (podía reconocer cualquier sonido asignando la nota correspondiente) y oído interno (representaba en su imaginación cualquier combinación sonora, por ejemplo al abrir una partitura sabía cómo sonaba la orquesta); podía memorizar una obra con oírla sólo una vez y luego transcribirla (como hizo a los 14 años con el «Miserere» a doble coro de Gregorio Allegri, en la Capilla Sixtina, audacia que le valió una condecoración pontificia); componía primero en su cabeza y más tarde apuntaba las notas directamente al papel (famosa frase escrita a su padre en una carta: «la ópera está compuesta, pero todavía no está escrita»...).

Sus composiciones equilibran el fondo y la forma con una naturalidad y apariencia de facilidad como no se ha vuelto a lograr. Sus juegos cromáticos (giros inusuales en el curso de una melodía) pueden causar sorpresa (gastar esas bromas fue una afición permanente) pero siempre, siempre se resuelven a la perfección. Uno sonríe asombrado leyendo las partituras al descubrir todo el ingenio disimulado en ellas. Su música alegre es al mismo tiempo profunda, vital y emocionada; pero además la risa se interna en la penumbra, la nostalgia o en la contemplación con libertad absoluta, recogiendo en sus páginas el abanico del alma humana.

Y la «lista prodigiosa» que acompaña su figura es larga... Ojalá alguna vez en la historia humana se pueda repertir «el milagro que Dios hizo nacer en Salzburgo», como decía su padre, Leopold, sin falsa modestia.

Para finalizar, queridos lectores, incluyo una larga cita de Kurt Pahlen («Historia de la Música», 1964). El día lo justifica:

«Un día cualquiera los dioses tienen un antojo: concentran todo lo genial, lo sublime, lo milagroso en un niño; lo elevan muy por encima de sus compañeros; lo conducen por caminos misteriosos de perfección; con él expanden indecible dicha sobre generaciones y siglos. El juego es grandioso y cruel a la vez: concede pocos —¡ay, cuán pocos!— años de vida al elegido, entrechoca su alma con toda la miseria de la vida, lo consume en su propia llama creadora.

«Treinta y cinco años vivió Mozart en nuestra tierra; treinta cinco años que le bastaron para recorrer todos los grados de la nada a la gloria y de la gloria a la humillación, engendrando cerca de ochocientas obras para una humanidad que apenas lo entendió, y que fueron las más perfectas en todas las formas: óperas, sinfonías, música de cámara y música sacra, piezas instrumentales y oratorias. No existió otro maestro de su universalidad. El gran Beethoven flaqueó en la música vocal, Schubert en la ópera, Wagner no cultivó la música sinfónica...

«Es superfluo suponer adónde hubiese llegado de vivir setenta y siete años como Haydn, su modelo y amigo. Lo que cuenta en la vida no son los años vividos sino los años fecundos, y Mozart tuvo treinta de éstos, sin que un solo día lo abandonara el numen creador. Antes de los seis años de edad empezó a manar la fuente de su arte, que se agotó recién con la muerte. Otras vidas, las que tienen el tiempo necesario para una evolución orgánica, alternan épocas de inspiración, tensión y creación con otras de calma, descanso y ensayo; en las vidas estelares como las de un Mozart, un Schubert, un Bizet, algún órgano misterioso parece presentir la muerte prematura y no da tregua al cuerpo y al espíritu hasta producir todo lo que el destino quiere, por mediación suya, legar a la humanidad.»

«Amén» inconcluso del «Réquiem», que debía cerrar la Secuencia del «Dies Iræ» / este esbozo, descubierto recién en 1962, fue utilizado más tarde en nuevas reconstrucciones, como las propuestas por Duncan Druce y Robert Levin.

También la célebre «Lacrimosa» quedó inclusa, porque escribiéndola el maestro dejó caer su pluma para siempre. La obra fue completada posteriormente por otras manos —las de su discípulo Süßmayr, y más recientemente Maunder, Druce, Landon, Levin o Beyer—. En el video pueden ver el autógrafo esbozado por Mozart. Sólo un apunte del acompañamiento, al inicio, y luego las voces. Son las últimas notas que escribió…

2 comentarios:

Jorge Luis Argüero dijo...

Hola :

Extraordinaria tu nota acerca de Mozart..!!
Ninguna palabra de más, ninguna palabra falta.-

Muchas gracias Quinoff y que tengas unas muy
Felices Fiestas.-

Saludo Cordial desde Buenos Aires.-

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Estimado amigo, muchas gracias por sus palabras. La nota fue escrita un poco “a borbotones”, y es que Mozart lo amerita. ¡Un cordial saludo!

 
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