viernes, 12 de septiembre de 2008

Música: los Caminos Abandonados



Toda elección implica una exclusión. Así funciona. Y por ello, a veces me intriga saber si verdaderamente se descartó lo menos interesante, o si hubo desperdicio. Hay que hacer este examen con cuidado, porque podríamos alentar una discusión bizantina; pero también es posible descubrir algunas pepitas de oro que, quién sabe, sólo esperaban su momento para revelarnos su valor. Dicho de otro modo, esperaban su momento para iniciar una secuencia de posibilidades con viento propio.


La ruta que tomó la música europea a fines de la Edad Media, ¿no abandonó otros caminos valiosos? Sin discutir la calidad inmensa que alcanzó la música occidental en estos 500 años, me parece que le faltó flexibilidad al repudiar durante siglos el tesoro gregoriano, la obra de los polifonistas, incluso la obra de los genios del barroco, o aún más la “pequeña música” que brotaba por todas partes —de gente anónima, amiga de la sencillez sin negar la grandeza— hasta establecer en el Siglo de las Luces (18) un canon estético de jerarquía absoluta: era la forma, nítida y olímpica, fuera de la cual nada tenía valor. Una forma para cada música; y cada música, apreciable desde que se ajustara al corsé de la forma. Por así decir, no valía la mano, sino el guante.

Pero la belleza de esa forma hizo olvidar que hay otras formas de belleza. La razón, que quería definir todos los límites, no supo reconocer el suyo propio. La forma debe servir a la música, y a su vez la música se sirve de la forma; un río sigue el cauce, pero el cauce se va modificando según las aguas de ese río... Es un mutuo y flexible entendimiento que no se debe olvidar.

Afortunadamente los artistas no lo olvidaron; continuaron atentos a ese misterio superior que el arte siempre quiere expresar, y durante el siglo XIX comenzó la paulatina recuperación de las bellezas antiguas, que llegaban a recordar caminos hace mucho no transitados.


Me gusta percibir eso, de manera más intuitiva que metódica, cuando oigo “música antigua”, como se suele denominar a esas obras de siglos lejanos, llenas de una tranquilidad que perdimos, de una capacidad de asombro que nos hace mucha falta, y de una dulzura, indulgencia y humanidad que reconforta.
  1. Canción de Cruzados (Palästinalied) del Siglo XIII

  2. “Tú, refugio de los pobres”, Josquin des Prés, siglo XV

  3. “Imperayritz de la ciutat joyosa”, Llibre Vermell de Montserrat (hacia el Siglo XIV)

1 comentario:

Petoulqui dijo...

Estimado Quinoff:

Te diré que he encontrado tu post extremadamente interesante. Para empezar está bien escrito, lo cual motiva a querer leer más. Y luego, la temática me pareció original, ciertamente que es una perspectiva interesante. Estoy de acuerdo en que no podemos estar seguros acerca de si la elección en el desarrollo de la música occidental fue precisamente lo mejor, o solamente uno de muchos caminos posibles, pero esto me recuerda también a ese cuento de Borges "El jardín de los senderos que se bifurcan".

Justo hoy publiqué algo remotamente relacionado (muy remotamente), pero te dejo el link:

http://mislibrosfavoritosyotrosmas.blogspot.com/2008/09/nmero-30-entre-el-clsico-y-el-romntico.html

Saludos,

Julio E. Pellecer S.

 
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