Termina el “año Bruckner” y lo despido con una de sus sinfonías más populares… si tal calificativo cabe para un creador tan desafiante como él. Pero así ocurrió con la Séptima, que desde su estreno el año 1884 fue capaz de abrir para don Josef Anton el camino, tanto tiempo cerrado, al reconocimiento público. La fluidez de su inspiración equilibra y aligera la concienzuda arquitectura musical que Bruckner siempre cuidaba al milímetro. Además, durante su composición Bruckner conoció, consternado, la muerte de su ídolo Richard Wagner, a quien rinde sentido homenaje en el Adagio.
Les comparto una versión antológica de la sinfonía, con Georg Szell dirigiendo a la Filarmónica de Viena durante el Festival de Salzburgo de 1968. La toma sonora en vivo resulta quizá la única desventaja de este registro, pues todo lo demás en la interpretación es un maravilloso ejercicio de musicalidad, inspiración y profunda capacidad comunicativa.
Disfruten la magnífica Séptima en el enlace inferior. ¡Saludos a todos y nos vemos en 2025!
2 comentarios:
La séptima es ambrosía, néctar de los dioses para el oido de un pobre mortal. Aún así, mi favorita es la que está enmedio de las nueve, sí la Quinta. No sé que misterio tienen las quintas sinfonías: Beethoven, Tchaikovsky, Bruckner, Mahler ...
¡Feliz Año 2025!
Confieso que tu elección sinfónica es también la mía, junto a su Novena. Acumulo versiones de ambas obras con un cariño especial y debería traer al blog algunas de ellas. Esa Quinta de Bruckner es muy particular y nada fácil de interpretar, por eso se mantienen de pie hasta hoy referencias como la de Furtwängler y poco a poco llegaron otras, como la de Sinopoli por citar sólo una.
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