lunes, 14 de septiembre de 2015

KARLOWICZ, una estrella que se apagó en la nieve

Karlowicz

Karłowicz (1876-1909) en los Montes Tatra

La segunda mitad del siglo XIX contempló un fenómeno renovador: los nacionalismos. El nombre después ganó triste fama, pero aquí cumple la mera función de designar un acontecimiento.

Reverdece la tradición

A lo largo del siglo XIX países alejados del centro europeo tomaban conciencia de su lugar en el mundo y exploraban su propia identidad. En parte alentados por los conceptos republicanos acuñados en Francia desde antes de la Revolución de 1789, en parte inspirados en los filósofos del Romanticismo alemán y sus ideas del Volkgeist, la eclosión obedecía sobre todo a una realidad más básica: los pueblos alcanzan su propia madurez. Aquellos países desistieron de imitar a reinos mayores y buscaron expresión original. “Rebalsaron” sus aportaciones en el receptáculo de la cultura europea, y así incorporaron sus hallazgos particulares al bagaje de nuestra cultura occidental. En el terreno musical, por ejemplo, estilos considerados al principio una novedad exótica (rusos, checos o escandinavos) ganaron pronto un lugar estable y merecido en el repertorio estándar.

Viene también al caso recoger las observaciones agudas del crítico musical Harold Schonberg:

Los países habitados por ciudadanos satisfechos normalmente no producen música nacionalista, la cual en cierto modo es propaganda, un llamamiento espiritual a las armas. Un país cuyo pueblo está dominado por una nación extranjera, por ejemplo el reino de Bohemia durante el dominio austríaco, o un país donde el pueblo gemía bajo el puño de hierro de un zar y su aristocracia arraigada y codiciosa, no tenía muchos modos de exponer su protesta social. Pero podía manifestarse en la literatura y la música, y así se lo hacía. Si las manos de los activistas estaban atadas, el músico por lo menos podía expresar el anhelo de libertad de su país, o el orgullo de sus propias tradiciones.
danzas hungaras

Campesinos austrohúngaros bailando danzas típicas

Pero tampoco es que se hubiera agotado la savia en las “grandes escuelas” de Europa central (Alemania, Italia, a su modo Francia); lo que hubo fue un cambio de ruta, cuando su respetada tradición se abrió a cauces inesperados, creando agitadas controversias a menudo furibundas: los franceses ardieron en polémicas, la vida musical germánica se partió entre dos bandos afiliados uno al pasado y otro al porvenir...

Tiempo de síntesis

Pero el tiempo avanzó. La joven generación que había tomado influencias de Berlioz, Brahms, Bruckner o Wagner (pensemos en Richard Strauss o Mahler) cultivó un estilo suntuoso, de refinadísima riqueza instrumental y avanzada armonía que tantea la disolución: el post-romanticismo. Antes de la Gran Guerra, su prestigiosa influencia tuvo tiempo de irradiarse. A este momento y a este contexto históricos pertenece el compositor que hoy les presento: Mieczysław Karłowicz, uno de los grandes creadores que Polonia ha dado al mundo... aunque también uno de los menos conocidos.

KarlowiczMieczysław Karłowicz, con su aspecto de Quijote juvenil

El compositor nació en 1876 en Vishneva, una parte de Polonia que hoy pertenece a Bielorrusia, y tuvo una infancia ajetreada: sus padres vivían en una propiedad rural que vendieron en 1882, trasladándose a Heidelberg (Alemania), luego a Praga (República Checa), a Dresde (Alemania) para finalmente asentarse en Varsovia (Polonia) en 1887. Aquí estudió composición (ya se aplicaba al estudio del violín desde los 7 años) y en 1895 viaja otra vez a Alemania para una larga estancia en Berlín, donde prosigue estudios con Heinrich Urban y, entrado el nuevo siglo, recibe lecciones de dirección orquestal del mismísimo Arthur Nikisch.

Karlowicz absorbió con fruición la música finisecular que lo rodeaba —Wagner, Chaikovsky, Richard Strauss, Scriabin...—; en su tiempo hubo quienes criticaron esta influencia, tanto más que las asumía mientras Europa sentía el impacto revolucionario de Stravinsky o Schönberg. Pero Karlowicz no atendía a esa última estética; para él, el profeta del futuro era Richard Strauss, cuyos principios musicales desarrolló con éxito. Luego de tanteos estudiantiles sin demasiada personalidad, el polaco llegó al nicho donde creó sus mayores obras: el poema sinfónico. Escucharlos es todo un descubrimiento.

maedchen Procesión de marzo / Jan Rembowski, 1910

Aunque la influencia germana marcó desde temprano la vida de nuestro compositor, también se sabía parte de un contexto propio: el movimiento “Mloda Polska” (Joven Polonia). Involucrando a la juventud de las artes polacas (literatura, pintura, escultura, música), este movimiento fue esencialmente un marco neorromántico donde tuvieron cabida las influencias del decadentismo, el simbolismo, el impresionismo... en suma, los rasgos culturales del fin du siècle. Operó como una especie de actualización cultural de Polonia en el concierto europeo. Sólo terminó con el estallido de la Primera Guerra Mundial y los subsecuentes tumbos políticos que sufrió la nación eslava en las décadas por venir.

El silencio de la montaña

Karlowicz

Pero Mieczysław Karłowicz ni siquiera llegó a conocer este trastorno histórico. Era todo un cultor del montañismo y experto esquiador que disfrutaba las caminatas y paseos en los escarpados paisajes de su país. (Pasión curiosa pero no inusual; sería interesante formar un elenco de los grandes creadores que cultivaron deportes al aire libre, como Mahler y su afición por la natación y las embarcaciones a remo, o Brahms y su pasión por las largas caminatas, a veces de días, que hoy calificaríamos como senderismo.) Nuestro creador polaco dejó varias estampas suyas disfrutando la alta montaña, debido a que también la fotografía era un hobby que disfrutaba en el escenario majestuoso de la naturaleza. Pero tal faceta aventurera lo exponía a los mismos riesgos que conoce todo quien se adentra en la montaña — porque la nieve, la altura, la piedra conforman un mundo impredecible. Así terminó la vida de la gran promesa musical polaca. Su última excursión en los Montes Tatra fue interceptada por una avalancha; la nieve devolvió su cuerpo inerte a los rescatistas, al otro día. En ese mismo lugar se colocó un monolito conmemorativo al cual acuden hasta hoy quienes recuerdan a Karłowicz.

(Existe un sitio web que reconstruye ese último itinerario del compositor/montañista, aparte de ofrecer interesante material fotográfico de entonces y hoy: http://karlowicz.free.fr )

Karlowicz

Karłowicz ocupa en la historia de la música polaca el rol de eslabón entre Fryderyk Chopin y Karol Szymanowski. Su lenguaje musical, truncado en su desarrollo por el fatal accidente, había logrado un perfil original y reconocible, al paso que la maestría de su escritura orquestal sigue causando asombro; en este apartado, pocos llegan a su nivel.

Queridos amigos, conozcan y disfruten la música de Mieczysław Karłowicz, uno de los grandes creadores polacos de todos los tiempos, en versión de Antoni Wit y la Filarmónica de Varsovia. Una alternativa la ofrece el sello CHANDOS con la Filarmónica de la BBC dirigida por Yan Pascal Tortelier, con toda la potencia sinfónica que exige el sonido tardorromántico de Karlowicz. No obstante, los músicos comisionados por el sello NAXOS aportan una visión digamos idiomática, con fluctuaciones de humor que subrayan la opulencia orquestal. Ambos sellos ofrecen las mejores iniciativas recientes dedicadas a la música del creador polaco, quien ahora baja por fin desde su memorial en la montaña a tomar contacto con los auditorios. Antes, las convulsiones que descargó el siglo XX sobre Polonia habían saboteado la apropiada difusión de sus obras. Los invito ahora sí a conocerlo:

» D E S C A R G A

MP3 ABR ~ 256 kbps · 48 kHz | 3 tracks | RAR 124,4 mb | mega

9 comentarios:

AT dijo...

Many thanks and regards from The Netherlands.
Veel dank en groeten uit Nederland.

afterbach dijo...

Vivito y coleando, mi querido Quinoff
Un poco más viejo, eso sí
Y si no más sabio (que sería imperdonable arrogancia) al menos más sabío, que para algo debe servir el paso de los años
Atento siempre a la victoria segura del espíritu
Agradeciendo cada día a nuestro amoros Creador por:
... la Música
...La Poesía
... La amistad

Un fuerte abrazo, me querido hermano de sones!!

Anónimo dijo...

saludos, lo conocí a través de un cd de naxos con la música para pantomima, es un músico increíble. Tengo un blog en que coloco música chilena y latinoamericana http://sonidoclasico.blogspot.es, un abrazo

q u i n o ƒ ƒ dijo...

querido afterbach, más sabio y más sabío, las dos cosas al mismo tiempo! jajaja Un gran abrazo y me alegra mucho saber de ti.

robin dijo...

Muchas gracias, querido Quinoff por este artículo sobre las escuelas nacionales (no sé si se dice así, traducción del fancés...) y notablemente por la historia de Karlowicz. Conocía solamente su concierto para violín en la edición de los conciertos románticos de Hyperion y ni lo recuerdo bien. Ahora me da ganas de escuchar mejor éste y el disco que nos regalaste.

También pensé en ustedes, mis ciberamigos de Chile, por lo que ocurrió en su país. Espero que estás bien, un abrazo fuerte !
Robin

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Querido robin muchas gracias por tus palabras y la preocupación por los amigos chilenos; afortunadamente estamos bien, aunque al norte del país los sectores más inmediatos al epicentro quedaron bastante golpeados.

Me alegra que la entrada te guste. En español también usamos la forma “escuelas nacionales”, aunque a menudo señalando una escuela específica: escuela francesa, escuela rusa, etc.

El concierto para violín de Karlowicz fue escrito antes de los poemas sinfónicos compartidos aquí; es una bella obra que espero poner a disposición de los melómanos en un tiempo más.

Abrazo!

q u i n o ƒ ƒ dijo...

Al administrador de la web SonidoClásico: gracias x tu visita, tu página está bien nutrida, te felicito por la variada selección musical, con agrado la incluyo en la lista de blogs que tengo aquí. Un abrazo!

Anónimo dijo...

Hola, me sumo a los agradecimientos por este excelente articulo dedicado este gran compositor! Un cd fabuloso de Naxos.
Una vez comente aquí que mi poema sinfónico favorito era el "Episode during a Masquerade" y mantengo la opinión; especialmente delicioso el pasaje entre los minutos 9:20 y 18:42)
Saludos!

Jorge

Anónimo dijo...

muchas gracias por este bello disco !

saludos cordiales
ricardo

 
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