Poco antes de Pascua una lectora del Blog me pidió música de Pavel Chesnokov. No tuve tiempo de atenderla en el plazo sugerido pero, aun con retraso, no quería dejar pasar demasiado tiempo sin traer al menos un puñado de obras de este profundo creador ruso.
¿De quién se trata? De un fértil maestro coral que vivió a caballo entre dos siglos (Octubre de 1877 a Marzo de 1944). De su pluma salieron varios de los «clásicos» del actual repertorio sacro ortodoxo, en el apartado de las obras exclusivamente vocales.
(Recordemos, amigos, que la música coral eclesiástica siguió un camino propio en Rusia. No obstante sus orígenes comunes con la tradición occidental, la prohibición de instrumentos en espacios sagrados fue mucho más estricta y obligó a un cultivo exclusivo de los recursos corales. El genio musical eslavo dotó a esta combinación específica con imaginativos desarrollos, hasta culminar en el «Concierto para Coro»).
Chesnokov recibió su sólida formación en la Escuela Sinodal de Canto Eclesiástico, en Moscú, de la cual hemos hablado ya en otra ocasión. Luego tomó clases de composición con insignes maestros del Conservatorio moscovita, entre ellos Sergei Tanéyev y Mijaíl Ippolitov-Ivánov. Ambos músicos dejaron huella en la futura producción coral del maestro.
Ya desde los tiempos de la Escuela Sinodal nuestro compositor destacó como formador y director de coros, todo un arte que requiere habilidades singulares. Tal reputación creció con el tiempo y al fin le aseguró un puesto en el equipo docente del Conservatorio de Moscú, cosechando la admiración y simpatía de influyentes colegas.
No obstante, Chesnokov se sintió vinculado íntimamente a la música sacra del credo ortodoxo; prueba de ello es que, de las más de 500 creaciones firmadas por el músico, no menos de 400 son de temática litúrgica. Era el repertorio que más le conmovía y por eso le dedicó el grueso de su inspiración y trabajo, o dicho de otro modo, hizo de su arte un vehículo para cultivar su fe. Así fue como Chesnokov participó en el breve capítulo dorado de la música religiosa rusa, ese que brotó, espléndido, en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX con obras de casi todos los grandes creadores rusos del momento.
La Revolución bolchevique marcó un violento final y Chesnokov se concentró en vivir de su talento musical, el cual fue bien recibido por las autoridades revolucionarias. No obstante, los hábitos persisten; el respetado director de coros siguió escribiendo en privado las obras sacras que tanto amaba y que ya no se estrenaban... hasta que Stalin ordenó dinamitar la Catedral de Cristo Salvador para ceder sitio al “Palacio de los Soviets”. La violencia simbólica de esta demolición lo impactó tanto, que enmudeció como creador.
Imágenes de la destrucción de la original Catedral de Cristo Salvador
Cada artista recoge en sí mismo el rumor de su época, compartiendo con ella sus intuiciones, explorando sus anhelos o anticipando sus futuros caminos, en coherencia con la historia a la cual pertenece. Cuando tal vínculo de pertenencia se ha roto, la fuente de la inspiración se agota.
Pero a veces —a menudo— la Historia recupera viejos cauces. Y hoy Pavel Chesnokov es celebrado y admirado justamente por esa parcela prohibida de su producción musical. Circunstancia similar a la ocurrida con la Catedral de Cristo Salvador, que tras la caída del comunismo fue reconstruida piedra por piedra y puede ser admirada hoy en el mismo lugar que un día le fuera disputado.
Las vueltas de la vida...
MP3 CBR 192 kbps | 6 pistas | .7z 34,9 mb | Yandex
3 comentarios:
Gracias Quinoff por esta publicación, una vez más el alma rusa de Pavel Chesnokov en todo su esplendor.
Gracias Laura! La música de este hombre merece su reconocimiento, es un gran creador.
MUSICA MARAVILLOSA
GRACIAS QUINOFF...ERES UN REY POR HACER LLEGAR A MIS OIDOS ESTO.
ANGELA REBECCA
Publicar un comentario