viernes, 21 de septiembre de 2012

Sibelius :: ANDANTE FESTIVO


Hay ciertas músicas en que la inspiración del compositor parece hallarse en «estado de gracia», por así decir. Tan elocuentes y conmovedoras llegan a ser. No se trata de páginas ambiciosas —al menos no necesariamente— sino de momentos de musicalidad pura, simples combinaciones armónicas, actos creativos sin alarde... pero capaces de sumergirnos de golpe en universos nuevos. Hoy traigo una de estas páginas: el celebérrimo Andante festivo de Sibelius.

“A mis soledades voy…”

Hacia el año 1922 Jean Sibelius enmudecía como creador de grandes obras. Retirado a su finca campestre de “Ainola”, el brillante músico finés decidió “colgar la lira” y en vez de componer, abocarse a recorrer los bosques colindantes, escuchar radio durante horas, disfrutar los habanos, la compañía de su familia, los halagos de notabilidades y, a lo sumo, retocar obras previas. Pese a los anuncios de “inminentes” nuevos estrenos, lo cierto es que para entonces los títulos mayores de su producción habían sido publicados. Ninguno más se añadiría al catálogo. El mayor héroe cultural de Finlandia daba por cerrada su carrera.

Este silencio intriga a eruditos y aficionados. ¿Qué razones hacen desistir a un genio? En su momento, el gran Rossini abandonó intempestivamente la producción de óperas, abriendo un vacío que sólo vino a llenar Verdi años más tarde. Mi querido Brahms se retiró formalmente de la composición, y sólo volvió a escribir cuando el virtuosismo del clarinetista Mühlfeld le proveyó nueva inspiración.

Por su parte, Sibelius era un hombre contradictorio, unas veces jactancioso y soberbio, otras timorato e inseguro; con sus aptitudes renovaba tanto el lenguaje orquestal como las posibilidades de la sinfonía contemporánea; era un cantor de mitos ancestrales en una época que los había relegado, y evitó transitar la modernidad rupturista en pos de su propio concepto sonoro, ese que él mismo llamaba “agua pura de manantial”. Pero el manantial se secó y la voz del norte guardó silencio.

Murmullos de Ainola

Con todo, era un mutismo flexible. En su retiro Sibelius seguía recibiendo invitaciones y encomiendas. Algunas de ellas motivaron ciertos “murmullos” en forma de obras menores. Menores en escala, aclaremos, que no en calidad.

Justo antes de la Navidad de 1922, el médico Walter Parviainen propuso a nuestro artista la creación de una cantata festiva para celebrar los 25 años de los aserraderos y molinos de Säynätsalo. Sibelius no escribió música nueva, pero revisó sus apuntes y encontró una obra de pocas páginas, pensada para cuarteto de cuerdas y cuyos orígenes parecen remontar a un oratorio proyectado por él a principios del siglo XX, “Marjatta”. Ésta fue la pieza que ofreció a Parviainen... y supongo que esa circunstancia —la conmemoración en Säynätsalo— explica además el rótulo de festivo en una obra cuya cualidad emocional apunta más bien a una conmovida nostalgia.

El Andante festivo en su concepto original para cuarteto de cuerdas / fragmento del
2º día del Festival Sibelius 2011, organizado por la Sinfónica de Lahti

En 1929 contrajo matrimonio una nieta del compositor, Riita Sibelius, y el Andante Festivo sonó en la boda, esta vez ampliado a doble cuarteto de cuerdas. Puede que el compositor haya retocado entonces la obra, tan dado como era a revisar concienzudamente su producción.

Sibelius sentado junto a su aparato de radio / fotografía de Life (detalle)

En los años 30 del siglo pasado, el compositor se recreaba durante horas junto a su aparato de radio. Pero, como relata un sitio dedicado a la vida y obra del músico, “le molestaban los imperfectos parlantes de su tiempo, llevándolo a pensar que para la radio había que componer de forma distinta a como se hacía para la sala de conciertos. Esta idea la llevó a la práctica cuando su amigo Olin Downes, crítico del New York Times, le pidió dirigir una pieza musical que representara el saludo de Finlandia al mundo, durante una emisión radial destinada a celebrar la Feria Mundial de Nueva York [de 1939]. Sibelius, a la sazón con 73 años de edad, aceptó volver a empuñar la batuta tras un receso de más de una década. Preparó una versión del Andante festivo para orquesta de cuerdas y timbal con vistas a la transmisión por radio. Esa grabación es el único documento que existe de Sibelius en su faceta de director. El tempo elegido es solemne y bastante lento. La pieza fue grabada luego de ensayarla antes una sola vez.”

Desde el comienzo, el Andante festivo apela al registro más agudo de las cuerdas, en lo que se ha denominado a veces “sonido Lohengrin”. El ingreso de las secciones graves, apoyadas por el timbal, causa un efecto sencillo pero extraordinario de amplitud sonora. Se cuenta que tras aquel único ensayo previo a la grabación de la obra en 1939, el compositor hizo una sola observación significativa a los músicos: “toquen con más humanidad”. De aquí se desprende también el, digamos, espíritu de la pieza.

A continuación, como saludo de primavera y a un día del aniversario de la muerte de Sibelius (falleció un 20 de septiembre), les dejo algunas versiones de esta preciosa obra. Primero, Mariss Jansons y la Filarmónica de Oslo:


A continuación, la que dirigió Jean Sibelius en 1939, con una reforzada Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa:

martes, 4 de septiembre de 2012

HASTA SIEMPRE, LEITER

La vida deambula entre días soleados y noches oscuras, entre alegrías y tristes obligaciones. Hoy me toca cumplir una de estas últimas: despedir a un amigo. Francisco Javier Menéndez Ciudad, a quien conocíamos en la red por su seudónimo Leiter, ha partido de esta vida. Y lo hace dejando tras de sí una larga estela de añoranza. Se me encoge el corazón recordando tantas conversaciones en que el seudónimo dio paso a una persona entrañable, directa y a la vez respetuosa. Un tipo íntegro, noble, amigo de sus amigos, enamorado de la música, del Real, de su bicicleta, y por sobre todo de su mujer, Celia. Cuando la enfermedad vino a alterar definitivamente su modus vivendi, él se fue adaptando, pero ninguna de las mil pequeñas renuncias logró adulterar su esencia; siguió siendo un amigo ejemplar, y si cabe, mejor persona que nunca.

¿Qué te diría hoy, Javi? Que extrañaré nuestras devociones comunes por el piano, por las batutas del pasado, por Schumann, por el sonido de las trompas emergiendo de la orquesta (“arropadas por el murmullo de cuerdas en pianissimo”, en tu definición del sonido perfecto). Que me recrimino de no haberte saludado de nuevo durante las tardes cuando aparecías en Skype, a pesar de las correrías del trabajo. Que me faltarán tus buenos consejos, esos que dabas a corazón abierto; que, a pesar de ellos, sigo siendo tímido cuando me enfrento a la chica que me gusta; que, a pesar de tus arengas, digo apenas un cuarto de todo lo que quisiera. Que seguiré admirando, disfrutando e incluso envidiando todo cuanto sabías comunicar en tus entradas, preparadas con tanto esmero. Y que confío en que allá con tu padre, con tus mascotas y con todos los tuyos, puedas enterarte todavía de estas letras de afecto y despedida que te quiero brindar, acunadas con la música de Mozart y en esa versión de Hogwood que siempre admiramos. Sé lo que opinabas de la temática religiosa, pero como tú mismo me dijiste, “te agradezco que te acuerdes de mí cuando tengas tus momentos místicos”. Pues así será. ¡Hasta siempre!
 
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