La música del gran Anton Bruckner propone nada menos que un universo al oyente. Nos desafía desde la amplitud, sea en la gran escala de sus creaciones, de su ambición expresiva o de la tupida riqueza de su habilidad técnica. Tampoco es un universo fácil. Adentrarse en él demanda alto grado de abstracción —tarea ardua, en especial para el auditor latino—. No extraña que la fortuna le fuera esquiva al compositor incluso en su tiempo, contra los aplausos que cosechaba como organista y su estupenda labor como pedagogo. Bruckner pudo saborear un triunfo rotundo recién a los 61 años de edad, tras el estreno de su Séptima Sinfonía en Leipzig el año 1884.
Pero los reveses no menguaron. Su amor a la música de Wagner lo precipitó sin quererlo en la airada disputa que dividía a Viena en esos años. Además, el reconocimiento atizó la antipatía de ciertas facciones musicales que se encarnizaron con él. Sólo su paciente tozudez le permitió avanzar en la escritura de sus sinfonías monumentales.
Bruckner cubre a los críticos con su sombra / caricatura de Otto Böhler
¿Qué hay en Bruckner? En el hombre, modestia infinita, corazón puro, fe arraigada hasta la médula, pero también fragilidad y pusilanimidad. En el músico, maestría técnica ejemplar, total dominio de la arquitectura, aspiración expresiva que llega a los linderos de lo místico. Cómo supo combinar el lenguaje musical más atrevido de su época —el «Tristán...» wagneriano— con un espíritu aquilatado en tradiciones centenarias, es algo que sólo él conoce; pero estamos sin la menor duda ante uno de los grandes maestros de la forma sinfónica. Anton Bruckner aplicó todo su énfasis a manifestar lo sublime o, dicho de otro modo, lo trascendental. Su música pugna por adentrarse en el misterio, al que dota de sentido teológico.
Pero, ya lo dijimos, no es un músico fácil de abordar. Hay que esperar el momento para descubrir su lenguaje, su mensaje. Eso sucede a cierta altura de la vida. En mi caso particular ocurrió hace un año y medio, más o menos. Yo, que he vivido como ferviente admirador de su antagonista, Johannes Brahms, el barbado creador de sinfonías apodadas «las cuatro catedrales grises», me deleito ahora con la obra de otro arquitecto de catedrales sonoras, aunque esta vez llenas de colores incandescentes.
Algo similar le ocurrió al amigo Ernesto Nosthas. Su personal eureka se produjo con la Sinfonía número 4, llamada «Romántica». Y con el relato de Ernesto, antaño publicado por Elcuervolopez, les invito a ustedes, amigos, a explorar el universo sonoro de Anton Bruckner.
La mirada limpia y apacible de Anton Bruckner apenas delata la abrumadora intensidad de su música
LA CUARTA DE BRUCKNER:
sencillamente mi favorita
No tengo reparos en confesar que la Cuarta de Bruckner es mi favorita, y fue mi puerta de entrada al maravilloso mundo musical del maestro de Ansfelden. Conocí tarde al maestro y fue a partir de una circunstancia muy sentimental que logré captar la belleza de su mensaje. Hasta antes de la maravillosa oportunidad de ser padre, nunca cargué en brazos a ningún infante, porque no me agradaba, me sentía incómodo o tenía miedo de lastimarlo de alguna forma. Todo ello cambió con el nacimiento de mis hijos, pero en particular mi hija Celeste, quien desde pequeña ha estado especialmente vinculada conmigo. Una noche invernal estaba cuidándola cuando anunciaron un concierto en vivo con esta sinfonía por la radio, y allí, cargando a mi hija en brazos, escuché integralmente los 70 minutos de la obra. Esto es un récord mundial para mí, dado que antes de ese momento, nunca había cargado a cualquiera de mis dos hijos por más de 10 minutos.
Luego tuve la suerte de escuchar en un par de ocasiones la misma sinfonía en vivo, además de atesorar más de 15 versiones con una variedad de directores de todas las épocas. Sencillamente adoro esta obra y escribir de ella es una satisfacción que cala muy hondo en mi conciencia y en mi corazón.
«Paisaje invernal con iglesia» / Caspar David Friedrich (1811)Esta obra también constituyó el primer éxito en vida de Bruckner y la única de su repertorio con un epíteto puesto de puño y letra por el propio compositor. Esta maravillosa sinfonía recibió la denominación de “Romántica”, y este apelativo está más ligado con los sentimientos bucólicos que inspira el contacto con la naturaleza, que a un romanticismo inspirado en las relaciones humanas amorosas.
La Cuarta sinfonía es conocida al menos en seis versiones, a partir de la original compuesta en 1874. Es quizás la más editada, violada y reescrita de todas sus sinfonías, al punto que en los últimos dos movimientos se pueden encontrar diferencias de tajo, principalmente en el último movimiento.
- Versión original 1874 publicada por Nowak
- Primera revisión de 1878 (movimientos I-III publicados por Haas Vorlagenbericht; y el Finale: Haas, Nowak)
- Revisión del Finale en 1880 publicado por Haas y Vorlagenbericht
- Edición final de Haas de 1881
- Edición de 1886 (Nowak)
- Edición de 1888 (publicada en 1889, Redlich)
La telenovela empezó en 1874. Apenas concluida, Bruckner revisó toda la obra, reemplazando integralmente el tercer movimiento con un nuevo Scherzo y Trío en 1878. Existen notas históricas, en mucho debido a la acuciosidad de Hans Richter de más revisiones a esta partitura en 1876 y 1877; sin embargo, estas revisiones fueron de facto para presentaciones específicas y no se consideran “versiones” en las modalidades usuales. Muchos autores toman como versión definitiva la editada en 1880. En ella, Bruckner escribió un nuevo Finale, con un giro conceptual dramático. Inicialmente había concebido un movimiento danzante muy a la Pastoral de Beethoven, al cual tituló Volkfest (fiesta pueblerina), en contraste a la versión más frecuentemente escuchada (mi favorita, pese a que algunos autores la describen como muy sombría en comparación al resto de la obra). El nuevo Finale de 1880 es más solemne, y en mi humilde opinión, brinda un espectacular cierre a la obra.
«El Watzmann» / Caspar David Friedrich (1824-25)1) Bewegt, nicht zu schnell — Esta poderosa sinfonía inicia con un trémolo en las cuerdas que anticipa el tema mágico que emerge de los cornos, el cual posiciona al escucha en otro universo. Strauss, en su mística apertura de Zarathustra, recurre a una figura cromática y armónica muy similar, pero en el caso de Bruckner, el llamado conduce a un clímax filosófico que me hiela los huesos. Luego de esta brillante apertura, un nuevo tema, más ligero y etéreo, es introducido por las cuerdas al más puro estilo bruckneriano. El desarrollo del movimiento alterna ambos temas con poderosos clímax en los metales. Este desarrollo concluye el movimiento con una coda que asesina al escucha con un desarrollo contrapuntístico y expresivo único en la obra del maestro. Ese desarrollo sólo lo volvemos a encontrar en la Octava y Novena Sinfonías del maestro.
2) Andante, quasi allegretto — El segundo movimiento inicia la tradición del autor de expresar sus emociones más fuertes en los movimientos lentos de sus sinfonías de acá en adelante. El desarrollo es poético y dramático, es una marcha fúnebre que conforta e inspira, la cual únicamente se me ocurre comparar con el bellísimo desarrollo que hace Fauré en su Réquiem. La melodía inicial es introducida por los cellos y luego retomada por la orquesta, pero el segundo tema, confiado a las violas, es de una fortaleza única y poderosa que es rematada en un genial crescendo que se desvanece en una tonalidad sombría y misteriosa: do sostenido menor… sí amigos… la misma que usó Mahler para su Quinta. Una nota curiosa: este movimiento notarán que concluye con un trío de clarinete, corno y viola, en cuyas partes Bruckner anotó entre paréntesis “con espanto”… dejando al director la opción de considerarlo o no.
3) Bewegt / Trio: Nicht zu schnell. Keinesfalls schleppend — Aunque los puristas digan que Bruckner escribió nueve copias del mismo scherzo para igual número de sinfonías, que me corten los oídos si éste no es el más especial de todos. Una melodía cazadora, encomendada a los cornos danza, imprime a la obra una bucólica escena en los bosques de Austria, pero Bruckner luego nos asesina con la melodía intermedia que define el Trío, la cual es un diálogo coqueto entre un solo de cello acompañado de tres trombones… genial. Contaba Hans Richter que sonrojado y entre su característica risa tímida, Bruckner le confesó que al escribir esta parte se imaginó a un grupo de cazadores descansando de la faena y comiendo queso y vino a la sombra de los arboles.
4) Finale: Bewegt, doch nicht zu schnell — El Finale de 1880 es poderoso y perfecto en su contrapunto. Este pasaje se construye con varios temas alegres puestos en contraste entre distintos grupos de instrumentos. El inicio se elabora con un tema en crescendo que es una variación del canto inicial de los cornos, pero ahora en una tonalidad más grave y dramática, el cual concluye en un complejo tutti en los bronces que conduce al punto más trascedente de este movimiento, el cual se integra por la exposición de una melodía lírica y suave en las cuerdas, contrastada por reiteración del tema del crescendo en los bronces. Este contraste se desarrolla espectacularmente en la partitura, con gran maestría contrapuntística, alternando modulaciones oscilantes entre ambos grupos temáticos.
El maestro en una fotografía como profesor del Conservatorio vienés
Amigos y amigas… me tiembla el pulso al final de la obra, sencillamente adoro esta monumental sinfonía y quiero que la disfruten con intensidad.
Para ilustrar la presentación de Ernesto, les dejo una estupenda versión de la Cuarta Sinfonía en Mi bemol mayor, «Romántica» de Anton Bruckner a cargo de Christoph von Dohnányi dirigiendo la siempre espléndida Orquesta de Cleveland...
» D E S C A R G AWMA | 4 tracks | RAR 135,2 MB
7 comentarios:
Dime cuál es su contraseña en el archivo? No puedo abrir yo estaré muy agradecido. Lev
Cierto, olvidé ese "detalle". PW: quinoff
Estoy muy agradecido. magnífica entrada. Lev
Me alegra que te haya gustado, Ernesto hizo un gran trabajo en este artículo. Un saludo de Navidad para ti Lev, y vuelve cuando quieras, estás en casa!
Gran entrada!
Qué te parece la interpretación de Celibidache con la orquesta de Münich?
Saludos
Hola Carlos! Me alegra que te haya gustado el artículo de Ernesto. Sobre la versión de Celibidache para esta sinfonía, ¿qué decir? La mejor que yo haya oído, incluso mejor que la de Karl Böhm con los Filarmónicos de Viena, que me parece la referencia. Hasta el tercer movimiento Böhm se sitúa más arriba, pero nadie supera lo que hace Celibidache con los muniqueses en el Finale, especialmente el último tramo. Nadie.
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